C U A R E N T A Y C I N C O

137 9 4
                                    

Evan.

Miro el reloj analógico, solo podía dar vueltas entre mis nuevas sábanas, sentía una incomprensible paz pero también un abrumador enojo y esa disputa me obligaba a mantenerme despierto.

Alexandra me estaba rogando por mis besos, y a pesar de todo, le rogaba que me dejara ir, porque eso es lo que necesito, porque todo lo que le dije es real, puedo enamorarme Erica, sé que ella no tendría problema con tener una relación conmigo o enamorarse, lo hemos hablado, establecimos el límite porque ambos sabemos que aún no estaba libre del veneno de mi bella donna, aún picaba, aún dolía.

—¡Maldita sea!—grito golpeando la almohada, me levanto de la cama porque ya sé que no podré dormir, así que deambulo hasta la cocina, como un mal hábito busco alguna chuchería para comer.

—Y yo que creía que podía quitar los candados de las estanterías.—salto del susto al escuchar a Erica.—Pero veo que aún buscas robarte las chucherías.

—¿Donde están?

—No lo sé, las tire. Hablamos de esto, Evan, debes cuidar tu alimentación.—se levanta y enciende la luz, se ve también cansada pero ella ya está lista para empezar su día de trabajo.

Me recargo a la madera de la puerta y suspiro.—¿Puedes dejar de controlarme?

Alza sus cejas sorprendida de mi manera de hablar. Maldigo otra vez.

—Con que así te va con ese veneno.

—Lo siento, solo necesito comer algo.—Susurro cansado, ella se levanta y pone la taza donde tomaba café sobre el lavaplatos antes de abrir la alacena y lanzarme unas galletas de chocolate.—Gracias.

Me acerco, y le empujo contra la mesa, jadea, me pongo tras su espalda, presionándome contra ella, necesito esto...acaricio su lóbulo con mi lengua, ella suelta un pequeño sonidito de placer.

—Detente.—Lo hago y retrocedo. Ella se da la vuelta y a pesar de sus pupilas dilatadas niega, me acaricia los brazos, el abdomen, y me analiza.—No voy a ser tu segundo plato, es a ella a la que quieres, no a mí, no voy a permitir que me utilices.

—Te deseo a ti.—La beso, y me lo permite, me corresponde, sin embargo, termina aquel contacto.

—Ordena tu vida, Evan, ordena tus pensamientos, no me deseas, quizás no de esta manera y no en este momento.

Peino un poco su cabello y suspiro.—¿Me disculpas? Estoy abrumado.

Sonríe, quizás compresión expresada en ese pequeño gesto.

—Es el veneno, querido.—Sonrío también porque estoy seguro de que esta ya es nuestra pequeña broma interna en la que usamos la metáfora de que Alexandra es la flor toxica y yo el imbécil que respira su toxina dentro de estas más de 20 paredes.—Quedas disculpado, sr. Jefe.

Beso su frente.—Te dije que no intentaras decirme jefe.

—Técnicamente eres mi jefe.

—No, te equivocas, soy tu jefe, sin tecnicismos, pero no me gusta que me veas de esa forma.

Me da una sonrisa tímida.—Debes hablar con los productores, distribuidores y compradores, ya lo saben y deben estar cuestionando mucho el acuerdo.

—Si, lo haré, gracias.—Antes de que salga por la puerta la detengo.—¿Puedes hacerme un favor?

—Claro.

—¿Podrías hacer chocolate caliente?

—¿Desde cuando to—Entiende el porque tras unos segundos y asiente en silencio.—Lo tendré listo.

Bella Donna [COMPLETA]Where stories live. Discover now