¿Padres o abuelos?

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Odasaku y Kouyou se habían llevado a sus pequeños nietos a casa de la mujer. Atsushi estaba un poco asustado de no ver a Chūya cerca, y en cuanto a Ryū, él se entretenía mirando caricaturas en la televisión, mientras abrazaba su tan apreciado peluche de Rashōmon.

- Kouyou, son un par de angelitos. Chūya-kun y mi Osamu-kun tiene dos grandes bendiciones en sus vidas. Es admirable que siendo tan jóvenes hayan aceptado criarlos y tomado la responsabilidad.

Decía Oda, desempacando unos juguetes que podrían entretener al pequeño de cabellera gris que Kouyou traía en sus brazos.

Entregó el juguete al niño, y la pelirroja lo bajó al suelo. Pronto, Atsushi fue hacia el sofá dónde Ryū disfrutaba de la caricatura, subió al sillón con ayuda de su hermano, y se sentó junto a él.

- Nuestros hijos son muy maduros en ese aspecto, Saku. Quiero que sepas, que aunque seas madre como yo, quiero que ambos podamos unir nuestras vidas y ver a nuestros hijos y nietos crecer... y tal vez... Tener nuestros propios bebés...

Decía con seriedad. Se acercó al otro adulto y se situó a su lado, tomando una de sus manos y recargando su cabeza en el hombro del hombre. Oda se sonrojó, sonrió nervioso y apenas lograba entenderlo. ¿Por qué Kouyou se comportaba tan cariñosa con él?

- ¿A qué te refieres?

Preguntó, armándose de valor.

- Parece que tardas en atrapar las indirectas. Estoy enamorada de tí, Sakunosuke. Desde hace tiempo. Espero... Que nuestros pasados no afecten el presente y el futuro de lo que podría ser...

Oda la sujetó de los hombros, frente a ella. Se atrevió a mirarle a los ojos con seriedad. Se sentía mal por su pasado, su terrible pasado en su adolescencia cuando Fyodor le hizo mucho daño y fue obligado a darle la vida a cierto joven castaño, del que ahora estaba orgulloso.
Sería raro para él convertirse en padre, cuando toda su vida fue madre y sin tener a su hijo cerca.

Pero Kouyou también había llamado su atención desde meses atrás, estaba enamorado de ella y verla tan feliz, lo hacía feliz también.

Sin pensarlo mucho, se aproximó a sus labios para besarlos con ternura y cariño. Un beso corto y rápido.

- Estoy enamorado de la maravillosa mujer que eres, Kouyou. En realidad, a mí nunca me gustaron los hombres, y el padre de Osamu no tiene nada que ver conmigo. Siempre supe que llegaría el momento en que conocería a la mujer ideal para mí. Y ese momento ha llegado. Está aquí. Estoy feliz.

Mientras tanto, Chūya y Dazai habían ido a cenar en un puesto de ramen callejero, cercano al lugar de los fuegos artificiales. Era una noche romántica, y sin sus pequeños traviesos.

Todo circulaba tranquilo, hasta que los fans de SK Soukoku seguían identificándolos en las calles, y les pedían fotos o autógrafos, lo que resultaba molesto y a la vez placentero para ambos.

Lidiaban con todo ello hasta quedarse a solas, en un lugar alejado de los demás, al aire libre. Sentados en una banca y mirando las estrellas del cielo nocturno.

- Chūya, ¿la estás pasando bien?

Preguntó sonriente. Decidió recostarse sobre el césped de hermoso color verde, mirando al cielo.

- Sí pero, ¡Oye! ¿No se suponía que esto era una cita? ¿Por qué no vienes a la banca?

Se quejó. Dazai sonrió.

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