Capítulo 18

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Christopher

Puedo leer las expresiones de Cyara a la distancia, sé que Erick no la castigó ni siquiera un poco.

Mi mano se aprieta alrededor el vaso que está encima de la mesa con rabia o capaz que con impotencia.

No me faltan ganas de hacerle de todo pero sé que no puedo. Me obligo a mi mismo a mantener el control. Aunque ya va siendo hora de enseñarle algo más allá que látigos, cadenas y privarla de los sentidos.

—Preciosa, encárgate de que Cyara esté en la habitación antes de medianoche— le digo a sumisa que está arrodillada a mi lado.

—Si, señor —asiente brevemente antes de levantarse, tiro de la correa haciendo que haga una mueca de dolor y vuelva al suelo.

—No te di permiso para levantarte, amor— susurro, mi mano acaricia su cabello como si únicamente fuera mi mascota y no una persona.

—Lo siento, señor.

—No hables —digo antes de soltar la correa para dejarla libre—. Puedes ir pero gateando.

A muchos les parecería una humillación pero de esto trata el BDSM, una sumisa debe de someterse por completo a su amo, dejar de lado la moral, la vergüenza y la pena.

La cara de Cyara cuando la sumisa llegó a junto a ella fue todo un poema, tuve con contener mis ganas de reír y mantener mi semblante serio y despreocupado. Su mirada chocó con la mía por breves segundos, después asintió en dirección a la chica y comenzó a caminar fuera del sector.

—Fue más rápido de lo que me esperaba— admití en voz baja, terminé el contenido de mi vaso y me levanté. Abonoté mi saco para tener un aire más formal y caminé en la dirección que ella se había ido.

La tenue luz azulada tirando a morada invadía el local esa noche, el ambiente era similar al de todos los días por lo tanto no había nada nuevo que comentar.

Llegué a la habitación cerrando la puerta detrás de mi cuerpo, me sorprendí al ver a Cyara arrodillada con la perfecta posición de una sumisa, tan delicada y tan entregada.

—Buenas noches, ángel —susurré acariciando su cabello y tomando el tiempo de admirarla, sus ojos se encontraban cerrados y sus pestañas acariciaban ligeramente sus mejillas.

-Buenas noches, señor— dijo en el mismo tono de voz, alzó la cabeza mientras abría sus hermosos ojos y me miraba con esa intensa mirada llena de curiosidad.

—¿Cómo te trató mi compañero Erick?

—Bien, señor.

Asentí ligeramente, estaba siendo una buena sumisa hasta el momento así que no podría quejarme por nada.

—Levántate, deshazte de tu ropa y túmbate en la cama —ordené, ella hizo de inmediato lo que pedí. La admiré mientras caminaba desnuda hacia la cama y su ropa yacía en el suelo.

Tomé un mechero en mis dedos y la miré con seriedad, es algo peligroso. Muy peligroso. Podría llegar a salir mal si ella no se entrega a mi y confía al cien por ciento.

—¿Qué me harás? —pregunta atemorizada al ver la pequeña llama de fuego proveniente del mechero.

—¿Qué se hace en el infierno?

—Arder...

Sonrío de forma maliciosa, es una jovencita bastante inteligente. Camino hacia ella y me siento en la cama justo a su lado.

—Necesito que confíes en mi.

—No sabes lo que estás diciendo...

—Cyara, por favor— susurro a la vez que tomo uno de sus brazos, paso la pequeña llama muy cerca de su piel haciéndole sentir el calor en esta—. No te haré daño, sabes que todo cuanto hago es muy placentero.

—¿Esperas que sienta placer mientras ardo?

—No espero nada, sé que será así.

—No me lo puedo creer...

—Cierra tus ojitos o me veré obligado a poner una venda alrededor—le digo mientras dejo un camino de besos por su brazo.

Ella a pesar de la inseguridad cierra los ojos, aprovecho para levantarme y tomar una varilla en mis manos, prendo fuego en ella y vuelvo a acercarme.

El fuego roza su piel pero no llega a tocarla directamente, paso la varilla en medio de sus pechos y bajo hasta llegar a su ombligo. Su cuerpo está cubierto por una fina capa de sudor.

Mi mano libre toma unas bolas chinas, compruebo que tan mojada está y sonrío satisfecho al darme cuenta que su entrada se encuentra empapada. Estas resbalan con facilidad a su interior, Cyara hace un ademán de cerrar la piernas pero no se lo permito.

—Ni se te ocurra moverte—digo con seriedad, lo que menos quiero es quemarla y que esto termine mal.

Bajo con lentitud hasta sus piernas, pasando la llama por sus muslos y bajando de a poco, mi mano hace contacto con su piel cuando retiro el fuego. Su piel se encuentra sudada y muy caliente.

—Abre los ojos, Cyara —murmuro en voz baja, ella lo hace y puedo ver como estos desbordan lujuria.

Le sonrío a la vez que me levanto, apago el fuego y dejo la varilla colgando en la pared.

—Hay que saciar el deseo que desborda tu cuerpo en estos momento, ¿no?

—Si... —susurra —. Por favor, señor.

Me deshago de mi corbata y le indico que me tienda sus muñecas, envuelvo esta alrededor y tiro de ella haciéndola soltar un quejido.

Igual estaba siendo un poquito intenso...

—Ponlas encima de tu cabeza— indico y ella no tarda en obedecerme.

La posiciono de lado y junto sus piernas, mi mano se envuelve en sus tobillos para que no se mueva.

—Es incómodo...—me hace saber.

—Lo sé pero hará sentir muy bien.

Bajo el cierre de mi pantalón de vestir y libero mi polla, no es necesario bombearla porque ya se encontraba erecta. Hago que Cyara doble sus piernas, entonces me hundo en ella de una sola estocada.

Veo su necesidad de mover las manos en mi dirección, como si quisiera detenerme. Pero apenas se mueven, las mantiene encima de su cabeza tal y como le había indicado.

La mano que tengo alrededor de sus tobillos aprieta el agarre, la otra se posiciona en una de sus nalgas, agarrando la firme carne de estas con mis dedos.

Embisto con fuerza, la delicadeza no es mi especialidad. El choque de mis caderas con su piel se vuelve el segundo sonido más erótico en la habitación, el primero son los gemidos de Cyara, por supuesto.

Su respiración se vuelve más pesada conforme pasan los minutos y sigo embistiendo en ella, la escucho maldecir pero no le reclamo nada. La estoy dejando incumplir las normas a su antojo.

La veo morder su labio inferior con fuerza hasta el punto de cortarlo y dejar escapar una línea de sangre. Grita mi nombre mientras alcanza un intenso orgasmo, aprieto mi mandíbula cuando mi semen se libera en su interior.

—¿Estás bien? —le pregunto mientras la coloco boca arriba y suelto sus tobillos, sus piernas tiemblan ligeramente. Tomo sus manos y desato el agarre de mi corbata, acaricio sus muñecas al ver como se tornaron de un color rojizo que probablemente perduraría un par de días.

—Ha sido tan... Intenso.

—Es un buen adjetivo para describirlo— admito, mi dedo pulgar se pasa por su labio para limpiar el rastro de sangre.

Sin darme cuenta ya estoy acunando su rostro en mis manos, como si fuera la cosa más preciada y no quisiera hacerle daño pero al mismo tiempo con unas oscuras ganas de corromperla de todas las formas posibles.

Oscura tentación Where stories live. Discover now