05 de mayo

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Querido diario:

Está más que claro que el universo se regocija conspirando en mi contra. Hoy, como en todo el país es feriado nacional no iba a tener clases a la tarde. Por ello, mi abuela, me llamó para invitarme a pasar el día con ella y el abuelo en su casa que está cerca de la playa. No dude en aceptar, desde pequeña amaba ir en allí mis días libres, porque sabía que me iban a consentir mucho. Pero también sabía que iba a volver a mi hogar con unos cuantos kilos de más. 

            Después de muchas horas de comer todo lo que había en la heladera de mis abuelos, les avisé que ya era tarde y que tenía que volver porque a la mañana tenía que hacer un trabajo de campo para la escuela. Ellos por suerte se ofrecieron en traerme a casa porque ya estaba bastante oscuro. Al llegar, me despedí de ellos con un fuerte abrazo y salí corriendo hacia la entrada de mi casa.

            Entré a mi casa saludando a mis padres a los gritos, pero creo que ninguno de me escucharon o estaban muy ocupados limpiando el jardín. Tomé un paquete de galletas que había sobre la mesa del comedor, porque aún seguía con hambre, y fui directo hacia las escaleras para ir a mi habitación. Lo primero que hice fue buscar ropa más cómoda de la que tenía puesta, y luego encendí mi computadora. Mientras esta estaba comenzaba a trabajar yo ya estaba terminándome de vestir, porque debo admitir que con el frio me vuelvo muy ágil para cambiarme. Todos los programas terminaron de cargar correctamente, así que me senté frente a la computadora para entrar a Facebook. Quería ver si mis amigos estaban conectados para poder charlar con ellos y saber cómo habían pasado el día. Pero no pasaron ni dos segundos de haberme conectado, que rápidamente comencé a sentirme devastada, porque me apareció en primera plana una fotografía de la feliz pareja. Parece que estaban en una fiesta en la sala de estar de la casa de Derek. Él parecía que estaba descansando su cabeza sobre el hombro derecho de Sally, mientras que ella tenía una gran sonrisa en el rostro. Pero no era una expresión de felicidad, más bien como diciendo que ella había ganado la batalla. Así que cerré todo y me acosté en mi cama.

            —Gracias, universo. Hiciste que mi día terminara de una forma perfecta —La ironía en mi voz era incuestionable.

Para secar tus LágrimasOnde histórias criam vida. Descubra agora