Capítulo 22

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Christopher

El simple hecho de pensar que todo esto es mi culpa hace que se me joda la mente. Sin poder evitarlo miro en dirección a la puerta con la esperanza de que vuelva, miro a Joel esperanza de que se ría y me diga que es una broma. Pero no, nada de eso pasa. La realidad me golpea y no de la mejor forma.

Estaba acostumbrado a su presencia, aunque sólo la mirara de lejos la sensación de tranquilidad invadía mi cuerpo al verla.

Su ausencia dolía más con el paso de los días, no podía dejar que esto me siguiera afectando. Ella había decidido irse y yo tendría que aceptarlo de una vez por todas.

¿Pero que de todas las cosas fue la que desencadenó esto?

—Estás siendo más duro de lo que ya eras antes con tus sumisas, no dejes que esa muchachita te afecte —me dijo Richard mientras palmeaba mi hombro—. Mira a lo que has llegado, tú no eres así.

Miré a la chica que estaba posicionada tan cual una sumisa, su piel estaba llena de marcas que yo mismo había dejado en un intento de saciar toda la rabia que sentía.

—Yo soy así —escupí con dureza, por algo era el más intenso dentro del club, porque mis prácticas llegaban a puntos extremos.

—Tú fuiste así pero llegaste a calmarte y a relajarte —pronuncia con suavidad—. Y ya sabemos a quien le tenemos que agradecer por eso, que tu calma no se vaya con ella, la necesitas contigo para que esto no se salga de las manos.

—Soy un maestro, nunca se me han salido las cosas de las manos, no dudes en que ahora eso pueda pasar.

—Me preocupo por ti — me hace saber antes de irse del sector.

Me encamino a la barra donde se encuentra Joel hablando animadamente con un dominante aprendiz. Al verme llegar detiene su platica y se despide de él para centrar toda su atención en mi.

—Necesito que me des la dirección de donde vive Cyara —le pido, él me mira alzando sus cejas en un gesto lleno de sorpresa—. No me mires así, sé que has mantenido el contacto con ella en estos días.

—Voy a darte un consejo...

—No necesito ningún consejo —interrumpo pero a él parece no importarle demasiado.

—Deja estar las cosas como están, solo harás que se compliquen más y la única perjudicada será ella.

—Quiero verla, necesito hablar con ella y saber que todo está bien.

—Christopher... Ella está tan hermosa como siempre, se la ve muy bien así sin problemas ni cosas de las que ocuparse —me informa cruzándose de brazos, no me gusta para nada la actitud protectora que está teniendo con ella.

¿Es tan difícil de entender que yo también busco lo mejor para ella?

—Mira, Joel... Voy a visitarla de todos modos así que gracias por tu no ayuda.

Salgo del club sin importarme que apenas sea medianoche, no me tomaría el atrevimiento de ir a estas horas a su casa porque lo más probable es que no fuera bienvenido. Me tocaba esperar al día siguiente y la espera se hizo eterna.

Tras una corta rutina de mañana decido no vestirme como en mi día a día, dejo a un lado todo lo formal y me decido por unos jeans de color negro, una sencilla camiseta blanca y una chaqueta de cuero, las deportivas blancas hacían juego con la camiseta.

Me miro al espejo y despeino un poco mi cabello, no estaba tan mal... ¿A quién quiero engañar? Me veía jodidamente atractivo.

Acomodo las gafas de sol en mis ojos y salgo de casa, subo a mi auto para conducir hasta casa de Cyara (la cual supe la dirección gracias a Alan) y estacionar frente a esta. Bajo con toda la elegancia que desbordo de mi auto y camino hasta la puerta, dando un ligero toque en ella.

Una Cyara recién levantada me abre la puerta, refregando sus ojitos con una de sus manos. Lleva el cabello en un moño desaliñado y vestía con un sencillo pijama.

—¿Christopher? —murmura dudosa mientras su mirada recorre mi cuerpo—. Dios mío, te ves genial.

—Tú también estás hermosa, ángel.

El rojo que asciende por sus mejillas hace que una sonrisa se instale en mis labios, mira su ropa y niega rápidamente con la cabeza.

—Me desperté hace cinco minutos... Lo siento. —Se encogió de hombros—. ¿Puedo preguntar qué haces aquí?

—Supongo que solo quería verte. —Saco las gafas de sol y clavo mi mirada en sus ojos.

—Me has visto de mejores formas que hoy — responde, arrepintiéndose casi al instante por notar el doble sentido.

—Créeme que todas esas veces están grabadas en mi mente.

—Ahm... ¿Quieres pasar? —cuestiona haciéndose a un lado—. No se compara con los lujos a los que estás acostumbrado pero nadie te mandó venir, ya sabías lo que te esperaba.

—Qué lujos ni que nada. —Ruedo los ojos mientras me adentro en su humilde hogar, me guía hasta uno de los sofás para poder estar más cómodos a la hora de conversar —. Sé la versión que me contaron pero me gustaría escucharte a ti.

—Es la misma, lo prefiero de este modo así que no trates de convencerme —dice rápidamente—. Déjame aclarar que no tiene nada que ver contigo.

—¿Por qué no te despediste de mí?

—Porque si lo hacía no habría podido irme — declara en un susurro apenas audible, mi mano acaricia su rostro antes de inclinar el mío para tenerla más cerca. Su mirada baja a mis labios y la mía imita esa acción. Tomo el impulso de besarla, sus boca reacciona de forma gustosa ante el choque de mis labios y me permite adentrar mi lengua para jugar con la suya.

—¡Cyara! —exclama alguien desde algún lugar de la casa.

—Ahora no, Leyre... —dice sobre mis labios.

—Cyara...

—Ahora no... —repite antes de seguir envolviéndome con sus dulces besos.

—¡Maldita sea, Cyara!

—¡Ahora no! —gritamos los dos, tiro de su labio inferior con mis dientes antes de separarnos brevemente.

—¿Pero qué cojones? —cuestiona Leyre alzando la voz, cuando alzo la mirada me encuentro a la joven únicamente en ropa interior con dibujos de conejitos.

—¡Leyre, vístete! —exclama Cyara totalmente avergonzada.

—Vivo aquí, no tengo qué hacerlo, si a él le molesta que no mire... Un momento... — entorna sus ojos mirándome fijamente—. ¡Ay, no! Cuando saque el cinturón y comience a azotarte con él grita para que venga a tu rescate.

—Eso no pasará... —murmura apenada.

—No, hoy no llevo cinturón —se me ocurre decir, Cyara me mira con cara de reproche mientras que Leyre ríe.

—Como sea, estaré en la habitación del lado, no os paséis con el manoseo.

Cyara deja escapar un suspiro cuando Leyre desaparece del campo de visión, le extiendo mis brazos y no duda en acomodarse entre ellos.

—¿Está todo bien entre nosotros?—pregunta refregando su cabeza en mi pecho hasta que logra la posición que estaba buscando.

—Si —respondo con sinceridad.

—Chris, quiero que me muestres tu oscuridad.

Y con esa simple frase hace que mi mundo se vuelva a paralizar. Conociéndome, nadie se atrevería a adentrarse en mi mundo y mucho menos querer ir más allá.

Oscura tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora