¿Esto es amor?

3.4K 454 242
                                    

"Los colores de los cascarones de los niños del Arahabaki indican el color del cabello que éstos niños tendrán. Un nuevo cascarón de Arahabaki de color castaño de una mitad, y anaranjado de la otra, indicaban una cosa: gemelos, mellizos de distinto color de cabello. Fue tan extraño lo poco que duraron ahí, pues no tardaron ni dos minutos cuando el cascarón Arahabaki y los diminutos humanos que empezarían a formarse desaparecieron"

Estas fueron las palabras que el anciano de la anulación del Arahabaki le dijo a Dazai en una llamada telefónica.

La pareja del doble negro Soukoku junto con la pequeña pareja Shin Soukoku, regresaron a casa algo heridos, pero con vida.
Dazai no había tenido otra opción mas que anular la forma corrupta del poder de Chuuya, pero antes de hacerlo, tuvo la idea de ponerse guantes en sus manos, pues según él, de esa manera no crearía a una nueva criatura en los Arahabakis de Chuuya, y extrañamente había funcionado. Encontró una forma de detener la corrupción de Chuuya las veces que fuera necesario sin traer al mundo nuevos niños. De no haber utilizado sus guantes "protectores", sería el futuro padre de un par de mellizos y de cuatro niños a sus escasos 18 años. Fatal para un par de mafiosos que ni siquiera son pareja.

— Chuuya. ¿Te sientes mejor?—. Preguntó curioso. Daba un delicado baño al niño del Rashōmon, evitando lastimar sus heridas.

Ryūnosuke nunca lloraba al momento del baño, pero esta vez, su llanto no cesaba, sentía dolor en todo su cuerpo. Sus heridas frescas y recientes ardían y dolían demasiado para un niño de casi tres años.
Dazai usaba una nueva esponja mucho más suave para enjabonar al menor pero incluso lo suave le molestaba.

— No estoy bien. Primero calla al mocoso de Ryū. Es molesto—. Respondió fastidiado. Se las arreglaba para dar un baño al más pequeño, que también lloraba por sus heridas, las cuales eran mucho menos que las de su hermano mayor.

& Si puedes callar al bebé Atsushi primero—. Contestó el vendado, sentando a Ryū dentro de un recipiente con agua. Le entregó un patito de hule, queriendo distraerlo.
— Mira el patito, Ryū-kun. Quiere darse un baño contigo.

— ¡No! ¡Papá, duele mucho!—. Decía entre llantos, lanzando al patito lejos de él.

— Lo sé, mi vida. Pero así es la vida de los mafiosos—. Dijo.

Chuuya lo observaba con asombro y ternura. Amaba la manera en que Dazai trataba a los niños, a sus hijos, y le dolía el sufrimiento de esos pequeños bebés sólo por ser hijos de un par de mafiosos. Amaba a la Port Mafia, le gustaba su trabajo, pero si este trabajo dañaría a sus hijos, pensaba en dejarlo aún si su felicidad se viera averiada por esto.
Aunque no lo demostraba, Chuuya tenía fuertes sentimientos hacia sus hijos y hacia el padre de éstos. Pero su orgullo no le permitía demostrarlo. Sólo seguía siendo Chuuya Nakahara, un ejecutivo más de la Port Mafia con el gran secreto de ser padre, y de estar enamorado del líder Dazai.

— Eres muy cursi, Dazai. Te ves ridículo—. Opinó. Envolvía a Atsushi en una toalla para bebé, la cual también podía envolver su cabeza con un gorrito.
Caminaba hacia la cama para secar mejor y vestir al peligris, quien ya había calmado su llanto.

— Con los niños hay que ser cursis, Chuuya. Son niños pequeños. Deben sentirse amados por sus padres. Y ¿Qué crees? Somos sus padres—. Respondió. Sonreía.

Miró como Ryūnosuke ponía sus manitas sobre sus cejas, cosa que le pareció extraño. El niño no había dejado de llorar, así que apartó las manos del menor, y miró aquello que lo asustó y lo hizo sentir el peor de los padres.

— Chuuya...—. Dijo con seriedad.

— ¿Qué quieres?—. Preguntó desde la cama. Ponía el pañal a Atsushi; éste pataleaba y le hacía la tarea más complicada al pelirrojo.

— Ryū-kun recibió un rayo de descarga eléctrica de ese hombre en la frente y cerca de los ojos... Este niño no ha dejado de cubrir esa zona desde que llegamos... Ryūnosuke perdió sus cejas y es muy probable que no le crezcan jamás...

— ¡¡¿Ehhh?!!

Chuuya movió a Atsushi más al centro de la cama, para ir a revisar al pelinegro, que aún lloraba. Una misión de la Port Mafia había lastimado y arruinado la vida del niño mayor. Le preocupaba el bullying que podría sufrir ese niño al estar en edad escolar, sólo por no tener cejas. Era seguro que se burlarían de él.

— ¿Te duele mucho? ¿Dónde más te duele?—. Interrogaba revisando al niño, quien poco a poco bajaba la intensidad de su llanto. — ¿Qué puedo hacer por tí, Ryū?

Lo secaba, observando el lastimado cuerpo del pequeño pelinegro.

— Debemos dejar la Port Mafia, Chuuya. O al menos es lo que yo haré—. Dijo Dazai con seriedad, caminando hacia donde Atsushi se encontraba y dándole un biberón al mismo tiempo que se recostaba junto a él y acariciaba su cabello gris.
— Si Mori se entera de que somos padres, seguramente pensará que esos niños tienen poderes sorprendentes, y no se equivoca. Él los querrá para la mafia y yo... No puedo permitir que sufran como hoy. Los niños no deben crecer en un lugar como la mafia. Busquemos otro trabajo mañana mismo.

Un silencio reinó dentro de la casa del castaño, hasta que Chuuya tuvo algo para decir.

— En verdad... Me gusta ser un ejecutivo de la Port Mafia... Me hubiera gustado ser un líder como tú... Pero si dejar la mafia es lo mejor para estos inoportunos mocosos, estoy dispuesto a hacerlo—. Respondió seriamente no muy convencido con sus palabras.
Vestía a Ryūnosuke, cuidadosamente de no lastimarlo más.

— ¡Chuuuuuyaaaa! Nunca pensé que serías tan buena madre—. Dijo alegremente.
— ¡Gracias por comprenderme!—. Se levantó de la cama y fue hacia el pelirrojo para abrazarlo empalagosamente.

— ¡Quita esa cara de idiota, Dazai! ¡No lo hago por tí, sino por los mocosos!—. Corrigió. Quería apartar al castaño pero éste era demasiado terco. Lo abrazaba con una dulzura tan fastidiable para él (Chuuya).
— ¡Suéltame! ¡Vas a lastimar a Ryū!

El pelinegro, al ver que sus padres "se abrazaban", decidió ir la cama luego de haber sido vestido por Chuuya. Apenas podía levantar su pierna para subir, y se sujetaba con sus manos de la colchoneta de la cama, no lograba subir pero no se rendía fácilmente.

— Chuuya, ¿me amas? ¿Podemos ir a dormir a tu casa hoy?—. Decía en su oído.

— ¡¡C-Claro que no!! ¡¡Seguro quieres jugar sucio, Dazai!! ¡¡No estoy interesado en tí!! ¡¡No quiero que seas tú esa persona!!—. Se quejaba. Dazai sonrió, y en un movimiento rápido, se situó frente al pelirrojo y sujetó su barbilla, mirándolo fijamente a los ojos.

— D-Dazai...—. No podía evitar corresponderle en esa mirada.

— Estoy enamorado de tí—. Confesó, una vez más, provocando sonrojo en el más bajo. Dazai se acercaba a los labios de Chuuya, estaba por besarlo cuando...

— ¡Papá!~

Habló Ryūnosuke, con un nuevo llanto. Atsushi le había lanzado su biberón al pelinegro, golpeando su lastimada frente justo cuando había logrado subir a la cama.

— Estúpido niño llorón—. Murmuró Dazai. Se dió media vuelta y fue a levantar a Ryū.
— ¿Qué ocurrió ahora, pequeño?—. Lo subió a la cama.

— ¡¡E-Ese niño es un llorón, Dazai!! ¡¡¡Me está hartando!!!—. Nueva queja de Chuuya hacia Ryūnosuke. Había descubierto que el niño era demasiado sensible a todo.

— Chuuya. Deja a mi bebé Ryū—. Abrazaba al niño, juntando su nariz con la del menor, distrayéndolo de su llanto.

— Estás consintiendo mucho a ese mocoso. Seguirá siendo un llorón. Deberías dejarlo ya para que se duerma—. Cruzó sus brazos.

— ¿Dejarlo e ir contigo?

— ¡¡N-No es lo que dije!!

FAMILIA IMPROVISADAWhere stories live. Discover now