Capítulo 10

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Capítulo 10

Celos

La práctica de básquetbol fue breve, ya que la entrenadora tenía una importante reunión con el director para hablar sobre ciertos detalles acerca del próximo encuentro deportivo, el cual ponía de nervios a todo el equipo. Me despedí de los chicos para dar el trote hasta Doménica que mantenía su puesto de mi chofer personal con soborno de helado de fresas.

Con respecto a la pregunta ella quiso topar el tema, pero no se lo permití. A veces la ignorancia es mejor que saber, porque de tanto error me he dado cuenta que la curiosidad puede lastimarte bastante.

Preferí seguir siendo un ignorante enamorado. Y es tonto, lo sé. Pero no puedo renunciar a ella.

—¡Hey Allan! —grito Pablo. Voltee a verlo con una media sonrisa en mis labios. —¡¿Te gusto mi acto?!

Rei divertido por recordar lo que había pasado ayer en la cafetería. El video se hizo bastante popular en las redes sociales, ya mismo cruzaba los diez mil likes, y no me sorprendería que saliera uno de estos días en los periódicos como noticia local.

—Simplemente fantástica, ¿sería mucho atrevimiento llevarte en mi auto? —Doménica me dio un codazo advirtiendo con la mirada. Arrugue las cejas confundido ante su actitud extraña.

—Ni siquiera tienes auto —murmuro en un resoplido.

Pase mi brazo alrededor de ella. Doménica hizo el amago de taparse la nariz, mientras yo a propósito seguía abrazándola aún más contra mi cuerpo.

—¡Estas sudado Allan! —Chillo dando pequeños empujones a mi cuerpo para que saliera. Después de unos cuantos la solté entre risas.

—Tranquila, es broma. No es mi culpa que no tengas sentido del humor —bromee.

Abrió la boca sorprendida, cerró poco sus ojos comentando: —Falacias, son muy buena en eso. Mis chistes son los mejores. —negué con la cabeza.

—Estas a chinando tus ojos, haces eso cuando mientes —reí de nuevo —, ni siquiera tú te lo crees. Hemos llegado fresita ¿Qué helado pedirás hoy?

Su camioneta verde estaba estacionada junto a las otras que pertenecían a algunos del equipo. Pero, había algo en particular, mejor dicho, alguien. Anabel se encontraba recostada repasando su lápiz labial.

Me alegre de encontrarla de nuevo, así que no mentiré que estaba emocionado. Con su trenza bien hecha y pequeñas flores en ella, su vestido celeste sin estampado, figando toda su concentración a lo que estaba haciendo, una pequeña dama.

—¿Quién es?

—Uh-Uh. Una amiga. —Fui inconsciente cuando vi Anabel, olvidando por completo de que Doménica seguía a mi lado. Sintiendo nuestras miradas, nuestros ojos se encontraron. Revolví mi cabello sudado, con extraños nervios por tener a ambas en el mismo sitio.

—¡Allan! —corrió a mis brazos. Le correspondí el abrazo. Cuando se separó, tenía una sonrisa sonriendo —¡Whou, sí que estas sudado! Me alegra verte. —Sus manos estaban sobre las mías. —¡Que músculos! Sigues igual.

Me separé por completo. Doménica apretaba los puños a los costados junto a sus labios en una línea recta, ¿está molesta? No ¿estará celosa?

—Hola Ana —sonreí. —¿viniste a ver a Pedro?

—Ah, claro. Prometió llevarme al dentista hoy. Se viene un nuevo color. —Me guiño el ojo.

—Aun lo tienes en amenaza, eh —asintió. Pellizque su nariz riendo —, niña lista. Deberías enseñarme eso.

Negó con la cabeza. Agarro mi brazo jalándome un poco más a ella. —Son los secretos de una dama. Cierto ¿quién es doña perfección? Me mata con esa mirada. —señalo con discreción a Doménica.

—Es Doménica.

Abrió la boca sorprendida. Asintió comprendiendo la situación de cierta forma.

—¿Ya están juntos? —negué con la cabeza, soltó un suspiro.

Un sonido de bocina nos interrumpió. Pedro saco la mitad de su cuerpo por la ventanilla. —Vamos Anabel, no estés coqueteando.

Puso los ojos en blanco. —Cállate señor corto de abajo.

No evite reírme. Pedro sonrojado se ocultó en el auto. Quién lo diría, su prima lo conoce muy bien.

—Bueno, Allan. Adiós —beso mi mejilla corriendo antes que la reprendiera por eso. En verdad es una niña lista. Sonreí para mis adentros despidiéndome un gesto de mano de Pedro.

Otra bocina sonó. Era la camioneta verde de Doménica. No me había figado que ya se había ido a subir. Sin más subí, y me abroché el cinturón. Al hacerlo espere que arrancara, pero no lo hizo. Sus manos asfixiaban al volante. Chasquido los dientes, desabrocho su cinturón de seguridad ¿se iba a bajar? Fruncia el ceño, está enojada.

En seguida. Agarro el cuello de mi camisa acercando nuestros rostros.

—¿Quién es ella? Pensé que no teníamos secretos, Allan.

—¿Qué te pasa, Dome?

«Claro. Tú puedes ocultarle cualquier cosa menos yo. Esto no es así.»

Molesto el empuje suave para alejarla de mí. —Sí, se nota. ¿Cuándo planeabas contarme lo de Liam?

—¡Que no era lo que parece! Le estaba ayudando. —Exclamó furiosa.

—Si, se nota. —pase los ojos en blanco cruzándome de brazos. —Espero que te haiga gustado, ¡Al menos dime la verdad! —exigí. —¿Por qué debo ser yo quien debe explicaciones de lo que hace o deja de hacer?

—No me comprenderías...

Estoy enojado. Y me odio por eso.

—¡Solo dilo, Miss Queen!

—¡Estoy celosa!

¿Qué? ¿De qué está hablando? ¿Celosa? ¿De qué o qué? ¿De mi? Sintió celos al verme con Anabel.

—Cuando te vi con esa chica no se...

No pude resistirme, sus labios me atraían como un imán, intenté robarle un beso como un tonto iluso, pero ella puso su mano como barrera. Joder. Lo seguía arruinando, solo por mis impulsos deje de escuchar a mi cabeza. No espero perdón por esto. Que mierda.

—No así no —evito mi mirada. Maldije por lo debajo —. Solo somos amigos Allan. No podemos cruzar eso, somos un desastre, solo míranos.

Abrocho su cinturón y dio marcha al auto. Ese incómodo silencio fue horrible, sin imaginar esta amistad está en la cuerda floja.

«Solo somos amigos.»

Yo también creí eso.

Un mes antes de los diecisiete.

¿Y si te digo que te extraño? [EN REVISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora