Q U I N C E

155 11 1
                                    

Mis manos tiemblan mientras termino de atar las colitas de mi hija, ella me sonríe, mirándome por el espejo.

—¿A donde vamos, mami?—Beso su frente, ajustando su vestido blanco.

—Tu siempre quisiste ir a uno de mis desfiles, ¿no es cierto? Pues hoy vamos a ir a uno.

Ella salta emocionada.—¿Martha irá?

La dueña del nombre ríe, atrás de mí.—No, Mia, yo no iré.

Hace un puchero tierno pero Martha le da un guiño que la hace reír, porque mi hija aún no puede guiñar.

—Vamos, pequeña.—Le digo.

Cuando sale de la habitación, suspiro, acariciando mis sienes.

Las manos suaves de Martha acarician mi espalda.

—¿Qué pasa?

—Odio tener que hacer esto, odio ser llamada una zorra y que probablemente mi hija sea expuesta a todo eso. Sé que no siempre podía ocultarla, pero joder, Marthita, no quiero hacerlo.

Me gira y ahora acaricia mis brazos desnudos, tratando de calmarme.

—Por lo que dijo Jackie, es mejor que lo hagas tu, cariño, ¿o prefieres que alguien se invente un cuento en el que digan que tu hija es una bastarda? No lo sé.

Niego rotundamente.—Tienes razón, debo hacerlo, pero me da pavor que puedan hacerle daño.

Martha me abraza.—Ambas estamos aquí, también la señora Maggie, para proteger a Mia.

Asiento aún consternada pero más tranquila.—¡Mamá, andando!

—Todo va a estar bien, mi niña.—Mi nana deja un beso en mi frente y se va.

Una vez en el auto, Matt nos lleva a casa de Evan y me siento nerviosa, inevitablemente. Él tiene razón, esa atracción fuerte que me jala reiteradas veces hacía él, me aturde, me abruma, me enloquece de una buena forma.

Llegamos y se me atora un jadeo en la garganta. Evan Beily está de pie, recostado en el hombro de la puerta, con una camisa blanca de cuello chino, unos vaqueros negros y unos botines marrones.

—Quédate aquí un segundo, mi amor, ya vengo.—le digo a mi hija sin despegar mis ojos de aquel escultural hombre. Me bajo de la camioneta y camino, atraída, embelesada, embobada hacía él.—T-te ves...

Sonríe, sus ojos se achinan un poco, cosa que puedo notar más sin sus lentes.

—Lo mismo digo, ahora pareces más un ángel.—repaso rápido mi vestido y sí, admito que es una hermosa prenda, sin embargo, vuelvo a mirarlo.—Quiero besarte, ¿puedo?

De inmediato mi lengua humedece mi labio inferior.—Estoy segura de que algún periodista está rondándome, de no ser así, dejaría que lo hicieras.

Se acerca peligrosamente, contengo el aire.—Lo haré en algún momento de la noche, Alexandra.

O lo haré yo.

—Deberíamos irnos...—Murmuro.

Asiente, caminamos hombro a hombro hasta llegar al auto y cuando me sonríe, extiende su mano y me ayuda a subir, sé que no podré evitar que esa atracción, hoy no será fácil mantenerme tranquila.

—¿Pero que tenemos aquí? ¡Una hadita!—Mia sonríe cuando él pica su costado.—Ambas se ven preciosas.

Aparto el rostro para que no vea mi sonrojo.

—Señora, pasaré por ustedes en cuanto me llame.—Dice Matt y asiento.

Luego de unos veinte minutos de camino, en los cuales Mia y Evan conversan sobre la escuela de mi hija, sus gustos y el mejor sabor de helado, llegamos al lugar.

Bella Donna [COMPLETA]Where stories live. Discover now