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Había pasado al menos una hora desde que habían decidido plantar la rosa y el pecho de YoonGi burbujeo ante la vista frente a él. Junto a un mar de colores en cada flor, se encontraba la rosa Osiria. YoonGi había decidido plantarla justo en medio de todas, por lo cual les había tomado más trabajo trasplantar algunas flores con el objetivo de dejar el lugar de en medio a la rosa.

Se veía majestuosa, a pesar de aún ser pequeña a comparación de la altura que ellas ganaban, la rosa era hermosa con sus pétalos apenas abiertos y hojas verdosas.

—¿Quieres descansar? —preguntó YoonGi mientras daba un vistazo al Omega, quién no había dejado de quejarse del calor que hacía ese día.

—Eso estaría bien —musitó, sonriendo apenas puesto que el tirón en su vientre lo había mantenido sin energías.

YoonGi le ayudó a ponerse de pie, y sacó algunas ramitas que se habían metido entre su cabello. JiMin rió bajito y se apresuró a colgarse del brazo del beta.

Estaba feliz, de alguna forma el sentimiento se había adherido a su corazón en cuánto palmearon la tierra para terminar de esconder la raíz de la rosa sobre el suelo.

Era un sentimiento cálido que superaba cualquier tipo de miedo que estuviera albergado en su corazón. Además de que se había sentido tranquilo cuando YoonGi no se molesto por el beso que le había robado. Apenas había pasado una hora desde ello y su corazón seguía tan errático que podía sentirlo palpitar en sus oídos.

—Ve a lavarte primero, yo preparé algo para merendar.

JiMin asintió sin problema alguno. Admitía sentirse un poco sucio y el hecho de que el sudor que emanaba su cuerpo debido al celo, se pegara a su ropa, no ayudaba de mucho.

Tarareó hasta entrar a la habitación del beta. Rebuscó entre su armario y sonrió de encontrar varias de sus prendas. No era la primera vez que se quedaba en la casa de los Min, teniendo en cuenta de que eran amigos desde cachorros, JiMin muchas veces había hecho rabietas a su madre con tal de que lo dejase quedarse a dormir con YoonGi.

Aún recuerda cuando su primer celo llegó, ese día mientras jugaban a mancharse con lodo alrededor de un árbol de cerezo, el Omega se había quejado de la repentina punzada que había atacado su vientre bajo y YoonGi siendo apenas un niño que entraba a la adolescencia, se asustó de ver al Omega con las mejillas rojas y los ojos bañados en lágrimas retenidas.

El beta se había alarmado y teniendo en cuenta que sus padres habían salido de casa ese día, YoonGi estaba demasiado aterrado de que algo malo le pasara a su amigo. Así que se había puesto de rodillas al lado del Omega y lo abrazó, pensando que eso era suficiente para hacerlo sentir bien.

Y JiMin se había aferrado a él, porque su madre le había hablado de ello, de la presentación de su primer celo y como sería de doloroso. Él estuvo aterrado y al expectativa de cuando sucedería, pero su madre nunca le había dicho que ser abrazado por YoonGi quitaría su malestar. Y así fue como se aferró al beta, yendo hacía él cada que el celo llegaba, llorando por sus brazos y haciendo pucheros para que su padre le dejará quedarse junto a su amigo.

Fue cuando JiMin cumplió quince años que las restricciones llegaron. Los padres del Omega temieron puesto que YoonGi ya tenía dieciocho para ese entonces y aunque sabían que para el beta era imposible reaccionar a las feromonas del Omega, también eran concientes de que YoonGi haría cualquier cosa por ayudar a su amigo y JiMin siendo inducido por el celo sería capaz de pedir cualquier cosa.

Y así lo hizo, cuando JiMin tenía dieciséis y YoonGi diecinueve. El Omega había llorado cuando YoonGi le había rechazado pasar juntos el celo. Fue en ese momento que el beta fue conciente de lo que su cercanía podía provocar en su amigo.

Flores en manos de YoonGi ; YoonMin/윤민 Where stories live. Discover now