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JiMin era perseverante, eso lo sabía, después de todo nunca se rendía ante su objetivo hasta lograr obtenerlo. Sabía que a veces se portaba molesto, quizás como un niño insistiendo en tener un dulce de una estantería, pero sabía que si no lo hacía, si no insistía, probablemente se quedaría con el sabor amargo en su boca por no lograrlo.

Y eso era algo que nunca se permitiría.

Así que ahora, mientras peinaba su cabello rubio frente al espejo de su habitación, pensó en el tipo de cosas que YoonGi había halagado de él en todo el tiempo en que se conocían. Sabía que le gustaban sus ojos, siempre los comparaba con el cielo o al azul cristalino de las playas de Busán; también le gustaba su aroma a rosas, sabía que eso se debía a su amor por las plantas así que eso sin duda era una ventaja para él. También había hablado del tamaño de sus manos y de como le gustaba verle con aquel anillo que su padre le había regalado en su cumpleaños número dieciséis y quizás muchas otras cosas más.

Habían pequeñas cosas que YoonGi había admitido le gustaban de él, incluso decía que su tono de voz era perfecto, pero aún así seguía sin entender qué era lo que faltaba para gustar de su amigo. Pero sin duda lo descubriría.

Soltó un suspiró y sonrío hacía el espejo. Ese era un día importante para la manada y seguramente para todas las demás, ya que la luna iba a estar en su última y más bonita fase. Era una oportunidad única para cada lobo de redimirse y pedir regalos a la diosa. Y es que a pesar de que no era algo tan grande como la luna roja donde se encontraban las parejas destinadas entre sí, la luna llena daba la oportunidad de obtener un pequeño cachorro. Y eso era algo que lo había mantenido nervioso esos últimos dos días, no sabía si YoonGi daría su ofrenda esa luna llena o esperaría a otra. Tenía miedo, ciertamente, después de todo él también tenía participación ahí cuando era su flor concebidora la que estaba fusionada con la de su amigo. Tenía miedo de recibir ese no rotundo que la luna seguía insistiendo en darle al mayor.

Planchó con sus manos la tela de su pantalón blanco y acomodó su camisa de botones. Se había esforzado en arreglarse, incluso había permitido que su madre agregara un poco de color a sus labios naturalmente rosados, hasta había terminado sonrojado cuando Hye y las demás Omegas de la mansión habían estado halagandole, solo esperaba al menos poder llamar un poco la atención de su amigo.

Se dió una última mirada para luego encaminarse fuera de su habitación.

Bajó las escaleras a paso lento, repasando una, dos y tres veces la forma en que había ideado para hablar sobre el tema de la flor concebidora con su amigo. No podía negar que se sentía angustiado, después de todo existía una posibilidad grande de que YoonGi rechazará ofrecer la rosa Osiria a la luna para ser una flor concebidora, temía que eso sucediera y al final él no pudiera ocultar lo dolido que seguramente se sentiría.

—Hola —sonrió en cuanto terminó de bajar las escaleras.

YoonGi lo esperaba al final de estas mientras mantenía sus manos ocultas en los bolsillos de su pantalón de vestir negro. El beta le sonrió en saludo y él terminó con el rostro sonrojado al notar lo atractivo que su amigo se miraba.

—¿Nos vamos?

Asintió despacio y se apresuró a enredar su mano en el brazo izquierdo del mayor en cuanto esté empezó a caminar.

—¿Pasaremos por Minho hyung?

YoonGi asintió despacio, ciertamente había estado arrepintiendose de ir a la fiesta, después de todo tenía miedo de que el temor del alfa Minho se cumpliera y el cachorro naciera esa noche. Rogaba a la luna por qué no sucediera algo como eso, temía que si sucedía el cachorro podría tener complicaciones para salir de la flor. Y aunque le había pedido a sus padres cuidarán de la flor por él y Minho, estos iban a lograr estar libres hasta casi las ocho.

Flores en manos de YoonGi ; YoonMin/윤민 Where stories live. Discover now