Capítulo 2

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Jugó con sus dedos con nerviosismo, no se atrevía a alzar la mirada después de lo que él le acababa de decir.

—Pequeña Cyara...—siseó negando con la cabeza—. No demuestres sumisión conmigo, cariño...

—Pero usted es un dominante —murmuró ella confusa, elevó su rostro unos centímetros y lo miró.

—Por eso mismo.—Aclaró su garganta—. Que tú seas una sumisa me pone mucho.

—También es un maestro, no debería de decir esas cosas...

—Lo sé.—Soltó una risa amarga—. El hecho de no poder hacerlo resulta más excitante, ¿verdad?

—A mi esto no me excita —aseguró mientras fruncía levemente su ceño.

—Yo no te veo muy segura de eso —comentó con diversión—. ¿Ni siquiera te atraigo un poquito?

—No —dijo firme—. Usted es sádico.

Mentía. Físicamente le ponía a mil. El hombre estaba como quería, no iba a negarlo, bien se lo podría imaginar más tarde como algún opuesto protagonista de alguna historia. Sus finos cabellos se movían con el ligero viento que se soplaba y le caían por la frente, haciendo que de vez en cuando moviera su cabeza hacia el lado izquierdo, para que no le molestaran. Su tez blanca resaltaba incluso bajo la oscuridad. La de Cyara también, por supuesto, el momento de broncearse era el verano y esta estación, como quien dice, todavía no había empezado. Sus ojos, o mejor todavía, su mirada, era oscura, de esas que siempre estaban atentas de lo que sucedía, analizadora. Admitió para sí sentirse un tanto cohibida con eso.

Christopher alzó las cejas en señal de sorpresa y mordió su labio inferior. Sentía su directa mirada en sí, casi como retándolo, eso era algo a resaltar pues todos en el club le tenían un máximo respeto. Se atrevería a decir que había sumisas que le tenían miedo, podrían catalogar sus prácticas como más fuertes de lo habitual, pero no era algo que a él le importase. Quizá la única allí dentro que no lo juzgaba era Fiammenta, camarera y sumisa personal del maestro de la primera sección.

—Lo soy —admitió—. ¿Lo intuiste tú o te lo dijo alguien más?

No es como si fuera un secreto a voces, pero únicamente sabían eso sus sumisas y los demás maestros, puede que incluso un par de dominantes a los que había enseñado. Si, se sabía que sus prácticas eran más dolorosas en algunos aspectos, pero no llegó a mostrar ninguna sádica al público. Los veces que había rozado ese adjetivo habían sido en una habitación del club, a solas su acompañante y él.

—Alan dijo algo al respecto, no sé si lo conoces, él es amigo de otro de los maestros y es por él que estamos esta noche aquí... —se mordió la lengua al darse cuenta de que estaba hablando de más, cuando lo hacía era señal de que estaba nerviosa.

—¿Eres amiga de Alan?—preguntó con interés.

—Es el novio de mi amiga.

Christopher estalló en carcajadas al oír su respuesta.

—De ninguna manera.—Negó rotundamente—. Alan es un dominante, yo mismo lo enseñé.

Era cierto. Hacía pocos meses que él terminara con sus explicaciones y prácticas en el club y decidió seguir por sí mismo, conforme con lo que allí había aprendido. Hablaban de vez en cuando y recordaba que en algún momento mencionó a cierta joven que le gustaba follar con los ojos vendados. No sabía si esta era la única en su vida o si también practicaba ese estilo con alguna más.

Cyara palideció de golpe al escucharlo. Si Alan era un dominante, Zaida era una sumisa... Y la morena no tenía ninguna pinta de serlo. Era espontánea, chillona, quejica. ¿Cuánto tiempo podría soportar Zaida estar callada mientras alguien le decía qué debía de hacer y que no? La rubia asumía que no demasiado, conocía a su amiga y sabía que no tenía demasiada paciencia. Eso si, las personas siempre cambian en la cama.

Oscura tentación Where stories live. Discover now