Capítulo 29

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El club Moleko comenzaba a llenarse el dar las cinco de la tarde así que cuando Christopher y Cyara ingresaron ya había había personas dentro.

Caminaron hasta la barra en donde la camarera los recibió con una sonrisa en el rostro.

—Fiammenta, llévale esto a tu amo —indicó Christopher en cuanto posó la carpeta encima del mostrador.

—Si, señor — murmuró en un tono sumiso para después tomar la carpeta en sus manos y echar a andar en dirección a Zabdiel.

—Bien, ángel... Nosotros tenemos algo pendiente —dijo mirando a la joven que permanecía a su lado, ella asintió levemente y se dejó guiar por el dominante hasta salir del sector.

El ascensor los llevó hasta la quinta sección, un sector que Christopher conocía a la perfección pero que Cyara todavía desconocía.

—¿Recuerdas lo que te dije?

—Que todo está consensuado...

Él dio un ligero asentimiento antes de posar una de sus manos en la espalda baja de la joven, las puertas metálicas se abrieron y ambos entraron a un nuevo infierno. Como de costumbre las tenues luces rojas le dieron la bienvenida, un escalofrío recorrió el cuerpo de Cyara al ver el ambiente que se estaba formando allí.

La mayor parte de dominantes estaban desnudos de cintura para arriba, vistiendo únicamente con un pantalón de cuerpo y con una máscara en el rostro dándole un aspecto más perverso. Las sumisas estaban a su disposición, unas de rodillas, algunas con los ojos vendados, otras usando algún tipo de bondage.

La mirada de Cyara recorrió el amplio sector, muchas cosas ya las había visto e incluso probado... Sin embargo, había otras que en la vida se le habrían pasado por la mente.

—¿Qué es eso? —cuestionó en un hilo de voz, sus nervios la estaban traicionando una vez más.

Christopher miró en la dirección en la que tenía la mirada clavada, una chica estaba con la espalda pegada a una silla justo en la parte del asiento, sus piernas estaban alzadas dejando que sus tobillos se ataran al respaldo al igual que sus muñecas, quedando totalmente indefensa. Gruesas lágrimas bajaban por sus mejillas mientras que su boca estaba cubierta por un pañuelo de color rojo, impidiendo que los sonidos que emitiera no se escucharan.

—Está muy atada... —murmuró temerosa, sin darse cuenta estaba empezando a temblar–. Y llorando...

—Se llama Shibari, es el arte de atar empleando cuerdas con el fin de provocar una reacción sexual —explicó, su mano empezó a repartir caricias en la espalda de Cyara.

—Eso no quita que esté llorando...

—En estos casos el placer vence al dolor.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —apartó la mirada de ella para fijarla en el maestro, este alzó una ceja al verla y alzó las comisuras de sus labios—. Una pregunta estúpida, me acabo de dar cuenta...

Avanzaron con lentitud, permitiéndole ver todas y cada una de las actividades que se realizaban allí dentro.

Lo siguiente que llamó su atención fue bastante impactante a nivel visual. La chica tenía cadenas alrededor de sus tobillos las cuales la alzaban del suelo y hacían que sus piernas se doblaran, el talón de sus pies quedaba clavado en la firme piel de sus nalgas. Sus brazos y manos tenían una envoltura similar, juntándose en su espalda. De sus brazos colgaban las mismas cadenas que de sus tobillos que iban a parar a unas barras metálicas a cada lado de sus cuerpo. Sus ojos se encontraban vendados al igual que su boca, parecía estar completamente concentrada.

—No se ve una posición cómoda...

—Se llama suspensión.

—¿Qué es?

—La suspensión completa en el bondage es una de las técnicas más peligrosas ya que se inmoviliza y se sujeta a la otra persona por zonas frágiles del cuerpo, como las muñecas o los tobillos. Conseguir la suspensión lleva mucho tiempo y práctica, a menudo hay que dejarlo a mitad de sesión —explicó con la voz calmada—. ¿Te atreves a probarlo?

Una risa nerviosa se escapó de los labios de la joven mientras negaba con la cabeza, moviendo mechones de su cabello a su paso. Un aprendiz de dominante camina en círculos alrededor de la chica que ambos miran, en sus manos lleva un pequeño látigo de tiras que piensa emplear en ella.

—Un orgasmo por cada punta que tiene el látigo, ese es el trato —susurra la voz de Christopher en el oído de Cyara, haciendo que su piel se erice.

—¿Y... Cuantas tiras tiene?

—No lo sé, hay muchos tipos de látigos... No te sabría decir con certeza cuantos puede llegar a tener.

—Ese, señor... El látigo que él tiene.

—A simple vista no parece tener más de treinta... —dice con desinterés.

—¿Treinta? —cuestiona antes de tragar saliva con dificultad—. ¿Entonces serán treinta orgasmos?

—Si, Cyara, así funcionan las cosas por aquí...

Ella deja escapar un suspiro antes de abrazarse a sí misma y seguir caminando como si lo que acabara de ver no le hubiera afectado en nada. La bilis se le subió hasta la garganta al ver la siguiente escena, la sangre era la principal protagonista.

—No sé en que estaba pensando al querer venir aquí —dice llevándose una mano a la boca, Christopher es rápido en atraerla hasta su cuerpo y cubrir sus ojos.

—No mires, no mires... ¿Puedes aguantar hasta salir de aquí?—cuestionó guiándola hasta la salida.

Lo que sus ojos habían podido ver era el cuerpo desnudo de una joven, mordiendo su labio inferior para acallar sus gemidos mientras un aprendiz perforaba su piel con finas agujas, dejando marcas de sangre a su paso.

—Tú también haces esas cosas... —dijo en cuanto sus pies pisaron el exterior del sector, su respiración se había vuelto más acelerada y su rostro tenía una fina capa de sudor.

—Cyara....

—No, Christopher —lo calló —. Tú eres el maestro, tú le enseñaste todo lo que estaban haciendo...

—Cada persona tiene su nivel de sadismo, ambos estaban de acuerdo con lo que estaban haciendo —dijo tomando el rostro de ella con sus manos —. Sabes que no te haría nada que tú no quisieras.

—Permíteme dudarlo... Todo eso es de verdadero terror, lo siento.

—No tienes que disculparte por decir lo que piensas, yo no puedo interferir en los deseos prohibidos de alguien, sus fetiches, lo que le causa placer... Ni siquiera puedo hacerlo con los míos.

—¿A ti te excita? —cuestionó mirándolo a los ojos—. ¿Realmente deseas ver mi cuerpo cubierto de sangre por algo que tu causaste, por tu propio placer?

—¡Joder no! —exclamó antes de juntar sus labios de forma violenta, nunca la había besado de una forma tan intensa como lo estaba haciendo en ese momento. Probablemente la adrenalina del momento los había llevado a tal punto.

Oscura tentación Where stories live. Discover now