Capítulo 0

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Capítulo 0:

Cumplir 17.

Era un plan grandioso en mi agenda o al menos en la vida de un adolescente, ya que podría formar parte de las decisiones importantes de mi familia. No solo en lo que íbamos a comer, sino de algo de mayor importancia. Quizás podría ganarme la lotería de paso, unos cuantos dólares más no me vendría mal. O simplemente me amaría de valor para enamorar a Doménica, así tendríamos un final perfecto como esas películas que compraba mi mamá en la feria del cincuentón (O solían contar).

Si. Cumplir diecisiete años era: una revolucionar noticia tanto para mí, como para mi familia y amigos. Pero fijándome en mi lo que cometí en el pasado al cumplir la edad que tanto quería, no era tan mágico como había soñado.

Tome decisiones incorrectas. Prácticamente salí del trance de estar soñando despierto, pues cuando estaba perdiendo a mi mejor amiga por mis decisiones esto se volvió una pesadilla. Mi mundo se pulverizó en un solo segundo.

Y este soy yo. Con diecisiete años, un corazón roto en mil pedazos, el bolsillo vacío sin dinero, mis sueños sin ningún fundamento, y la vida de Doménica en la fina línea de vivir o morir en un segundo.

Llegue a la conclusión de que: Soy un desastre.

«Ella es mi bebé, está es mi bebé.»

Fue en lo primero que pensé al llegar al hospital de la calle principal de MISAN. Estaba en la sala de espera temiendo lo peor. Mis manos sudaban, cada parte de mi cuerpo se encontraba con pequeños granos de arena, y una mancha de chocolate y comida posaba en mi camisa arrugada. Sentía minuto tras minuto la extraña picazón en mis ojos amenazando con llorar. Solté un suspiro lleno de preocupación, sintiendo el peso del tiempo sobre mis hombros. Desesperado sin saber donde marcharme, empecé a mover el pie inquieto.

—Eh, mocoso —alcé la vista intimidada. Liam, mi hermano me extendió un café exprés, sus ojos rojos he hinchados de tanto llorar resaltaban en su rostro pálido dando a relucir unas ojeras marcando territorio debajo de sus ojos. —, toma un poco de café te vendrá bien, lo prometo. Hace bastante frío, y no me apetece estar preocupado por otra persona. —ofreció.

Dude por un instante. Me sentía tan cansado que, meneando la cabeza, acepte. Tenía sed, y ganas de hacer las paces.

—Gracias —susurre débil. Lo mire de reojo, estaba a lado mío decaído en esa silla. Él también la estaba pasando mal, era un trago amargo para los dos.

Ambos la amábamos con cada pedazo de nuestro corazón. Él la conocía antes que yo, y me siento tan egoísta, pero con el derecho de decir que: “¡Maldita sea la quiero con todo mi corazón, quiero que despierte!"

—Liam...—trague en seco. Cada vez que repasaba esas palabras un nudo se ataba en mi garganta. Una tras otra imagen revivía en mi cabeza volviéndome loco.  —yo en verdad que lo...

—Lo lamentas, oh no puede ser —Se echo a reír como si mis palabras no fueran sinceras. De repente paro de hacerlo, y lo único que hizo fue verme a los ojos. —A la mierda Allan ¿Qué lamentas exactamente? —habló en un tono más elevado. La cólera en él explotó. Apretó su puño dando un golpe a la pared sin despegar su mirada destrozada que me hundía. —¡¿Qué está en coma por tu culpa?! ¡¿O quizás fuiste un idiota?! Dime Allan, es que de tantas no se cual lamentas más.

«Ella, Dome es mi bebé.»

El valor dentro de mí se derritió. Era tan pequeño comparado con él: todo musculoso, alto y ojos perfectos de color azul, perfecto para nadar y perderte en ellos. ¿Y yo? Una cabeza menos, delgado y como si la genética no estuviera de mi lado, era miope.

—En serio que lo lamento —escupí amargado —. Se que es mi culpa, no crees que al menos me siento culpable. Tenme empatía por lo menos, Liam. Si no la hubiera llevado a ese maldito campamento ella jamás...

—¡Estoy harto! —tiro café al suelo desesperado. Agarro su cabeza jalando de su cabello y su respiración se volvió poco apoco agitada —¡Es tu error, no digas que lo lamentas cuando no es cierto! ¡O sino la hubieras detenido a que tomara eso! —se levantó. Evite su mirada acusadora, las lágrimas estaban al borde de salir y no existía alguna palabra que cubriera todos mis errores.

Era mi culpa, yo le hice esto. Ya era algo que me lo estuve repitiendo por varias horas, hasta llegué a creérmelo. Ella confió en mi y yo no confié lo suficiente. 

—No te cubriré más, estás solo en esto. Ya no seré el que aguanta todo. —mascullo marchándose en el angosto pasillo del hospital.

Suspire.

Él tenía la razón. Era un asco como su mejor amigo, no, era más que eso. Esta vez no solo le fallé a ella. Me fallé a mí mismo como persona, decepcione a tanta gente.

«Fueron las drogas, no fue tu culpa.»

Ella no me quiso dejar solo en esto. Doménica siempre mantenía esa política de: "Correremos juntos. "

Ahora que lo pienso, es como si ella abandonara todo su mundo para salvarme, pero en consecuencia ambos nos hundimos en el mío.

—¡Desgraciado! —por instinto me levanté al escuchar su voz. El acto fue tan rápido que no lo vi venir. Él golpeó mi mentón con la satisfacción del que dolor que fue instantáneo.

—Ahhh —sostuve la parte adolorida entre mis manos —, señor Albert, lo puedo explicar... yo le puedo —una cachetada áspera impacto mi mejilla, dejándola roja con unas pequeñas huellas de un anillo.

Se trataba de la mamá de Doménica quien palpo su mano en mi mejilla. Sus ojos llorosos y su voz quebrada me confirmaron que la noticia ya les había llegado a ambos. El señor Albert mantenía una postura firme siendo el soporte de su esposa.

No puedo explicar lo tan basura y miserable que me siento. Los padres de Doménica eran unidos a ella. La quieren tanto que su mundo también fue destruido ante esta noticia. Es su única hija...

—Me decepcionante Allan, confié en ti, solo... solo —comenzó a llorar, se abstenido en hablar pues las lágrimas jugaban en su contra. Enjaguo con un paño sus ojos, en un intento de mostrar autoridad.  —Ninguna palabra hará que las cosas cambien ni que los hechos sean borrados. Allan yo te estimo mucho, a ti y a Liam, no obstante, me decepcionaste y no puedo borrar esa llamada de mi cabeza, yo lo siento mucho. Necesito estar a su lado, soy su mamá. —anunció.

—¡Allan! —agarro del cuello de mi camisa acercándose, él lucia furioso, lleno de resentimientos. Me soltó de repente, mientras su rostro estaba contra mi pecho con pequeños sollozos floreciendo. —¿Qué le hiciste? —Su voz se quebró, junto a algo en su interior. El hombre fuerte se encontraba llorando contra mi hombro —dime... ¿Qué le hiciste a mi bebé?

«Mi bebé, si, Dome es mi bebé.»

Al final. Los diecisiete nunca fue una buena edad para mí, ni para Doménica, ni para nadie.

Pues aquí comienza todo, esto no es el final sino el comienzo de mi desastre titulado como vida.

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/ S t a r t/

Un mes después de los diecisiete.

¿Y si te digo que te extraño? [EN REVISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora