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SeokJin no era partidario de salir constantemente, prefería quedarse en su habitación y leer uno que otro libro que el tener que compartir una conversación con otra persona cuando su madre le pedía acompañarle a reuniones. Fue ese tipo de actitud, la de un solitario sin remedio, que le habían dado la apariencia de alguien antipático ante las personas que vivían a su alrededor, pero no es como que hubiese podido evitarlo, después de todo era la única manera que había encontrado para protegerse y mantenerse bien consigo mismo debido a todo lo acontecido en su pasado. Ser apartado y callado era la mejor forma de evitar que las palabras de otros lo lastimaran. Esto debido a que en su antigua manada un omega que sobrepasaba los veinticinco sin pareja nunca era visto de buena manera debido a las tradiciones que se seguían y dictaban que los veinte eran los mejores años de gestación para un omega, y más en un omega perteneciente al linaje de los líderes.

Claramente él era todo lo que se veía incorrecto y todo lo que hacía a un omega anormal, por lo que las críticas no habían tardado en llegar desde que había entrado a los dieciocho.

La carga estaba sobre él desde cachorro, después de todo sus padres solo habían logrado gestarlo a él; y por ello de su pareja y descendencia dependía el futuro de su manada. Los ojos de las personas constantemente lo seguían donde fuera, viendo si su comportamiento estaba bien y si su apariencia era la correcta. Lo odiaba, pero no podía ir y quejarse con sus padres cuando ellos hacían lo imposible para protegerlo y evitar que toda esa carga lo sobrepasara.

Pero cuando su habilidad de gestar se vio dudosa, las cosas empeoraron más de lo que ya lo estaban.

La presión constante de su pareja y de la manada entera lo mantenía al borde del colapso. Su omega había dejado de responder sintiéndose humillado debido al rechazo que su primer pareja le había dado. Y luego llegó otro y otro, cada alfa siendo elegido por los ancianos de su manada algo de lo que no podía quejarse; pero cuando llegó el último de quien verdaderamente se había enamorado, fue cuando todo se vino a bajo. Un embarazo que nunca llegó y su pareja menospreciandolo frente a todos fue la principal razón de entrar en un estado de depresión.

Y a pesar de que ya habían pasado varios meses de ello, su omega seguía renuente a contestar, escondido y humillado era como se sentía. No había vuelto a reaccionar ante ningún alfa y eso lo mantenía inquieto.

Temía de su futuro y aunque trataba de convencerse que el tener un cachorro no era de gran importancia, sabía que él y en lo más profundo, su lobo, deseaban tener a alguien de quien cuidar. Un cachorrito que se sintiera suyo. Quizás era instinto de omega, no lo sabía, pero sentía que toda esa situación podía sobrepasarlo en cualquier momento.

Y quizás por eso comprendía tan bien a YoonGi, porque aunque no lo dijera en voz alta él sabía en carne propia lo terrible que se sentía ser puesto de lado por la madre luna.

—Disculpe —la voz a su espalda le hizo volver en sí. Parpadeo seguidamente y miró el desastre de tierra a su alrededor, se suponía que había salido a plantar unas peonias que su madre le había traído luego de su improvisado viaje hacia el este, pero se había dejado llevar por los recuerdos provocando un desastre con la tierra que debía cavar—. Le traje jugo de naranja.

Al voltear se encontró con Kim Namjoon mirándole a unos metros mientras sostenía fuertemente el frágil vaso de vidrio entre sus manos, al parecer temía tirarlo puesto que miró ilusionado cuando el omega se levantó a tomarlo.

—Gracias, no era necesario que lo trajeras.

—Las omegas de la cocina insistieron en que lo hiciera, al parecer ha estado demasiado tiempo aquí afuera sin tomar nada.

SeokJin negó divertido y dio un sorbito a su jugo, obteniendo una mirada satisfecha del alfa.

—Yo mhm, me retiro —murmuró— si se le ofrece algo más puede llamarme.

Flores en manos de YoonGi ; YoonMin/윤민 Where stories live. Discover now