Familia Unida

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Después de lidiar durante varios minutos con Fyodor y sus ayudantes, y de haberle conseguido un corazón a Fredeck, Dazai y Chuuya regresaban a Japón en un vuelo nocturno.
Se encontraban sentados uno al otro, recargados en sus asientos y muy cansados por el largo y ajetreado día.
El pelirrojo recargaba su cabeza en uno de los hombros de Dazai, era el más agotado al haber utilizado su habilidad en modo corrupto, lo que gastaba mayor energía.

— Chuuya. Cuéntame más detalles. ¿Con un tercero te referías a que tendremos otro bebé?

Cuestionaba soñoliento. El pelirrojo apenas podía mantener sus ojos abiertos. Tenía bastante sueño y Dazai no lo dejaba dormir. Si bien, le permitía recargarse en su hombro para descansar, seguía sacándole un nuevo tema de conversación, pues lo había extrañado mucho.

— Ya te dije que sí. Este será el primer bebé que hicimos directamente, y el primero que está desarrollándose en mi interior y no en una esfera Arahabaki. Ahora, ¿podrías dejarme dormir? No es fácil haber venido a salvarte, buscar un corazón compatible, dejar a mis hijos con Mori-san, usar la corrupción y cargar con un mocoso dentro. Necesito descanso.

Se dió media vuelta, viendo hacia Dazai, acomodando sus manos juntas y poniendo su cabeza sobre ellas. El castaño sonrió con ternura, se quitó su suéter y cubrió a Chuuya con el mismo.

— Descansa, Chuuya.

×××

Después de varias horas de sueño, aterrizaban en el país del Sol Naciente, llegando de noche a este lugar. No llevaban maletas, puesto a que el viaje era rápido y así lo había planeado Chuuya, en cuanto a Dazai, tampoco pudo llevarse nada al ir a Rusia.

Llegaban a la Sede de la Port Mafia, donde los niños estaban al cuidado de Mori, durmiendo, o eso parecía ser al momento en que entraban a la habitación.

— Vamos en silencio, Chuuya—. Susurró Dazai, caminando sigilosamente de no despertar a Mori, quien dormía en la cama de al lado, pero accidentalmente, pisó un patito de hule y éste soltó un chillido.

— Oh, llegaron. Me alegra que estés bien, Dazai-kun—. Dijo Mori, despertando y sentándose en la cama en la que había estado durmiendo.

— Gracias. Mori-san, gracias a usted por cuidar de mis pequeños—. Agradeció el de vendas, tomando a Ryūnosuke en brazos cuidadosamente.
Chuuya tomaba a Atsushi. Ambos llegaban una mochila con las cosas de cada niño.

— Mori-san, muchas gracias—. Ahora fue Chuuya quien agradeció.

Salieron de la sede de la mafia, y tomaron camino hacia su hogar, disfrutando de las tranquilas calles nocturnas, y de su compañía.

Ryūnosuke despertaba con el movimiento de traslado. Iba en los brazos de su padre, recargando su cabeza en uno de sus hombros. Abría sus ojos lentamente y miraba que se alejaba de lo que estaba frente a él: en conclusión, alguien lo llevaba en brazos.

— ¡Papá! ¡Papi!—. Gritó asustado, aún cuando tenía algunos días sin ver a Dazai, seguía mencionándolo antes que a Chuuya. Se retorcía para ver a los lados, y saber quién lo cargaba.

— Tranquilo, sí soy yo, Ryū-kun.

Palmeaba su espalda para calmarlo, pues estaba por llorar y nadie quería eso. Sería problemático que los llantos de un niño molestaran a alguna persona que estuviera en algún lugar de las calles, por donde ellos caminaban.

FAMILIA IMPROVISADAWhere stories live. Discover now