Capítulo 3

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Capítulo 3:

No me esperes.

¡Este es el gran día señores y señoras! La famosa presentación de Doménica Malena Espinosa, ha llegado al fin. De seguro que ella estará genial junto a sus compañeras.

Pablo suele decir que cuando uno hace lo que ama instantáneamente brilla. Porque ese es el arte de estar enamorado de lo que a haces. Como cuando alguien lee y te cuenta la trama con sus personajes, y sus ojos de la nada comienzan a brillar. La emoción que transmiten es única, es especial.

Acomode el corbatín de mi traje, pasando luego la mano por mi cabello engominado. Me veía bien en modo elegante, no me quejaba, aunque prefería mis sudaderas. Agarré el girasol que compré para regalarle por su presentación, era mi forma sutil de animarla. Lo del cartel, ya no va, es cursi y empalagoso. Liam, tiene razón.

Los camerinos están repletos de bailarinas, trajes, agua, entre varias personas agarrando varias partes de la escenografía. Detrás del telón es un caos. La tensión corría por el aire. Era una noche importante para todas ellas, de esto podrían vivir a futuro, y su destino estaba en juego. Me parecía similar a la preparación que teníamos antes de cada juego. Doménica tenia razón, no éramos tan distintos, ambos compartíamos escenarios.

Desorientado. Decidí preguntarle a una bailarina simpática. No tenía ni idea donde estaría Doménica preparándose. —Hola, disculpa ¿Has visto a Doménica? Soy un amigo de ella.

—Ah, claro. Esta por allá —seguí con la vista la señal de su dedo. Mala elección.

Liam se me había adelantado. La escena era la siguiente: él arrodillado con un gran ramo de flores rojas mientras ella chilla de la emoción sonrojada. Escena clásica de romance. Se veían bien juntos, y él había atinado al clavo.

Suspire al verla.

Su bodi y mallas negras se apegaba perfectamente a su cuerpo, el tutú morado oscuro le da ese toque de pureza llena de oscuridad y misterio. Su cabello se encontraba perfectamente recogido. Todo en ella gritaba elegancia. 

Mi corazón se arrugó dentro de mi pecho. Con inseguridad bote el girasol al tallo de la basura, no podía seguir humillándome de esa forma. Yo no puedo competir con él. Nunca lo haré, apenas pise la pista de competencia perdería con solo mi presencia.

—¡Hey chico! —la bailarina paso su mano a centímetros de mi rostro para que despertara—¿Te encuentras bien? Estas algo pálido amigo de Doménica.

—Ah, sí. Gracias, soy Allan. —intenté moldear una sonrisa que quedara con lo que dije, pero resulto ser una mueca nefasta.

—Soy Violeta —los mire o través siendo un masoquista. Ahora estaban abrazados cómodamente. Otro estrujo más en mi corazón. —, mejor ve o ese sapo robara a tu princesa. —Me guiño el ojo soltando una risita. ¿Tan obvio soy?

Camine donde ellos. Al verme Doménica se separó de Liam, él me advirtió con su mirada. No le gustó que apareciera.

—¡Allan, hasta que llegaste! Mira mi vestuario —dio una vuelta encantada —, ah ¿Qué tal? ¿Te gusta? Esta muy lindo. —reluce más que nunca. Ese brillo que destella de ella, me hace querer detener el tiempo. Las palabras de Pablo se volvieron reales.

—Luces hermosa.

—¡Papá! ¡Mamá! —la señora y señor Espinosa dieron su gran entrada arruinando mi ensoñación. Di un paso atrás junto a Liam para no estorbarles.

La felicitaron por llegar hasta aquí, la animaban diciendo que, de lo mejor de ella en esta presentación. Todos les echábamos palabras de aliento y pequeños comentarios para alivianar sus nervios. Acabo de unos minutos los papás de Doménica y Liam se adelantaron a buscar sus asientos reservaos para no perderse nada de la función. Yo aún no me iba, quería animarla hasta el final.

