Dos Pequeños Ángeles Abandonados

5.7K 642 613
                                    

Después de un largo día cerca de la muerte trabajando para la Port Mafia, Dazai, uno de los líderes, y Chuuya, caminaban juntos con destino hacia sus casas, las cuales estaban una al lado de la otra, eran vecinos y aunque "se odiaban", solían ayudarse mutuamente si el otro lo necesitaba.

— Chuuya. Creo que me has hecho esperar demasiado por una respuesta. ¿Debería repetir la pregunta que te hice hace dos semanas?—. Decía Dazai, con un tono de voz cansado y a la vez con cierta desilusión.
Chuuya se sonrojó al instante, recordando aquella tarde en la que Dazai le declaró sus sentimientos, y le propuso ser su novio. Si bien, tenía los mismos sentimientos por el vendado líder de la Port Mafia, no quería demostrarlo, ni aceptar que tenía gustos por lo hombres, siendo Dazai el único al que ama.

— Y-Ya te dije que no tengo una respuesta...—. Contestó nervioso, acomodando su sombrero de modo que el más alto no pudiera notar su sonrojo. Dazai se detuvo.

— ¿No te gusto ni siquiera un poco, Chuuya? He hecho todo lo posible para que tú...te enamoraras de mí... ¿Por qué no puedes corresponderme? ¿Es porque soy hombre, Chuuya, por eso no me aceptas como tu novio?—. Interrogaba con seriedad, evitando derramar lágrimas. Chuuya estaba por sujetar una mano al vendado y darle a entender sus sentimientos, cuando Dazai volvió a caminar. — Intentaré entenderlo...

— D-Dazai, yo...—. Apretaba sus puños, deseando nunca haber tenido esos sentimientos.

— Lo sé, Chuuya. Sé que no te gustan los hombres. Vayamos a casa...

En ese momento, unos llantos de más de un bebé, interrumpieron su cortante conversación, llamando la atención de ambos y llevándolos hacia el lugar de donde provenían.

Un pequeño bebé de cabello gris-plateado y mechón negro, estaba dentro de una caja de cartón, con una carta en su ropita que decía: Atsushi. Seis meses. Nacimiento 5 de mayo. Abandonado por voluntad de los padres.

Junto a él, había un bebé que ya era capaz de pronunciar palabras y de caminar. Tenía cabello negro con mechones blancos. Escaseaba de cejas, lo que resultó extraño para ambos mafiosos. Al igual que con el otro niño, había una carta: Ryūnosuke. Dos años y medio. Nacimiento 1 de marzo. Abandonado por voluntad de los padres.

Ambos lloraban sin consuelo. Habían sido abandonados recientemente y estaban muy asustados, sobretodo Ryūnosuke, quien era un poco más consciente de lo ocurrido.

— Chuuya, ven aquí—. Lo llamó. El pelirrojo se acercó más para apreciar al par de niños que lloraban desamparados.

— ¡¡¿Qué?!! ¡¡¿Y sus padres?!!

— Las cartas fueron escritas por sus padres, Chuuya, estoy seguro de eso. Ellos no quieren a estos niños. También creo que no tienen parentesco. ¿Qué harías tú, Chuuya? Después de verlos aquí solos y desamparados, no es fácil dejarlos como están—. Dijo Dazai, agachándose e intentando ganarse la confianza del niño mayor, quien lo miraba asustado.

— ¡Llevémoslos a la policía!—. Propuso Chuuya con desesperación. Le aterraba la idea de que Dazai tuviera una descabellada propuesta sobre ese par de bebés.

— No podemos hacer eso, Chuuya. Somos mafiosos asesinos, y no debemos ir con la policía. No tenemos remedio, toma al más pequeño y yo me llevaré a este otro bebé—. Tomó a Ryū en brazos y palmeaba su espalda, brindándole protección.
— Tranquilo, pequeño. No estás solo. Papá está aquí.

— ¡¡¿Ehhh?!! ¡¡¿Estás demente?!! ¡¡¿Qué haremos con ellos?!!—. Interrogaba confuso, molesto y aún aterrado.

— Seremos sus padres, Chuuya. Tú serás la mamá—. Respondió con afirmación, provocando sonrojo de vergüenza al de sombrero.

— ¡¡¿Ahhh?!! ¡¡Tenemos dieciocho años, Dazai!! ¡¡¿Y por qué debo ser la madre?!!—. Refunfuñaba con molestia. Sentía que Dazai ya lo estaba tomando como el pasivo de lo que podría ser su relación, y eso Chuuya lo detestaba.

