DÍA DE LAS MADRES

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Mori había habilitado una habitación para el Soukoku, donde podrían vivir y quedarse cuántas veces quieran además de tener su propio hogar.
Era de noche y Chūya y Dazai habían decidido quedarse a dormir ahí.
Duchaban a los niños en una bañera para bebés, con agua y espuma. Atsushi parecía disfrutar ese baño, pero Ryūnosuke era todo lo contrario. El azabache se quejaba y quería salir de ahí lo antes posible. Odiaba los baños.

El Soukoku había intercambiado a los niños durante el baño. Chūya enjabonaba la cabellera de Ryū, mientras que Dazai bañaba a Atsushi, cosa que resultaba mucho más fácil.

— Vamos, Ryūnosuke. El agua está tibia, no va a matarte.

Decía el pelirrojo, teniendo dificultades para bañar a su hijo mayor. Ryū derramaba lágrimas y miraba a Dazai, detestando el momento en que su padre le prestara más atención a Atsushi que a él.

— ¡Agua no! ¡Mojado no!

Decía en sus quejas, negando con la cabeza un par de veces para hacerle más imposible el trabajo a Chūya. El de sombrero, molesto y sin mucha paciencia, sacó al desnudo de Ryū del agua para ponerlo en evidencia y hacerle sentir vergüenza y pena por su odio al agua.
Ryū, avergonzado, soltó el llanto y comenzó a patalear y a agitar sus brazos. Chūya lo regresó al agua.

— Sigue quejándote, y te irá peor.

Amenazó.

— Oye, Chūya. A mi Ryū no vas a tratarlo así. Yo no estoy avergonzando a Atsushi-kun.

Ahora fue Dazai quien se quejó. Envolvía al aseado de Atsushi en una toalla con gorrito de tigre, sosteniéndolo en brazos y apoyando una de sus manos en la espalda del niño.

— ¡Tienes muy maleducado a Ryū, Dazai! ¡Yo no quiero hijos tan idiotas como tú! ¡Me toca criarlo a mi manera así que intercambiemos durante una semana!

Propuso. Finalmente terminó el baño del no muy contento Ryūnosuke, y también lo envolvió en una toalla. Ambos niños fueron llevados a la cama para posteriormente ser recostados y recibir talco con aroma delicioso.

Atsushi le sonreía a Dazai de manera tierna y amigable, mientras que Ryū... Ryū sólo miraba sin expresión a Chūya, serio y con el ceño fruncido, como si estuviese enojado.

En fin, eran una familia extraña.

Al día siguiente, se celebraban a las madres...

Chūya despertó, levantándose de la cama y notar que estaba solo. Ni Dazai ni los niños. Nadie estaba en la habitación. Le pareció extraño y ni siquiera venía por su mente que él debía ser festejado ese día. Sólo pensó en Kouyou, quien siempre fue una madre para él desde el inicio de su existencia.

Se vistió como comúnmente lo hace, y salió de la habitación asignada, para dirigirse a dónde posiblemente se encontraba Kouyou. Ahí estaba, acomodando un hermoso arreglo de flores y una habitación con globos y regalos, como si planearan una fiesta de cumpleaños.

Se acercó.

— Anee-san, esto...pues...

Estaba sonrojado, tenía un poco de pena en decirlo pero lo haría. No era muy propio de él, pero se atrevió a abrazar a la mujer ignorando su pena del momento.

— Feliz día de las madres, Anee-san...

Kouyou rió un poco, correspondiendo al abrazo.

— Pero yo no soy madre, Chūya.

Se separó del abrazo, sonriendo al menor y entregándole un ramo de flores hermosas.

— Felicidades a tí, que sí eres madre.

FAMILIA IMPROVISADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora