01 de junio

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Querido diario:

Después de habernos escapado exitosamente de la fiesta de Marco, caminamos por las calles frías de la ciudad hasta llegar a su casa. Pero no pudimos estar mucho tiempo ahí, porque su hermano en cualquier momento llegaría. No es que Joshua no quería verlos, sino que su hermano había tenido problemas de electricidad en su departamento esta mañana, y tenía que estudiar para un examen importante de la universidad, así que le había pedido como favor si le prestaba su habitación por una sola noche. Y así poder preparar todo lo que le faltaba para el día de mañana.

            Joshua terminó de cepillarse los dientes y eligió otro abrigo para ponerse. Bajamos por las escaleras y vimos que sus padres se habían sentado en el living a mirar la televisión, también tenían dos cajas de pizza que seguramente recién había traído el repartidor. Nos despedimos de ellos y nos fuimos.

            Cuando llegamos a casa, nos sentamos en el medio de mi jardín para poder observar las estrellas que brillaban como si fueran pequeños diamantes esparcidos en la constelación. Pero realmente estamos ahí comiendo Chocolate y escuchado las maravillosas canciones de Greenday. Creo que esto se había vuelto una tradición para nosotros dos o simplemente amábamos hacerlo.  Sin darnos cuenta las horas pasaron y Joshua dijo que era mejor marcharse para que yo pudiera descansar. Lo acompañé hasta la puerta y lo seguí con la mirada hasta su figura se perdió en la lejanía.

            Cerré la puerta y mamá estaba parada detrás de mí con dos tazas de café.

            —¿Cómo les fue en la fiesta?

            —Genial.

            No podía comentarle que no era una fiesta normal, sino que una reunión para que todo el mundo fumara. Y aunque no hubiésemos aceptado ella se podría, muy histérica y posiblemente iría a hablar con los padre de Marco. Y lo que menos quiero es que ella se lleve un disgusto y yo tener problemas con ese chico.

            —Me alegro. ¿Quieres café?

            —Claro. Gracias.

            Luego de beber varios sorbos me fui a dormir.

Muchas horas después.

Domingo por la noche, toda mi familia está reunida en el living de mi casa. Seguramente están preparando algún juego de mesa para pasar el tiempo mientras hablan del trabajo y ese tipo de cosas. O tal vez están pensando en salir a centro para ir a un restaurante de comida italiana que tanto les encanta. Yo estoy sentada en el borde de una silla esperando a que mi amiga llegue, y así poder irnos a CoffeeLand.

            Hasta que por fin sonó el timbre.

            —Hola. Cuéntame que pasó con Marco, porque no entendí nada de lo que Joshua me dijo por teléfono.

            —Cuando lleguemos a CoffeeLand te cuento —Disimuladamente señalé con mi cabeza para que viera que mi familia estaba muy cerca, y que la podrían escuchar.

            —Está bien.

            Subimos al auto rojo escarlata de su mamá y nos fuimos de allí. Llegamos a la cafetería después unos veinte minutos, porque antes teníamos que pasar por una estación de servicio para que ella llenara el tanque de gasolina. CoffeeLand estaba repleto de personas, que por un instante pensé que no íbamos a conseguir lugar. Claro, me había olvidado que todos los domingos por la noche se ofrecen shows o lecturas de poemas. Así que esa era la razón de la muchedumbre.

Para secar tus LágrimasWhere stories live. Discover now