Capítulo 20

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El rojo era el color principal en la habitación, ese que tanto le gustaba a él y que ahora también le gustaba a ella. El ambiente le ayudó a calmarse después de la movida que habían tenido en su despacho, para cuando llegó Christopher ya estaba todo en orden.

—Quiero que me hables de tus límites antes de nada.

—¿Mis límites?

—Repasemos tus límites, Cyara —pidió.

Ella tragó saliva, recordando que tampoco tenía del todo claro sus límites. Es decir, podría decir cosas que definitivamente no iba a querer que me hicieran y cosas que por nada del mundo haría a nadie, ni siquiera al tío que la tenía mal de la cabeza.

—Nada de humillaciones —susurró—, no voy a sentirme excitada si me llamas puta, zorra o alguna mierda de esas, te escupo en la cara como lo hagas. Quiero respirar, quizá a ti te deje envolver tu mano en mi cuello pero... Hoy no solo se trata de nosotros así que prefiero respirar.

—Entendido, ¿algo más?

—Creo que eso sería todo...

Él asintió y dejó un beso en sus labios para después darle paso a su compañero, uno que Cyara no conocía para nada. Christopher le pidió que se desnudase bajo la atenta mirada de los dos.

—¿Cual es tu nombre? —exige saber el hombre que está tras ella, gruñendo. La hizo girar y pasó sus manos por ambos lados de su cuerpo. Se inclinó hacia delante, con su mirada clavada en los ojos verdes que lo miraban de forma expectante.

—Cyara... Mi nombre es Cyara, señor —gimoteó, cerrando sus ojos cuando la boca de su acompañante se cerró alrededor de su pezón, el calor en su cuerpo no hizo más que crecer.

—Bien, Cyara, tienes dos opciones —pasó su lengua por en medio de sus pechos—. ¿Quieres ser follada o ser la que folla?

Repasa sus palabras en su mente, tomándose más tiempo del que el hombre tenía. Apretó su pezón con sus dientes, impaciente.

—¿Te gusta el dolor, pequeña puta? —siseó, el otro hombre en la habitación se alertó y le advirtió con la mirada. Sabía que a su chica no le gustaba que le hablaran de esa forma, no quería ser insultada en medio del acto por nadie.

Tragó saliva, negándose a responder. No admitiría algo que él ya sabía. Volvió a acariciar su piel, ahora resbaladiza por el sudor, y dio una palmada en su coño para espabilarla. La rubia gimió, a ese paso terminaría empapada sin que ninguno de los dos la follara. Buscó la mirada de su novio entre la oscuridad, lo encontró a un par de metros, observando la escena con detenimiento.

—Te voy a dejar bien caliente y mojada, después los dos te follaremos. ¿Alguna vez te han hecho sexo anal?

—Si —asintió con la cabeza.

—Te tiene bien atendida, ¿eh? —ríe entre dientes, compartiendo una mirada con el hombre que le hace gemir todas las noches—. Le vendo los ojos, ¿no?

Christopher asiente y él mismo se acerca con la venda, comparte una mirada con ella antes de envolverla alrededor de sus ojos. La oscuridad se hace presente para Cyara, impidiéndole ver las acciones de ellos de ahora en adelante. Tuvo que dejarse guiar, poniéndose de rodillas y alcanzando a ciegas la entrepierna de uno de ellos, por supuesto que la diferenció al instante.

—¿Ansiosa? —gruñó.

Lo estaba. No sabría decir lo mucho que estaba deseando ese momento.

Tomó la polla del otro hombre con sus manos y la bombeó, esta estaba hinchada y palpitaba cada maldito segundo. Con su novio, pasó la punta de su pulgar sobre su cabeza, deslizando la gota de semen que había salido a la superficie y succionándola con su boca.

—¿Está rica, amor? —preguntó, pero la mano que sintió en su cabello no era la de Christopher sino la del otro chico. No le gustaba cuando alguien más tocaba su cabello, ese era un privilegio que solo quería darle a su novio. Justo cuando el pensamiento entra en su mente, él tira de su cabello con fuerza, haciéndola gemir, el sonido vibró en la polla de este.

