Epílogo

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Los meses se pasaban con verdadera rapidez cuando algo se disfrutaba, enero ya estaba a la vuelta de la esquina y el invierno nunca había sido la estación favorita del año.

Implicaba frío, casa y pensar...

Y los pensamientos siempre terminaban poniéndola mal.

En el cumpleaños de Christopher había decidido aceptar ir a vivir con él, ya iba un mes desde entonces. Los días eran más amenos, su presencia le alegraba la vida.

Sus días favoritos, sin duda, eran los fines de semana ya que Cyara no asistía a la universidad y ambos disfrutaban el uno del otro las veinticuatro horas que duraba el día.

Cyara salió de la universidad con la ilusión de una niña pequeña, ese día habían dado vacaciones de Navidad y eso significaba más tiempo con su prometido. La idea de pasar la primera Navidad con Christopher hacía que su corazón latiera desenfrenadamente contra su pecho.

—Cyara, ¿por qué estás tan contenta? — preguntó una de sus compañeras de clase mientras le regalaba una sonrisa burlona—. ¿Por pasar tiempo con tu queridísimo novio?

Se mordió la lengua para evitar mandarla a la mierda antes de haber dicho otra palabra.

—Pues si, esa es la razón de mi felicidad... No entiendo que es lo que te molesta a ti de todo esto.

—Eres tan ingenua, Cyara... — rodeó los ojos y caminó hasta ella—. ¿Realmente crees que él te ama?

La risa sarcástica que soltó hizo que la sangre de Cyara se congelara, apretó sus puños a ambos lados de su cuerpo y la fulminó con la mirada.

—Estuve en el prestigioso club CNCO hace un par de días y lo vi allí con dos muchachitas a sus pies. — redactó, como si Cyara no supiera nada de eso—. Enseña disciplina, es uno de los Maestros del club... ¿Crees que se conforma con enseñar? Porque yo estoy muy segura de qué también se las folla, una por una...

—¡Basta! — la cortó, desvió su mirada y sacudió su cabeza—. No te incumbe así que métete en tu puta vida y deja de joder la mía.

Se alejó a paso apresurado, no quería escuchar una sola palabra más en lo que quedaba de día. Un día que había iniciado siendo perfecto y se estaba volviendo una mierda.

No supo que estaba llorando hasta que sintió el salado sabor de sus lágrimas en los labios, pasó la manga de su jersey por sus mejillas para borrar el rastro de estas y no preocupar a Christopher al llegar a casa. No podía mentirle ni ocultarle nada, él se daría cuenta de inmediato como de costumbre.

Christopher era uno de los dueños de CNCO y no estaba dispuesto a renunciar a eso, ni siquiera habían tocado el tema. Sabía que había dejado de follarse a las sumisas, llegaba a usar su propio cuerpo en ninguna ocasión y se dedicaba a enseñar disciplina, sumisión y dominación. Por supuesto que las tocaba, pero no permitía que lo tocaran a él, se limitaba a usar juegos del BDSM que no iban más allá.

A cualquiera le dolía pensar en que su pareja daría un paso más y le faltaría al respecto.

Cyara confiaba en Christopher, lo hacía ciegamente. De todos modos, al oír decir tales cosas fue inevitable no imaginárselas y romperse, porque muy en el fondo de ella le dolía.

Llegó a casa y cerró la puerta detrás de cuerpo, apoyó su peso en esta y dejó escapar un suspiro. No estaba lista para afrontar la realidad.

—¿Has llegado, mi amor? — preguntó Christopher bajando las escaleras y recibiéndola con una sonrisa, se acercó a ella y posó sus manos en el notable bulto que sobresalía debajo del jersey de su chica—. ¿Cómo están las dos mujeres de mi vida?

Oscura tentación Where stories live. Discover now