12 de junio

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Querido diario:

Ayer a la noche, cuando mi primita y yo llegamos a casa, después de haber pasado toda la santa tarde atendiendo a mujeres  que buscaban de forma desesperada los ejemplares de la trilogía de 50 corbatas de grey, encontramos a mis padres que estaba parados charlando en el living. Ellos lucían una vestimenta exquisitamente elegante, papá llevaba puesto un esmoquin y mamá un precioso vestido colorado. Nos comentaron que a última hora les habían avisado, que tenía una fiesta importante en el trabajo de papá, así que esa noche teníamos que quedarnos al cuidado del pequeño Tate. Me quería morir, cuidar dos niños al mismo tiempo era demasiado complicado.

            Cuando se marcharon de la casa para asistir a esa reunión, Luana y yo fuimos a la cocina a preparar un gran tazón de pororó, porque sabíamos que unos cinco minutos más, comenzaría una película de romance que nosotras adoramos. Pero en un momento, ella tomó el control remoto para bajar el volumen de la televisión, me preguntó si yo sabía a qué hora volverían mis padres. Le contesté que no estaba muy segura de ello, ya que generalmente terminaban a la madrugada.

            Después de que Luana se fuera a dormir a mi habitación, porque ya no podía mantener los ojos abiertos, busqué todos mis artículos de pintura para poder terminar unos cuadros que me había quedado de tarea. Pero luego cuando estaba terminándolos, recordé de una cosa que me había dicho la señora Baumann en su clase. Ella quería que pintara un par más, porque los necesitaba para llevar a la exposición de jóvenes artistas, que organizaba su esposo. Así que me pasé toda la noche haciendo eso, y cuidando de Tate que lloraba a cada rato.

            Bueno, diario, esas son las razones por las cuales llegué tardé al instituto...

1:50 PM

            —Aura, al fin has llegado —exclamó Joshua con la voz un poco alterada—. ¿Dónde estabas, mujer? Estaba rogándole Dios, que estuvieras aquí pronto.

            Lo escuchó exhalar alivio.

            —Hola, mí adorado amigo —dije agitada por haber estado corriendo—. ¿Cómo has estado?

            —Yo muy bien, por suerte.

            —Me alegro de que así sea —Sonreí—. ¿Vino Fabiana? No la vi por ni una parte. 

            Joshua se levantó de su asiento, dejando la mochila que estaba en su regazo sobre el respaldo de la silla.

            —Sí, ella vino a la escuela.

            —Bueno, dime dónde está ella —exigí.

            —Está encerrada en el baño de damas —me respondió lentamente—. Y no quiere salir.

            —¿Qué? ¿Por qué? —quise saber—. No me digas que llegó su periodo antes de tiempo. ¡Qué horror!

            Joshua negó con un movimiento de cabeza, y me tiró del brazo para que yo saliera del salón de clases juntos con él. Paró en seco y me miró a los ojos.

            Él negó y me tiró del brazo para que saliera del salón.

            —No. Ve y habla con Fabiana, por favor.

            —Ay, Joshua, no me asustes. ¿Qué está pasando?

            —Tranquila, no es nada grave —Me trató de tranquilizar—. Pero ella seguramente necesitara de ti.

Para secar tus LágrimasWhere stories live. Discover now