O18

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(editado)

No se movió ni respondió cuando llamaron a la puerta, seguro era alguien del servicio que venía a dejarle el desayuno

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No se movió ni respondió cuando llamaron a la puerta, seguro era alguien del servicio que venía a dejarle el desayuno. Aquello se había repetido durante una semana, al igual que sus reacciones y respuestas.

— El desayuno, joven —le dijo la chica con voz suave, sintiendo pena.

— Gracias —fue lo único que dijo, lo que respondía en cada ocasión.

Ella miró su espalda unos segundos, reteniendo las ganas de ayudarlo de alguna forma, sintiendo pena y angustia al verlo así. Todos estaban igual en la casa, puesto que el sonriente y amable Jaemin llevaba una semana sin salir de su cuarto.
Tampoco estaba comiendo, porque luego iban a buscar las cosas y todo seguía igual, intacto. A esas alturas ya estaban sumamente preocupados, porque se daban cuenta que el pelinegro realmente estaba cayendo en un pozo depresivo tremendo.

Se la pasaba acostado y dormía todo el día. Las únicas veces que se levantaba de la cama era para bañarse, pero luego volvía a echarse en la cama.
Se veía totalmente demacrado, casi enfermo, o quizá lo estaba. No dudaban de su anemia, porque de hecho estaba demasiado pálido, incluso estaban seguros de que perdía peso a pasos agigantados.

Su madre ya no sabía qué hacer. Le había hablado, pidiéndole que se levantara y comiera algo, pero simplemente no conseguía nada.
Era increíble el cambio repentino, porque Jaemin pasó de la felicidad extrema a la tristeza agonizante en pocos días, y aquello tenía preocupados a todos en la casa.

Escuchó cerrarse la puerta, pero de igual forma continuó estático en su posición, tapado hasta la cabeza, con la vista fija en el balcón y la mente perdida en otro lado. Ni siquiera le prestaba atención a su estómago sonando exigente, demandando por el alimento que llevaba días sin darle. Ni siquiera el vacío interior llamaba su atención, porque de hecho parecía estar mentalmente en otro lado. No era conciente de la preocupación ajena o de su estado físico que cada día era más deplorable, aunque no tanto como el emocional.

Emocionalmente, estaba destruido, y no le estaba importando. Mejor dicho, nada le estaba importando, ni preocupar a su madre, ni comer algo, ni estirar las piernas, nada.
Hace tiempo había dejado de preocuparse por sí mismo, pero al menos había tenido una razón para mantenerse de pie y alegre, ahora ni eso. La persona que lo hacía seguir adelante lo había abandonado, así que ahora ya no le estaba importando nada.

Prácticamente, se había entregado a la depresión en el momento que el castaño lo abandonó.

Se removió un poco en la cama, sólo para deslizar sus brazos fuera de las mangas de su prenda y abrazarse a sí mismo, a la vez que, de alguna forma, sentía que ese suéter gris lo abrazaba y trataba de mantenerlo cálido.
Cerró los ojos y pensó que era Jeno quien lo estaba abrazando, pero no le duró mucho el juego mental porque de alguna manera su propio subconsciente lo hacía despertar, recordándole que Jeno nunca volvería a abrazarlo.

Se estaba volviendo tan negativo y destructivo consigo mismo que su propia mente le recordaba una y otra vez su realidad, haciéndose daño y haciendo más tortuosa y dolorosa la mísera en la que estaba hundido. En la que se hundía solo.

Ya no lloraba, había dejado de hacerlo hace unos días. Quizá ya había llorado todas sus lágrimas o tal vez sólo se dio cuenta que no le servía de nada. Por momentos, quería sonreír, porque recordaba que Jeno odiaba que llorara, y si ahora supiera que llevaba días sin hacerlo seguramente se alegraría, o hasta lo felicitaría.

— ¿Hijo? —llamó suavemente su madre, asomándose por la puerta. No recibió respuesta ni movimiento alguno, así que suspiró y entró, cerrando nuevamente. Fue hasta la cama y se sentó —. Es tu desayuno favorito.

— No tengo hambre.

— Anoche no cenaste tampoco —recordó con pena, pero igual que antes, no obtuvo respuesta —. Jaemin, estoy preocupada. Cielo, no me gusta que estés así.

— Entonces no vengas a mi cuarto —dijo seco.

La mujer frunció el ceño, comenzando a molestarse.

— Jaemin, más respeto, soy tu madre.

Entonces, el pelinegro se volteó y la miró casi despectivamente, asustándola.

— Y yo tu hijo, ¿me dejas ahogarme en paz en mi asquerosa miseria ? —espetó con odio.

— ¿Qué has dicho?

— Que me dejes ahogarme en mi asquerosa miseria —repitió entre dientes.

No demoró en levantarse de la cama y rodearla hasta quedar al lado del menor. Le quitó el cobertor de encima, dejando a la vista su pantalón pijama junto a ese suéter oscuro y apagado que le había comprado hace tiempo por petición de él, y enseguida lo hizo levantar de la cama.

— Ya me harté. Vas a comer, vas a salir de aquí y comenzarás a ir a clases, ¿entendiste? Ya es suficiente, Jaemin —exclamó con rabia mientras lo hacía ir hasta el escritorio para que comiera.

El morocho no dijo nada, dejó que lo llevara hasta la bandeja, pero en el momento que estuvo enfrente, no controló sus impulsos. No, ni siquiera lo intentó.
Sin pensarlo dos veces arrojó las cosas contra la pared, dejando el desastre.

— ¡No quiero comer! ¡No quiero ir a clases! ¡Tampoco quiero que vengas a molestarme! —gritó por fin, con la vena de su cuello marcada y el rostro pálido volviéndose rojo de furia —, ¡¿tanto te cuesta entender qué quiero morirme a la mierda?! ¡Déjame solo! —finalizó, y enseguida abrió la puerta y tuvo intenciones de empujarla fuera de su cuarto, pero un repentino mareo lo atacó y al final terminó sosteniéndose del escritorio.

Ella salió de la impresión cuando lo vio así, no dudó en acercarse para verlo bien, pero sólo recibió un manotazo del chico.

— Estoy bien —masculló. Bajó la vista un momento y suspiró —. Sólo déjame solo. Es lo mejor que puedes hacer ahora, ma —murmuró.

Comenzó a caminar nuevamente a la cama, pero en el paso se tropezó y casi terminó en el suelo, sin embargo alcanzó a estabilizarse. Maldijo por lo bajo y volvió a tirarse en la cama, tapándose hasta la cabeza otra vez.
Su madre lo miró con lágrimas en los ojos, porque definitivamente algo andaba mal con su hijo; nunca le había gritado ni hecho lo que acababa de hacer, además que estaba tan débil que apenas y podía caminar.

No dijo nada, salió del cuarto con la idea fija de llamar a un médico para que viniera a verlo. De una u otra forma ayudaría a su hijo.

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falsa inocencia ♡ nomin ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora