twenty-eight

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La primera vez que había conocido a Mirai, ambos eran jóvenes en lo que cabía en la vida de unos demonios como ellos. Fue cuando su familia visitó al clan de Raiden que la vio a lo lejos entrenar con los demás de su raza. Su belleza era inigualable y ni qué decir de su poderosa aura, aunque se tenía que admitir que estaba muy por debajo de Lady Irasue.

El único método que él halló para acercarse a ella fue a base de una batalla en la que resultó perdedor. Tanto le pisó el ego que se concentró en entrenar para pedirle la revancha. En su segunda pelea, ahora había sido Yukiro quien había ganado, y fue a partir de ahí que los dos comenzaron a frecuentarse para que al final los llevase a caer enamorados del otro y unir sus vidas.

Al poco tiempo de casarse, Mirai quedó en cinta y fue ahí que lamentablemente a Yukiro se le dio por empezar a ser un patán con ella, engañándola en considerables ocasiones, y por si fuera poco, la amenazó que si su primer hijo no era varón, la iba a matar.

La demonesa azabache, a pesar de su desolado sufrimiento, siempre tuvo la esperanza de que el amor de su vida cambiaría, que se daría cuenta de sus errores y volvería a ser el mismo a como cuando lo conoció por primera vez, pero con el transcurrir del tiempo, su actitud hacia ella empeoraba.

Vio un rayo de esperanza en cuanto Yuma, su hijo mayor, nació, pues Yukiro les dedicaba a ambos todo su tiempo para atenderlos como se debía. Aquello duró poco, pues cuando el próximo líder del clan del Sol era aún un bebé, su padre seguía de cama en cama con cualquier concubina se le cruzase. Las cosas se tornaron peor cuando el segundo embarazo se hizo presente, y mucho más cuando nació una niña.

Yukiro no la quería, quería matar a su mujer y a su hija, de no ser por Yukina, Yume no estaría viva. Todas las noches la demonesa rubia escuchaba el llanto de su cuñada que exigía un cambio en el padre de sus hijos, en la persona de la cual había caído enamorada así tuviera mil defectos.

Un día supo que debía de ponerle un alto a su sufrimiento y solo ver por sus dos pequeños que crecían a paso de tortuga. Yuma y Yume siempre habían sido muy unidos desde que la menor de los dos nació, así que todos los días los acompañaba a jugar por todo el palacio. En una de esas, un nuevo guardia llegó a la escolta real de nombre Kanata, siendo especialmente para la que llevaba la tiara del clan y los nuevos herederos. Fue ahí que Mirai entablaba conversación a diaria con su guardián y se dio cuenta por fin de quién era verdaderamente su otra mitad.

Esto no le había caído en gracia a Yukiro, detestó verlos juntos que ideó un plan para separarlos. Tardó años en terminarlo.

Kanata le regaló un collar mágico a Mirai con una cadena de oro y un dije en forma de cielo de diamante, que representaba el clan de donde ella provenía. Yuma y Yume se habían encariñado con el guardia que velaba por ellos y su adorada madre, así que estaban más que felices.

A la semana, a la mujer pelinegra le había llegado la terrible noticia de que su amado estaba muerto. No tardó en descubrir al culpable, así que ese día se dirigió a donde Yukiro yacía.

¿Qué más quieres de mí, Yukiro? —recordó su voz llorosa. Él leía unos pergaminos, solo alzó su rojiza mirada hacia la persona de su mujer.

No quiero nada, Mirai, solo que mi esposa me tenga respeto.

¡¿En serio me hablas de respeto cuando tú me fuiste infiel centenares de veces?! ¡No tienes ningún derecho de reclamar lo que jamás me diste!

Baja tu tono de voz conmigo —ordenó—. Sabes que es completamente diferente.

No lo es —se abrazó a sí misma. Esbozó una sonrisa con un atisbo de tristeza impregnado—. ¿Sabes? Siempre tuve la esperanza de que volverías a ser el de antes, aquel Yukiro que conocí hace años y del cual me enamoré... pero elegiste tu orgullo antes que tu felicidad, tu familia y tus hijos. Fui una idiota al soportar todo eso —el castaño apretó la hoja del pergamino, claramente molesto por ese último comentario—. Pero sé que no eres así, te conozco más que a nadie en este mundo. A pesar de que tu hermana tiene siglos de haber muerto, sigues estando bajo su sombra, ¿no es así? Te comparan seguido, te critican, te subestiman, de todo eso me doy cuenta y solo esta forma hallaste para obtener respeto de los demás. No tienes que demostrarle nada a nadie, tú eres tú, Yukiro, un hecho que jamás podrá cambiar.

Un Amor del Pasado (InuYasha) | Sesshomaru × Tú | TERMINADA Where stories live. Discover now