Capítulo 28.

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Betty aún estaba temblando. Después de que Swetpea sacara a Malachai, Jughead la había tomado en brazos y llevado a un amplio estudio en el piso de arriba, la había colocado cuidadosamente sobre el escritorio y había vuelto abajo. Eso había pasado hacía 20 minutos.

Betty se había sumergido en un agonizante silencio, el cual, comenzaba a impacientarla. Se sentía tensa, inmóvil. Quería levantarse, caminar para despejarse pero temía intentarlo y fallar. 

¿Qué hora era?

El sonido del seguro siendo retirado resonó a su derecha, la puerta se abrió mostrando a Jughead, venía con una charola plateada sobre ella habían 2 tazas y un pequeño tazón con sobres de azúcar. Cerró la puerta.

-Traje té.- Murmuró. -Es de manzana.- Colocó la bandeja sobre la pequeña mesa en el otro extremo de la habitación, tomó una de las tazas y el tazón de azúcar, se giró, miró a Betty y se acercó a ella.

-Gracias.- Susurró Betty. -Tomando un sorbo. Hizo una mueca cuando el amargo sabor recorrió sus papilas gustativas. 

-No tiene azúcar.- Jughead le extendió el tazón sonriendo. -Nunca hemos bebido té juntos así que no sé como lo preparas.

La rubia tomó uno de los sobres y lo vertió en la taza, agitó el contenido y volvió a probarlo. Mejor. No era ni muy dulce, ni muy simple, era sencillamente...

-Perfecto.- Dijo Betty.

Jughead le sonrió.

El silencio volvió a reinar en el lugar, Betty bebía cada cierto tiempo de su taza, pero Jughead no se había acercado a la otra ni una sola vez. Durante todo el rato ahí se había dedicado a mirarla, estudiarla, conocer cada uno de sus movimientos, como si quisiera memorizarla. Y a Betty eso no le molestaba, le gustaba saber que el la veía, que no era invisible, que le gustaba.

-¿Por qué te gusto cierto?- ¿Lo dije? Sí, lo dije.  Pensó Betty. Y es que muchas dudas rondaban por su cabeza en ese momento, y necesitaba que Jughead las aclarara o ella explotaría.

El rojo coloreo el rostro de Betty, Jughead sonrió alegre mientras bajaba la cabeza, se cubrió el rostro con ambas manos y se alejó un poco de la rubia, giró y soltó una corta risa.

-Claro que me gustas Betty.- Exclamó aún sin mirarla. -No sólo me gustas, me encantas carajo.- Se giró para encontrarse con la mirada fija de la rubia. -¿Por qué lo dudas?

Betty bajó la mirada a sus manos, aún sostenía la taza jugueteo un poco con sus dedos, pensando en como formular la siguiente línea, sin embargo esta se escapo de sus labios antes de lo que a ella le hubiese gustado.

-Tu no me has pedido que sea tu novia.- Murmuró encogiéndose de hombros. 

Jughead se acercó a ella tomó su rostro entre sus manos obligándola a mirarlo. El verde de los ojos del chico la hacían sentir tan tranquila, ella sólo esperaba que los suyos le transmitieran algo similar a el.
Y entonces la besó. Fuerte, intenso, apasionado. Era un beso que le transmitía toda la esencia del pelinegro, un beso que marcaba toda la preocupación que el rey sintió al verla en los brazos de Malachai, era el mejor beso que alguna vez le hubieran dado. Se separaron, ambos con la respiración agitada. Pego su frente a la de ella, intentando calmar su respirar.

-Betty Cooper tu me encantas.- Sonrió aún con los ojos cerrados. -Me fascinas, y me vuelves completamente loco...- Dejó la frase al aire unos minutos. -Pero no es así como me gustaría hacerte esa pregunta.

Abrió los ojos encontrándose con el verde de ella. 

-No así.- Negó alejándose ligeramente. -No después de que me miraras golpear a alguien. No después de verte llorar porque no pude protegerte, que por cierto ¿Qué demonios haces aquí?

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