28 de octubre

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 Querido diario:

Estoy completamente convencida que para las chicas de mi edad, mejor dicho, cualquier mujer en la faz de la tierra, poder llegar a perder más de tres kilos por semana sería más que una bendición caída del cielo, pero te puedo asegurar que en mi caso no lo es. ¡Alto ahí, diario! No creas que con esto estoy queriendo decir que no me gusta estar en forma, me encanta, por eso siempre salgo a correr a la playa y trato de cuidarme con lo que como. Pero si en este mismísimo momento viniera alguien a preguntarme qué es lo que prefiero, si continuar con este dramático descenso de peso o recuperar la figura que tenía antes que este caótico mes comenzara, no titubearía en elegir la segunda opción. Tan solo faltan menos de treinta días para que las clases acabaran, así que podrás imaginar cómo nuestros profesores nos están atormentando. Aunque no puedas creerlo, ellos realmente disfrutan ver nuestros, expresando todo el sufrimiento que nos causan cada vez que nos asignan trabajos grupales, tareas horribles e interminables, y lo peor de todo, cuando nos obligan realizar charlas con los alumnos de años inferiores. Pero eso no es todo, al directivo del instituto se le ocurrió la gran y magnífica idea de crear un comité para la organización del baile de graduación. Adivina a quién pusieron como presidenta. Sí, a mí, y eso significa que soy la principal responsable de que todo salga perfecto esa noche.

          Sabes, ese bendito día que me eligieron estuve en convertirme en asesina, quería tomar el cutter que tenía dentro de la cartuchera y cortar, muy lentamente, el cuello de Joshua Ivanovich. Esa persona que se hace llamar muy mejor amigo, me había postulado en frente de todo el salón para un trabajo, que claramente, no tenía ni la más mínima gana de hacer. Aunque muchos de mis compañeros no estaban del todo de acuerdo con la idea propuesta, mi amigo, se encargó de terminar de convencerlos, diciendo que yo había nacido para llevar adelante el baile, que era la chica más creativa del San Jerónimo, y que definitivamente el arte era mi área. Juro por Dios que lo odié con toda mi alama, creo que no le hablé por una media hora. Ah, a Fabiana le tocó preparar y dar el discurso de despedida en la ceremonia de entrada de diplomas. Espero que esa chica no se vaya a desmayar en frente de tantas personas, porque yo sí sería capaz de hacerlo.

        Bueno, sé que aún tengo algo de tiempo para hacer todo lo que tengo pendiente, pero el estrés y nerviosismos que me está causando andar de un lado para el otro, sin tener siquiera, un segundo de descanso, me está mandando.

       El viernes de la semana pasada, exactamente después de haber cenado, habíamos quedado con los chicos: Joshua, Fabiana y Derek, que nos reuniríamos el lunes, o sea hoy, en la librería de mi tía para poder estudiar juntos antes de ir al colegio. Necesitábamos estar en un sitio en donde pudiéramos estar tranquilos y no ser interrumpidos por algún individuo. Pero al parecer, el universo conspira contra este grupo de jóvenes estudiantes, que solo quieren obtener buenas notas para poder por fin graduarse. Tía Cecilia me llamó el domingo a la noche para avisarme que no iba ser posible prestarnos el local, porque justo había surgido una firma de ejemplares en el mismo horario, y que seguramente se iba llenar de personas hasta

        Eran un poco más de las siete de la mañana, el sol apenas estaba saliendo de su escondite dentro de las esponjosas nubes, cuando crucé las grandes y cristalinas puertas de CoffeeLand. Ya sé, no era el mejor lugar de mundo para estudiar, pero como era temprano, teníamos bastante tiempo para hacerlo hasta que empezara a circular los clientes en busca de una taza de café. Noté que los dueños recién habían abierto la cafetería, porque la señora, cuyo nombre no recuero, y trabaja en la parte de limpieza, estaba abriendo las persianas de cada una de las ventanas. Los chicos ya se encontraban sentados alrededor de una mesa cuadrada muy al fondo, casi pegados a la barra. Fabiana le gritaba, exasperadamente, algo que no pude llegar a escuchar a Derek, quien ni siquiera la estaba mirando. Debo admitir, a veces, ese chico puede llegar a ser muy sabio. No le convenía para nada responderle y generar una discusión con ella a tan tempranas horas de la mañana. Joshua estaba devorando una dona glaseada, mientras los observaba con mucha atención. Cuando él me vio, inmediatamente, sacó su mochila de la silla que quedaba libre para que yo me pudiera sentar en ella.

Para secar tus LágrimasWhere stories live. Discover now