Capítulo 12

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Christopher observaba desde la distancia y sabía que tenía que ir despacio, tomarse toda la situación con calma y sobre todo enseñarle lo que le gusta y lo que no (aunque con él es muy poco probable que algo no vaya a gustarle). Su compañero ya le había informado de su pésimo estado de ánimo y él tenía muy claro que iba a subírselo de alguna manera u otra. Los ángeles no deberían de ir al infierno a llorar.

Enseñarle disciplina a la joven no había sido para nada fácil pero al menos había conseguido que dejara de protestar por todo y comenzara a hacer lo que se le pedía.

Una aprendiz de sumisa.

Su cuello no estaba adornado con un collar de color rojo (ni siquiera por un collar), ella tenía total libertad de estar con quien le viniera en gana. Todos allí iban a ceder a sus peticiones.

Sabía el lugar que ocupaba, por supuesto, nunca iba a tratar de ser más que un dominante porque eso le traería problemas... Y con problemas nos referimos a castigos.

Ella ya sabía muy bien que tipo de castigo imponía cada uno de los maestros porque... Bueno, ella un pequeño desastre de pies a cabeza.

—Ángel, trae dos copas de champán y por otra parte unos cuantos cubitos de hielo —pidió en cuanto vio a la rubia acercarse a su mesa.

—¿Champán con hielo? —cuestionó totalmente confusa, alzando sus cejas, sabiendo que todo le traería dobles intenciones antes o después.

—Obedece —murmuró en su dirección, vio como asentía e iba a hacer lo que anteriormente le pidió. Él caminó a una de las habitaciones para esperarla, no tardó en llegar y dejar la bandeja encima de la pequeña mesa que había en el cuarto—. No te vayas.

La orden la había puesto nerviosa, no vamos a engañar a nadie, pero intentó disimularlo de la mejor manera posible. Tenía trabajo, ¿no? Quería mantener su mente ocupada en alguna cosa, cómo servir bebidas y limpiar el mostrador cada diez minutos.

—¿Por qué iba a quedarme?

—Antes de probar con fuego quiero que pruebes el hielo.

Ella tragó saliva con dificultad, sus ojos se movieron hasta que dieron con el hielo que ella mismo había traído. Entonces cayó en cuenta del plan que tenía Christopher. Después recordó sus palabras, ¿acababa de decir algo sobre el fuego? ¿Por qué mierda no estaba corriendo ya hacia la puerta?

—Relájate —aconsejó tomando las copas en sus manos, una de ellas se la extendió a la joven—. Es el mejor champán, deberías de permitirle a tu paladar saborear algo tan exquisito como esto.

—Créeme cuando te digo que mi paladar ya sabe de cosas exquisitas.—Tomó la copa entre sus dedos y la llevó a sus labios, no pasó desapercibida la ardiente mirada que le lanzó al dominante mientras desarrollaba esta acción. Con lentitud separó la copa de sus labios, dejando ver estes brillantes debido a la humedad del champán.

—¿Y bien, preciosa? —cuestionó, sus dedos se tomaron el atrevimiento de acariciar las facciones de su rostro con total delicadeza.

—No mientes, es exquisito —susurró, su mirada bajó lentamente de sus ojos hasta sus labios, se remojó sus propios volviendo a sentir el sabor del champán en su lengua.

—Claro que no, Cyara —susurró de igual forma—. Yo no miento... Y menos a angelitos como tú.

Su corazón no debería de haber latido de la manera que lo hizo al escucharlo decir esas simples palabras. Pero lo hizo. Le resultaba increíble que cosas tan pequeñas la alterasen de semejante manera.

Oscura tentación Where stories live. Discover now