10 de junio

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Querido diario:

Creo que no quiero volver a presenciar una clase de biología en lo que me quede de vida. En años anteriores pensaba que era algo bueno e interesante aprender un poco sobre la estructura y función celular o la composición de la sangre, pero ahora solo quiero que esa repúgnate materia deje de existir. Hoy en la penúltima hora de clases, cuando el frio realmente comenzó a aumentar, la profesora Baumann, quiso terminar de explicarnos el tema que habíamos comenzado a desarrollar la semana anterior. Ya que decía que el tiempo estaba pasando demasiado rápido, que nuestros días de instituto estaban a punto de acabar, y que ella necesitaba que cada uno de nosotros saliéramos de allí sabiendo todos temas que estaban anotados en el plan de estudio, que ella había armado en vacaciones.

            Cuando terminó de hablar sobre la última etapa de un embarazo, le pidió ayuda a uno de mis compañeros para que conectaron un proyector que ella había llevado de su casa, porque estábamos a punto de ver dos tipos de partos. Sí, como te podrás imaginar, el siguiente tema a tocar eran los PARTOS, me quería morir.  Nos dijo que sacáramos nuestros cuadernos porque teníamos ir anotando las cosas que pensaban que eran relevantes, porque servirían de ayuda para estudiar para la próxima exposición. Un par de minutos después, la tortura… mejor dicho el documenta empezó. Este mostraba cómo le hacían una cesárea una mujer Italiana, cuyo bebé iba a morir en cualquier momento por asfixia. Porque de tanto moverse, el bebé se terminó enredando el cuello con el cordón umbilical, así que tenía que apresarse para salvarle la vida al niño.  Y por suerte todo salió de manera exitosa. Para mí fue inevitable pensar en mi hermano recién nacido, estaba agradecida que él no haya sufrido una complicación así. Y si yo creí que lo que habíamos visto era desagradable, lo que estaba a punto de comenzar era mil veces peor. La señora Baumann puso reproducir en otro documental para que miráramos cómo nacía un bebé por parto natural. Fue de lo más traumatizante, porque las chicas tratábamos de taparnos los ojos con nuestros cuadernos para no ver nada, y los muchachos que al principio decían tonterías, les comenzó a dar mucho asco. Además estuvo el caso de Joshua que se desplomó en el piso.

            Al concluir la clase, acompañé a Joshua a la enfermería para que lo analizaran un poco, ya que se había dado la cabeza contra la mesa que estaba junto a la nuestra. La enfermera que aparentaba de nuestra edad, dijo que estaba todo en orden, que seguramente de la impresión le bajó la presión arterial. Ella le recomendó que saliera a tomar algo de aire fresco para que se sintiera mejor, así que fuimos con mi amigo a comprar unos jugos a la cafería de la escuela y nos sentamos en una mesa que estaban cerca de los ventanales.

            Cuando tocó la campana que significaba que el receso se había terminado, caminamos hacia el salón de filosofía. Allí nos encontramos con Fabiana y le contamos lo que había sucedido, mientras que nos acomodábamos en nuestros asientos antes que alguien más nos los quitaran.

Veinticinco minutos más tarde…

            —Parece no la profesora no vendrá hoy —dijo Joshua, mientras miraba hacia la puerta del salón.

            Fabiana sonrió.

            —¡Ojalá sea así! No adelantamos nada con Sally.

            —Yo digo que tendríamos que esperar unos minutos, porque seguramente se habrá atrasado —dije, mientras garabateaba en una hoja del cuaderno de Fabiana.

            —Estoy de acuerdo.

            Tuve que darme media vuelta para poder alcanzar mi mochila, ya que al llegar al salón la había colgado en el respaldo en la silla. Cuando abrí uno de los bolsillos, comencé a hurgar entre las tantas cosas que tenía allí para encontrar un cuaderno de hojas de color beige, que había guardado en la mañana temprano. Para no olvidarme. También saqué de adentro dos cajas, una de ellas contenía lápices de unos bellísimos y brillantes colores, y la otra una variedad completa de tizas pasteles. Tenía muchísimas ganas de dibujar unos cuantos mándalas, porque luego quería ponerlos en bonitos cuadros para decorar el living de mi casa.  Así que mientras esperaba que llegara la profesora de literatura, comencé a trazar las primeras líneas de uno de los dibujos.

Para secar tus LágrimasWhere stories live. Discover now