Capítulo 20: Día especial

661 139 74
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Había un día en particular que adoraba.

Ese día, el sol brillaba solo para mí, y los pájaros gorjeaban fuera de mi ventana como en un dibujito animado, regalándome las canciones más bonitas. Todo era un perfecto cliché.

En ese día me permitían hacer lo que yo quisiera. Mis padres me malcriaban al máximo, y me sentía mimada y especial.

Cuando llegaba mi cumpleaños yo era el centro del universo para ellos, y el mundo giraba en torno mío.

Mamá me cocinaba mi desayuno predilecto: waffles con chantillí y frutillas. Luego, papá me sacaba a pasear sin rumbo fijo, así podíamos jugar a nuestro juego favorito: pasar por casas al azar e inventarnos historias de la gente viviendo en ellas. Él hacía las voces masculinas con un talento nato, y yo me esforzaba en hacer las femeninas. Ya sé que suena tonto, pero realmente me divertía imaginarme como vivían esos extraños.

Por la tarde, sabía que me esperaba una torta de cumpleaños deliciosa, y que mi madre nos dejaría comer todos los trozos que quisiéramos. Hablo en plural porque papá y yo siempre fuimos propensos a las cosas dulces. Mamá disfrutaba viéndonos empalagados de tanto dulce de leche y chocolate.

Cuando Tommy nació y luego Brisa, esta rutina especial no cambió ni un poco: papá se aseguró de que así fuera.

Es domingo, y hoy cumplo diecisiete años

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Es domingo, y hoy cumplo diecisiete años.

Este es mi segundo cumpleaños sin mi padre, y el pecho me arde tanto que me cuesta respirar. El mundo no deja de girar sobre su maldito eje, y detesto los segundos que han pasado, temiendo los que vendrán. Pero entonces, escucho ruidos y risitas en la planta baja y no puedo evitar sonreír. Hay susurros entrecortados también, acompañados de pasos apurados. El entusiasmo por sorprenderme es enternecedor, disminuye un poco el peso de la tristeza que llevo dentro.

Tommy y Brisa irrumpen en mi habitación saltando de pura alegría. No les importa si estoy despierta o no, ni siquiera han pensado en ello. Son todo mejillas regordetas y dedos pegajosos, trepando a mi cama con la torpeza propia del entusiasmo infantil.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora