Especial 3: Domenica

59 3 0
                                    

*Recordando que los especiales son al terminar de leer la historia  ;) Son sucesos que te ayudan a entender y están bellos por si las moscas :)) *

(3)

Sí por alguna circunstancia del destino nos encontramos de nuevo, me gustaría saber muchas cosas, como:

¿Te sigue gustando pasear por tu casa en calcetines como si fueran patines?

¿Sigues coleccionando objetos extraños que encuentras en el parque?

¿Te resignaste con el basketball?

¿Te gusta las películas cliché románticas, o las sigues odiando?

¿Sigues aparentando querés arrogante, para proteger a los que quieres; y proteger te a ti?

¿Te sigue gustando Green Day, o al fin aceptaste a mis apreciados Mesoneros? Te recomiendo como siempre: "Te lo advertí" o "Prefiero no saber."

¿Cambiaste el mixto por un simple de chocolate? (Helado), (Yo me enamoré del sabor aguacate)

Es curioso. Te sigo escribiendo como si te hubieras marchado, pero la realidad es otra. Sigues a mi lado. A lado de esa niña que se embarraba los vestidos de helado de chocolate, de esa sonrisa chueca y perfume característico de fresa. Sigues a lado mío. Me das el privilegio de tomar tu mano, y apretarlo, con intenciones que gritan: Gracias por quedarte aquí.

Me juzgaron. Me tacharon de mala y insensible. De mal tercio. De mentirosa y mala. Y sí, eso era. Actué mal, lo reconozco, por eso cuando las visitas de: Pedro, Ana y Pablo, llegaron; me dejaron devastada, los errores me comenzaron a tomar factura, como los recuerdos empezaron a arder.

—¡No me toques! Aléjate... —Sentí tus brazos alrededor de mi cuerpo. Posiccionaste tu cabeza en el hueco de mi cuello dando un corto suspiro. Tu calor comenzaba a hacer afecto en mi cuerpo, provocando que me sintiera cómoda entre tu pecho. —Por favor, no quiero lastimarte a ti también, tu no, yo... Vete. —Volteé a verte con miedo incrustado en mi corazón. Lágrimas caían deliberadamente de mi rostro dificultando mi visión, cosa que me alteraba, pero... tus ojos. —¿No ves que trató de protegerte?

—¿De qué? —musitaste.

—De mí. De lo que soy.

He sido egoísta con todos. Desde los sentimientos de Allan, que me obligue corresponder los por no dañar nuestra amistad, no quería dar el siguiente paso con él porque no lo amaba como él esperaba que lo hiciera. A pesar de que sabía de Ana.

—Lastime a Allan. —Solté un sollozo.

—Él... —hiciste una breve pausa —Él ya te perdonó.

—Heri a Anabel. Fui egoísta al querer tener para siempre a Allan. Fui egoísta con todos ¡Debí haber muerto! —gruñi. —No merezco que estés aquí. No merezco tu apoyo.

Era estremecedor decirlo en voz lo que tanto callé. Mis pensamientos y esa voz interna que salía a flote cuando recordaba. Las noches en subia a la terraza del hospital y quería hecharle a perder por completo, hacerme parte de ese sueño eterno. Pero tus brazos siempre se aferraban a mi cuerpo, me detenían a dejarlo todo... fuiste mi impulso, mi hombro cuando me echaba a llorar en recuerdos. Me detuviste en mis delirios y me alégraste las largas secciones de recuperación con dulces y películas.

¿Por qué me apoyaste?

—Quizás lo que te diga no justifica lo que hacemos pero si corrobora que las personas estamos hechos de errores, así como de recuerdos alegres y momentos tristes que nos llenan de melancolía. Pero sobre todo, de aprendizaje. —Me regaló una de las sonrisas más sinceras que pude apreciar desde que desperté. —Hasta yo tengo miedo de lo que vendrá, no obstante, viviré cada día como si fuera el último, y el privilegio que me otrogas, es que puedo pasarlos contigo.

Quiero recuperar el tiempo. Quiero que Allan no me haiga preguntado a quién elegía, y quitar esa imagen de lo grisáceo de tus ojos cuando pronuncié su nombre. Porque me equivoqué. Lo hice.

Dime, ¿Aún pegas un brinco al ver una libélula?

¿Aprendiste a surfear? Era tu sueño, ¿no? O eso me contaste entre tantas tardes de jugar a las escondidas con nuestro grupito. Me divertí, de verdad.

Creo que olvidé cómo se sentía ser feliz, no obstante, el destino me daba una nueva oportunidad para empezar. No olvidando mis errores, si no corrigiendo los. Perdonando y sanar. Amar y aprender. Soñar y caer. No obstante, agradezco que estés a mi lado.

Dime, dime...

Di mi nombre y no lo olvides.

Quédate a pesar que suene egoísta.

Extiende tu mano para alcanzar me cuando eche a correr.

Escúchame reír, y únete a esa sinfonía.

Acompáñame a cumplir mis sueños, para yo estar presente cuando realices los tuyos.

Y entre tanto alboroto de pensamientos y emociones que apretugaron mi pecho, te dije la más sinceras de mis palabras entre tanta mentira que hablé.

—Gracias. —Susurre.

Dejaste un cálido beso en mi coronilla.
—Miss Queen... —mormuraste con ese aliento caliente cosquillando mi oreja. —, no hay nada que agradecer.

—Gracias, muchas gracias.

Fuiste él más afectado entre todos. Más que a Anabel, más que a Pedro, Pablo o Allan. Y te reservas te todo por tu simplón arrogancia de sobreprotección.

—Liam... —Volteé a verte girando mi cuerpo. Puse mis manos en tu pecho respirando con rapidez.

—¿Qué pasa, Domi? —preguntaste con dulzura.

—Yo sí te extrañé. —confesé con los ojos llorosos.


"—¿Y si te digo que te extraño?
—Desmuestrame que es verdad. "

¿Y si te digo que te extraño? [EN REVISIÓN]Where stories live. Discover now