twenty-seven

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Al llegar al campo de batalla, pudieron ver cómo todo estaba en ruinas. Yukie visualizó a lo lejos a Seira, la cual estaba siendo sometida por varios hombres de Raiden, obligándola a ordenarles a sus hombres que atacaran a diestra y siniestra a la raza de los dragones. Seguían siendo dos clanes, que si la peliplata y Sesshomaru llamaban a los suyos, quedarían empatados. No podían olvidar a Kashino, pero dudaban que se entrometiera en tal absurda guerra.

—Kohaku, Rin, ustedes encárguense de liberar a Seira —ordenó la de iris carmín—. Nosotros nos encargaremos de los demás.

—¡Yukie! —escuchó la voz de Yukina que provenía desde los cielos. Estaba acompañada por sus ambos sobrinos.

Solo con un intercambio de miradas pudieron entenderse. Fue ahí donde la acción comenzó y todos se dedicaron a atacar a los hombres del azabache y lastimosamente a los de Seira.

Rin encima de Kuroro convocaba varios conjuros, los cuales lanzaba a los enemigos con un poco de dificultad ya que estos no dudaban en atacarlos. Kohaku usaba su guadaña para defenderse a sí mismo y a su amiga de la infancia. Después la chica tuvo que verse en la necesidad de utilizar sus flechas celestiales, para su suerte, siempre le atinaba a su blanco, así que ambos adolescentes estaban en perfectas condiciones de luchar.

Por otra parte, InuYasha y Kagome peleaban desde el suelo. El híbrido utiizaba la espada que su difunto padre le había heredado, la empuñaba con orgullo después de todo lo que tuvo que pasat para fortalecerla.

—¡Viento cortante! —invocó. Pudo derribar apenas a uno.

Eran demonios de sangre pura y muy poderosos, claramente la tenían difícil. La humana que atravesó el tiempo era usuaria de su arco y nada más, pero en las flechas ponía en práctica varios conjuros de purificación en contra de los entes demoníacos con los que peleaba.

A Miroku y Sango les costaba un poco más que a los demás defenderse. Ambos eran mucho más humanos a diferencia de sus amigos, quienes tenían poderes espirituales o demoníacos. Si bien el de ojos azul oscuro era un monje, sus habilidades estaban muy por debajo de las de Kagome, así que ahí estaba esquivando a cada rato ataques del enemigo. La exterminadora hacía un buen uso aún de su Hiraikotsu, mantenía el poder que los demonios con los que fue forjado le habían otorgado a la arma que la acompañaba desde niña. Kirara usaba su aliento en llamas para defender a su actual dueña.

Rizuko por su parte era despiadada en el campo de guerra, pues no dubitaba en matar a uno que otro perro demonio, o en envenenarlos. Ella empapaba su espada de oro o sus flechas del mismo material con un veneno creado a partir de sus poderes como ente maligno que era, y así lograba herir gravemente a sus enemigos.

—¡Hija... de perra! —espetó, enterrándole su espada a una perro demonio que se le quería ir encima.

Había logrado captar que varios de ellos notaban su recién embarazo, así que cuidaba mucho el área de su vientre.

—Nada mal, eh —Yume se le posicionó a un lado. La pelinegra ya tenía sangre en su rostro y ropajes, la joven demonesa iba en serio.

—Lo mismo digo, niña —la pelirrosa invocó a su arco para posteriormente tirar una flecha que atravesó el cráneo de uno de los hombres de Raiden.

—Qué sanguinaria —la más joven estaba estupefacta.

—Gracias, gracias, y a mucha honra —le guiñó un ojo antes de lanzarse directamente hacia alguien más.

Sesshomaru era al que menos trabajo le costaba enfrentar a los de su misma especie. Él consciente de que no eran muchos como para matarse entre sí, solo los dejaba inconscientes para proseguir con lo suyo. Sabía que tardarían en despertar, así que no se preocupaba, ya después les darían el castigo que merecían.

Un Amor del Pasado (InuYasha) | Sesshomaru × Tú | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora