Capítulo 39: Un jueves con Stormy

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Es jueves, las clases han terminado por hoy, y estoy pedaleando mi vieja bicicleta rumbo a la pastelería de Miss

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Es jueves, las clases han terminado por hoy, y estoy pedaleando mi vieja bicicleta rumbo a la pastelería de Miss. Trouville para encontrarme con Stormy.

Solemos juntarnos a merendar rollos de canela y café con leche.

Son las cuatro y media de la tarde para ser exactos: ya saben como me gusta contar cuando siento que todo se me sale de control. Este tonto hábito ayuda, y mucho.

—¡Hola, belleza! —me saluda irradiando cariño.

Stormy es del tipo de persona que te hace sentir bien solo de mirarla. Es increíble lo unidas que somos, en tan poco tiempo de conocernos. Siento que hace una vida que somos amigas, y eso no tiene precio para mí. Haberla encontrado, o mejor dicho, que ella me haya encontrado aquel día en la fuente, fue una de las mejores cosas que me han sucedido.

Una, porque conocerlo a él fue otro milagro. River... Lo extraño. No he podido juntar coraje para vernos a solas aún.

Sí, lo sé. Quieren acariciarme la cara con una silla ¿verdad? Tienen que entenderme, mi cabeza está jodidamente enredada y mis días todos patas para arriba.

Sigo sin escuchar a mi padre, sigo sin saber qué hacer con toda esta negrura que me desborda.

—Holi, ¿entramos? —Le doy un abrazo a mi amiga, quien enlaza su brazo bajo el mío con una sonrisa.

Damos veinticuatro pasos hasta el mostrador, y trece hasta nuestra mesa de siempre, una vez que terminamos de pagar por nuestra merienda.

El aroma a canela invade la pequeña confitería. Es preciosa, decorada en tonos pasteles con mesas redondas y sillas antiguas. Todo el lugar parece salido de otro siglo, hasta la caja registradora es vintage. Adoro venir. En el centro de la mesa hay un jarrón con un ramo de flores silvestres que me recuerdan las que había a nuestro alrededor en Bitterroot Point. Mi pecho se contrae, cada milímetro de mi piel añora sus caricias y sus besos.

—Cuéntamelo todo, y con lujo de detalles. Me los merezco —me dice Stormy, entre sorbos de café con leche.

Tiene espuma encima de sus labios como si fuera un bigote, se pasa la lengua con picardía en la mirada, expectante a mis palabras, y no puedo evitar sonreírle.

Siempre que estamos juntas hablamos de todo y nada a la vez, hemos convertido estas reuniones en algo sagrado. Pase lo que pase, cada jueves nos sentamos frente a una humeante taza a compartirlo todo.

—River me llevó en su motocicleta a conocer su casa de campo en Bitterroot Point.

Mierda, decir su nombre en voz alta deja a mi pobre corazón galopando enloquecido dentro de mi pecho.

—¡Ay, nena! ¡Qué genial! Ustedes dos son tal para cual. Los miro y los shippeo de acá a la luna. ¿Qué tal el lugar?

Por su cara, sé que se está reservando las preguntas más jugosas para dentro de unos minutos.

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