Capítulo 31.

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Martes, segundo día de semana, primer día dónde la pareja menos esperada se aparecería en el colegio. La era Barchie había terminado oficialmente, y Bughead comenzaba a surgir.

Jughead se sentía tranquilo, una inmensa paz lo había inundado en cuanto Betty había aceptado ser su novia, sabía que las cosas no serían fáciles, pero vamos, era el líder de una de las pandillas más importantes de la ciudad, si podía con eso, podría con una relación.

Betty, por su parte estaba ansiosa, sabía que todos estarían hablando sobre ella y su nuevo novio, las miradas estarían sobre ella una vez más, y aunque ya estaba un tanto acostumbrada a eso, no sabía si Jughead lo notaría y la reacción que tendría ante la situación.

Suspiró. Tomó su mochila, ajusto su suéter y coleta y bajó.

-Buen día cariño.- Saludó su madre con un beso en su mejilla.

-Desayuna con nosotros.- Pidió su padre.

Betty asintió caminando hasta su lugar, cuando el timbre interrumpió sus pasos. Giró la cabeza hacia la puerta.

-Yo voy.- Dijo en el camino. Abrió encontrándose con 2 cabezas rojas y una castaña.

-Betty buen día.- Saludó Fred con una sonrisa.

-Hola, adelante.- Se hizo a un lado invitándolos a entrar.

-Sólo veníamos a invitarlos a nuestro aniversario.- Mary abrazó a Fred. -Haremos una cena este fin de semana.- Sonrió.

-Será en el Palace.- Fred le entregó una invitación. -Puedes llevar a Jughead si gustas.

El Palace se caracterizaba por ser el restaurante más lujoso de Riverdale, tenían código de vestimenta, y las reservaciones se debían hacer con un mes de anticipo. Betty mentiría si no dijera que le encantaba ese lugar, sus padres las habían llevado en más de una ocasión para festejar premios o conmemorar fechas, por lo que le resultaba fascinante la idea de poder regresar al restaurant. El sólo pensar en la maravillosa pasta Alfredo le hacía agua la boca.

-Estaremos encantados de ir.- Respondió con una sonrisa. Tras un asentimiento la pareja se fue.

-¿Ya desayunaste?- Le preguntó Betty al chico, Archie negó.

(...)

-Buenos días campeón.- Saludó Toni palmeando la espalda del pelinegro con una sonrisa. -Si mal no recuerdo tienes clases en una hora.

Jughead soltó un ligero gruñido girando al otro lado de la cama, tapó su cabeza con la almohada y gritó.

-Buena forma de liberar la tensión.- Dijo la castaña. -Ya en serio Jughead, levántate.

Tomó la mano del chico y tiró de el lo más fuerte que pudo, sin embargo no logró moverlo ni un centímetro.

-Vamos Jughead.- Dijo. Su voz sonaba tensa debido al esfuerzo que ponía en levantar al pelinegro. -Debes ir al colegio.- Replicó una vez más.

Tras el rotundo éxito no obtenido y un largo suspiro encaminó sus pasos al baño del muchacho, llenó el vaso que estaba sobre el lavabo y caminó de regreso a la habitación. Sin más arrojó el contenido sobre el chico.

-¡Mierda Antoinette!- Exclamó Jughead.

-Tienes colegio.- Dijo cruzada de brazos. -Date prisa, ya es tarde.

De mala gana y con la peor actitud del mundo Jughead Jones se puso de pie empezando un nuevo día empapado.

La relación que Toni y el chico del gorro compartían era única. Se habían conocido desde muy pequeños, pues ambas familias formaban parte crucial de las serpientes, así que desde que ambos comenzaban a conocer el mundo, ya le eran fiel a su tribu. Cabe mencionar que cada uno se inició en momentos diferentes de la vida, mientras que Toni lo había hecho feliz y con orgullo a los quince años, Jughead había tenido la necesidad a los diecisiete. Ambos eran familia, y siempre estarían para el otro. Pasara lo que pasara. Era un promesa.

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