Capítulo 10: Ella

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Recuerdo la primera vez que la vi. Recuerdo entender lo que los demás vieron en ella porque parte de mí también lo pensó gracias a la opinión de mis amigos: que era una rara mal vestida, con cara de nada, y cabello demasiado alocado.

Adelante, júzguenme de superficial. Tienen toda la razón. Es más, ya que estamos, agreguen reverendo idiota a la pila de insultos que merezco.

Quisiera poder gritarle a todos lo equivocados que están: sus facciones son delicadas, con su piel pálida, decorada de pequeñas pecas que la hacen aún más hermosa. Tiene una boca tan sensual, que si la miro por demasiado tiempo, no creo poder controlarme. Y su pelo: mis manos se desarman de ganas de tocarlo, de tomar uno de esos mechones endiablados, y oler su aroma a coco y miel.

Alba, con sus curvas peligrosas y su mirada inquisitiva.

Alba, con pechos de morirse, y una sonrisa tan frágil que solo quieres vivir para hacerla reír.

Si hasta sé que tiene un pequeño lunar debajo del hueso de su mandíbula: tiene forma de corazón.

¿Cómo puedes saber tantos detalles, River? Quizás se estén preguntando.

Es que la tengo a milímetros de distancia. Si me inclinara en este segundo, podría besarla. Y no dulcemente. Me muero de hambre por esos labios.

Entonces me doy cuenta de que involuntariamente, mi torso se ha inclinado sobre ella...

«Mierda. Va a pensar que soy un depravado».

Me enderezo rápidamente, pero no puedo alejarme de ella. El silencio se hace parte de nosotros, su expresión es indescifrable.

Vuelvo a observar su rostro, cómo sus pómulos se tiñen de rosa... Mi abuela le pellizcaría las mejillas si la conociera. Mi corazón se acelera de solo imaginarme entrando a mi casa, tomados de la mano. ¿De verdad quiero que mi familia la conozca? La verdad es que sí.

No solo eso, yo quiero conocerla mejor: quiero entender por qué a veces parece desaparecer, mientras su mirada se vuelve tormentosa, y se pierde en el cielo con esos ojos verdes parecen buscar respuestas a preguntas que la carcomen.

Quiero que todo el maldito universo sepa quien es. La verdadera Alba: esta chica que está parada tan cerca que sus latidos son los míos, y que cuando me mira desafiante, logra desarmarme por completo.

En este momento, sin embargo, parece querer encogerse: sus hombros se contraen, y clava la vista en la arena. Sus largas pestañas brillan, no sé si por el agua del lago, o por lágrimas contenidas.

Caigo en la cuenta de que debe de estar asustada. ¿Cómo no me di cuenta antes? Más que eso. Debe de estar aterrada. Quiero abrazarla con todo mi ser, pero temo empeorarlo todo.

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