Un puño está sujetando de su cabello mientras él la abofetea, dejándola aturdida durante unos instantes. Su coño se apretó por instinto.

—Eso te ha mojado, ¿eh? —dice, compartiendo una mirada con Christopher—. Puede que dure toda la noche, la tienes bien acostumbrada.

—No la subestimes, es mi mujer —chasquea el mayor.

Continuó chupándolo mientras que sus manos estaban ocupadas bombeando la polla de su amigo. Los dedos de este escurren por entre sus piernas hasta que llegan a su coño, húmedo y palpitante, ansioso por ser tocado, dispuesto a lo que él pudiera darle.

—¿Quieres que te follemos, Cyara? —la voz de Christopher suena dura cuando se dirige a ella.

—Si —pide, jadeante, su amigo dio una palmada sobre su coño por segunda vez en la noche. Unas gotas de placer se resbalaron por sus muslos de forma involuntaria.

—No hay palabra de seguridad esta noche —dice, alejándose de ella, haciendo que gimotee con necesidad pues acababa de quitarle la polla de entre los labios.


Se situó tras ella y la obligó a alzar su trasero, poniéndolo a su disposición. Pasó su húmeda polla por todo su coño antes de llevarla a su ano, sumergiéndola allí. Incapaz de articular palabras, ni tampoco gemidos, acerca al otro chico y abre su boca para darle a entender lo que quiere, no tarda en empujar su polla dentro de su boca para mantenerse ocupada mientras Christopher la golpeaba por atrás. Empujes profundos y duros.

Se retiró, dejándola confusa, intenta no pensar demasiado y centrarse en la mamada que le estaba haciendo al otro tipo, del que todavía desconocía el nombre. El sonido de él escupiendo es lo único que escucha antes de que la saliva se deslice por la rendija de su trasero con su dedo siguiendo el rastro. La punta de su polla vuelve a presionar en la entrada de su culo, haciendo que se tense.

Le da una fuerte nalgada con la mano abierta y se inclina hasta que sus labios rozan su oreja.

—Relájate, ángel —pidió, tirando de su cabello hacia atrás, en coordinación con el orgasmo de su compañero, quien se corrió en su garganta y dejó que tragara hasta la última gota de su semen.

Segundos después escuchó el sonido del plástico al romperse, no tardó en intuir que el desconocido se estaba colocando un condón. Los besos y las caricias la envuelven, casi alejándola de la realidad. Entonces lo sintió, sintió como la punta de su polla, cubierta por el preservativo, también presionaba en su entrada.

—Oh —dejó escapar cuando ambos entraron en ella, no tardaron en sincronizar las embestidas para que cuando uno entrase el otro saliese y así tenerla siempre llena.


Distinguía los siseos de su novio, claro que lo hacía, era el sonido más sexy que sus oídos llegaron a escuchar en su vida. Sin embargo, él estaba a sus espaldas, su compañero era el que tenía en frente. Buscó sus labios, imaginándose que eran los de la persona que ansiaba besar, pero el toque era diferente y se notaba. Sus besos no se sentían mágicos, así que bajó a su cuello y succionó su piel con ansias.

Es una deliciosa tortura, la agonía perfecta que quiere que dure toda la noche.

Puntos de luz bailan detrás de sus ojos, al mismo tiempo que empujan hacia adelante y magníficas olas de placer invaden sus venas. Más allá de la sangre corriendo por sus oídos, ella gime en especial el nombre de uno de ellos mientras se estremecen juntos, corriéndose al mismo tiempo... compartiendo ese maldito espacio perfecto donde todo lo que existe es ella, él y las tentaciones.

Su aliento contra su hombro, como el aleteo de las alas de una mariposa.

Aleja el cabello de su rostro, que se había pegado allí por la sudor y presiona un delicado beso en sus labios. Sin decir una palabra, se deslizo fuera de ella, esperando que su compañero haga lo mismo, la levanta con sus brazos para sostenerla.

Se siente abrumada por una emoción y un cansancio arrolladores. Se siente consumida.

Oscura tentación Where stories live. Discover now