A consecuencia de eso, Dome me cogió a cargo por no traerle un presente. Así que mi castigo era ver la presentación desde ahí. No era un castigo ¡Es un regalo! Además, las sillas del camerino son cómodas, y su risa al escuchar un comentario gracioso de parte de sus amigas, es mágico.

Abrí una botella de agua para beber, mientras Doménica repasaba a sus labios un brillo labial.

La coordinadora entró observando una lista que cargaba en manos —Ya va empezar en cinco minutos —anuncio —, alístense. Esta es su noche chicas. Animo.

Más chillidos se escucharon. La emoción se pegaba con facilidad, hasta a mí se puso la piel de gallina, y ni siquiera es mi presentación.

—Allan, puedes traer mis zapatillas. Están en mi maleta. —asentí siguiendo sus órdenes.

Agarre la maleta del suelo. Comencé a re buscarla por cada bolsillo y espacio. Pero no, no encontraba ningún par de zapatillas. Solo había: libros, botellas de agua y chicles de fresa. Nada más.

Rei —Otra broma, eh, juegas sucio. —camine con simpatía y relajado.

No era una gran broma ¿se habrá esmerado? Al menos pensó en mí, al hacer esto. Nada de árboles señores y señoras, seremos el protagonista este año.

—¿Y las zapatillas? Allan, no es momento de una mala broma. Vamos quedan tres minutos.

¿No era broma suya? ¿Qué está pasando? —¿Qué dices? No había ningún par. Pensé que era una broma.

Gruño molesta. Agarro su rostro con ambas manos con preocupación y horror en su rostro —No puede ser, —golpeo la mesa enojada —me las olvide. Así no podré bailar. ¿qué puedo hacer? Ya no queda tiempo, yo…

Piensa. Piensa rápido ¡claro! Tengo la bicicleta, además la casa de Doménica está a una cuadra. Si me apuro, puedo llegar.

—No, esto no termina aquí ¿está abierta tu ventana?

—Si. Pero en qué piensas, Allan.

—Entrare a tu cuarto. Si, saltare hasta tu ventana y traeré tus zapatillas. Hasta tendrás tiempo de bromear o quejarte —sonreí —, recuerda, correremos juntos, ¿ok?

Suena una locura lo sé. Así que no espere respuesta. Salí lo más rápido. Tenía el corazón en la boca. Agarre la bicicleta pedaleando lo más rápido que podía. Agradecía mentalmente a los entrenamientos de basquetbol.

Voy a luchar. Si por lo menos hay un pedazo del corazón de Doménica para mí, lo iba a obtener.

*****

Salte a su ventana. Mi cuerpo visitó su piso. —¡Ahg!

Sobe mis rodillas junto a mis antebrazos que se quejaban de dolor. Hasta fue complicado recuperar la compostura. Al volver a obtener el equilibrio en mis pies seguí buscando mi objetivo. Para mi suerte su casa no era de dos pisos, pero mi exageración si era grande al sentirme en una misión de vida o muerte. Las zapatillas estaban envueltas en una funda en la mesilla de noche de su cuarto.

Y otra vez salí pedaleando lo más rápido posible con mis piernas que empezaban a doler. El calor que sentía y la sonrisa que me imaginaba de ella al ver que lo logré, era suficiente motivación para querer llegar.

—¡Permiso, permiso, permiso! —Entre hecho bala a los camerinos. Hasta que la vi... ¿La vi? No era como quería verla, me la imaginé esperándome con brazos abiertos, o al menos un beso en la mejilla como muestra de agradecimiento. Pero nada. Llegue tarde. Se está presentando, esta vez no pudo esperarme ¿Acaso mi esfuerzo no fue suficiente? La sinfonía del lago de los cines sonaba por todo el auditorio.

Los aplausos se escucharon por tercera vez. ¿Y yo? La observaba desde el camerino con curiosidad. Su danza, es tan elegante y precisa. Y en ese instante, aunque no logre llegar a tiempo, agradecí poder verla una vez más.

1 mes antes de los 17

—Esta vez yo no puedo esperarte.

¿Y si te digo que te extraño? [EN REVISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora