Capítulo 23

5.4K 304 34
                                    


Nadie dijo nada pero sus miradas hablaban por sí solas, sus ojos mantenían una plática de la que ellos todavía no se habían dado cuenta.

Cyara sabía que eso no estaba del todo bien pues en las reglas del contrato había leído que sostener la mirada a un maestro era motivo suficiente para un castigo.

—Iré a vestirme de forma decente, no me tardo —le informó para después levantarse y correr a su habitación. Tal y como había dicho se cambió de ropa y peinó su cabello para no dar vergüenza al lado de semejante hombre.

Volvió a donde él se encontraba minutos después, tomó asiento donde anteriormente estaba sentada y se le quedó mirando. Pasó su lengua por su labio inferior para mojarlo y seguido atraparlo con sus dientes.

—Si me vas a provocar que sea con la perversa intención de complacerme —susurra Christopher, sus ojos brillaban de la lujuria y sus labios tenían una sonrisa maliciosa perfectamente dibujada.

—Yo no te estoy provocando —le hizo saber la joven.

—No puedes desatar el infierno y después pretender que eres inocente con esa carita tan angelical —murmura con voz ronca.

—Tú no acabas de decir eso...

—Claro que si —dice antes de levantarse—. Ya conoces mi infierno, Cyara, ¿me acompañas?

Tiende su mano y ella no duda en tomarla para levantarse, caminan juntos hasta la puerta en donde se miran una vez más.

—Creo que debería de avisar a Leyre.

—Descuida, ella estuvo escuchando toda la conversación —dice el dominante con un tono de diversión en la voz.

—¡Maldito loco de los látigos! —se escucha gritar a Leyre desde la otra habitación.

—¿Cómo sabías que...?

—Cyara, además de ser dominante soy maestro, no necesito palabras para entender algo. Sé descifrar las cosas por la forma de mirar —explica con calma—. Conozco demasiado bien a las mujeres, créeme.

—Te creo —murmura rodeando sus ojos con molestia, el hecho de que él le mencionara todo eso hacia sintiera picadas de celos sin tener ningún motivo para ello.

—No te pongas celosa ahora, ángel —chasquea su lengua contra su paladar, queriendo molestarla un poco al escuchar su tono y ver el gesto que hacía con los ojos.

—Ya te gustaría que estuviera celosa porque déjame decirte algo... ¡No lo estoy!

—Claro, ángel, todo lo que tú digas —susurra divertido mientras abre la puerta y deja pasar a Cyara primero.

Camina hacia su coche y abre la puerta de copiloto para que ella entre, la cierra una vez que esta se acomoda en el asiento y rodea el auto para entrar él. El viaje hasta el club es corto, con una sencilla música de fondo que sonaba en la radio y dándose fugaces miradas. Le habría gustado besarse cada vez que sonaba una canción de Melendi, porque en esa cadena sonaba una tras otra.

Salieron del coche nada más llegar y se encaminaron a la puerta, Christopher posó una mano en la espalda baja de la joven para guiarla.

—Ya conoces a los diablos de este infierno, no los mires mucho que pueden llegar a acontecer cosas peligrosas.

—¿Peligrosas? ¿Qué tan peligroso podría ser?

—Existe el defecto de enamorarse.

—¿Eso es un defecto? —cuestionó en voz baja.

—El amor te hace más débil, no hay cosa que más le joda al demonio que ser débil —dijo finalmente.

—Pero ya los he mirado más veces y aún no se han enamorado de mi.

—Cualquier dominante sabe ocultar sus sentimientos.

—Oculta tentación —bromea Cyara mientras mira al hombre que tiene al lado.

—Oscura tentación — le corrige frunciendo ligeramente el ceño.

Entraron al club como si fueran los dueños de allí, aunque bueno, Christopher si era uno de los dueños así que con razón todo el flow que desbordaba al caminar. Las luces rojas hacían el ambiente mucho más sexual y las caricias que él estaba dando en la zona que tenía la mano no ayudaban a los sentidos de Cyara.

—Querías fuego, ahora arderás —le hace saber cuando salen del sector y toman dirección a la casa que en pertenecía.

No había casi nadie a los alrededor por el simple hecho de ser por la mañana, conforme pasaran las horas eso estaría tan lleno como siempre.

—No sé si quiero volver a arder...

—No creo haberte preguntado.

Cyara traga saliva antes de asentir lentamente, el interior de la casa está tal cual lo recordaba. Su primer encuentro en ese lugar no había sido de su agrado pero ahora la cosa había cambiado bastante y solo le daba sensaciones placenteras.

—¿Sabes? —dice él en un susurro—. Me encanta el color rojo.

—¿Y eso a mi qué? —inquirió alzando una de sus cejas, aunque sabía muy bien a qué venía. Tampoco es como si fuera un secreto que a él le gustase ese color, ¿no?

Christopher esbozó una sonrisa antes de poner la habitación con la tenue luz roja, las cadenas y barras, que colgaban del techo y las paredes, relucían. Cyara se vio a sí misma siendo acorralada contra la pared con el cuerpo del dominante impidiéndole moverse.

Sus grandes manos tomaron su rostro para fijarse en cada detalle de su rostro, acarició sus mejillas con delicadeza y juntó sus labios en un ardiente beso. Sus respiraciones comenzaron a desequilibrarse, cada fibra de su cuerpo estaba entregada en la acción que estaban haciendo. Sus bocas parecían no querer despegarse así que le dieron ese lujo hasta que sus pulmones exigieron respirar. Pegaron sus frentes y rozaron sus narices en un ligero toque. Cyara relamió sus labios, gracias a la cercanía de sus rostros llegó a mojar también los de su acompañante.

Las yemas de sus dedos bajaron dando caricias a su mandíbula hasta llegar a su cuello, lo envolvió con sus manos e hizo una leva presión solo para que ella sintiera lo que quería hacerle.

—Voy a llevarte al lugar al que perteneces, ángel —susurró, mirándola a esos ojos verdes que eran su perdición.

—¿A qué lugar pertenezco?

—Al cielo —dijo con firmeza—. Te llevaré al cielo.

Oscura tentación Where stories live. Discover now