— Porque ese pequeño ya te mira como madre—. Señaló al peligris. El niño se aferraba a Chuuya, y se acurrucaba en su pecho. Se sentía seguro junto a él.

— ¡¿Ehhh?! ¡Oye, niño! ¡¡¿Por qué demonios me quieres tomar por madre?!! ¡¡Soy un hombre ¿no me ves?!! ¡¡Un hombre!!—. Separaba a Atsushi de su pecho, estirando sus brazos y contemplándolo de frente.

El pequeño peligris había dejado de llorar. Sonreía al ver a Chuuya y parecía emocionado de estar en los brazos de éste, aun cuando era un completo desconocido para él. El niño estiraba sus brazos hacia el pelirrojo, queriendo alcanzar su cara.

— Deberías dejarte amar, Chuuya. Te pierdes de mucho. Mira como Atsushi-kun está tan feliz de verte. Él seguro te quiere como madre—. Convencía. Sintió que el pelinegro lo abrazaba con fuerza en una de sus piernas.
— ¿Eh?

— N-No puedo aceptarlo tan fácilmente... Es difícil para mí... ¿Cómo podría ser madre si soy un hombre, Dazai? Eso es estúpido—. Continuaba quejándose, pero estaba aceptando un poco al bebé más pequeño.

— Vayamos a casa, Chuuya. Llévate al pequeñín, y yo me llevaré a Ryū-kun. De ahora en adelante seremos sus padres, tú serás la madre y yo el padre ¡Y no hay pretextos!—. Dijo con autoridad, levantando a Ryūnosuke en brazos y continuando su camino a casa, seguido por el molesto pelirrojo.

Después de varios minutos, finalmente llegaron a su destino. Una casa al lado de la otra había resultado mucho mejor de lo esperado. Ahora tenían un par de niños de los que ambos se harían cargo, y esa pared que separaba ambas casas estorbaría de mil maneras.
Por cuestiones del cariño que los niños les habían tomado en pocos minutos, Chuuya se llevó a Atsushi a su casa, mientras que Dazai se quedó con Ryūnosuke. Pasarían la noche de esa manera en casa separadas, pero al día siguiente, tenían planeado ganarse la confianza del otro niño, bueno, al menos esos eran los planes del suicida.

— Ryū-kun, te daré una ducha antes de dormir. Sé buen niño y compórtate bien con papá, ¿está bien?—. Le hablaba con cariño. El pelinegro tocaba su barriga, indicando que tenía hambre.

— Comer—. Dijo. Comenzó a llorar.

Mientras tanto, Chuuya...

Atsushi lloraba. Estaba incómodo por traer su pañal sucio, y eso a Chuuya le daba mucho asco, además de no tener pañales para ponerle.

— ¡¡Idiota Dazai!! ¡¡¿Por qué me obliga a hacer cosas que no quiero?!! ¡¡¿Y por qué demonios le obedecí?!!—. Tomó a Atsushi en brazos y fue hacia la casa de Dazai, tocando la puerta desesperadamente.

Dazai abrió. Tenía a Ryūnosuke envuelto en una toalla, recién bañado.

— ¡¡Este mocoso requiere de pañales y no estoy dispuesto a comprar tal cosa, Dazai!! ¡¡Es una vergüenza!!—. Se quejaba. El vendado sonrió.

Dazai fue hacia una de las cajas donde encontraron a los niños, y sacó una bolsa con cinco pañales que pertenecían a Atsushi. Un biberón y una lata de leche en polvo.

— Olvidé darte esto, es de Atsushi-kun. Sé buena madre y no vuelvas a molestarme por algo que también puedes hacer. Descansa, Chuuya—. Entregó las cosas y cerró la puerta.

— Hambie—. Volvió a decir Ryū. Estaba de pie, con una toalla esperando a ser vestido por Dazai.

— Ya voy. Primero te secaré y te pondré la ropa que traías en la caja. Después veremos qué podemos cenar. Sé paciente, ¿serás buen niño?—. Secaba su cabello. Ryūnosuke asintió con la cabeza.

Con Chuuya...

Atsushi pataleaba sobre la cama, tanto, que en un descuido de Chuuya, se acercó mucho a la orilla y cayó al suelo, soltando el llanto al instante.

— ¡¡¿Qué es lo que ocurrió ahora?!!—. Gritó desde la ducha, cansado por la situación que apenas comenzaba.

FAMILIA IMPROVISADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora