C U A R E N T A Y C U A T R O

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Lexy.

Despierto cuando el amanecer así lo anuncia, mi madre me envía un mensaje anunciando el horario de visita para cuidados intensivos.

Salgo de la habitación y la mezcla de olores me atrapa, huele a mi hogar, cuando papá contrató a un chef para que le enseñara todos los secretos de la comida italiana a Martha, para que jamás se perdiera la costumbre de que Hope y yo comieramos los platos más típicos.

—Dios.—susurro mientras trato de identificar de donde proviene el olor hasta que milagrosamente llego a la cocina, donde el hambre me abandona al ver la escena. Evan sonríe, realmente está sonriendo, hay algo en sus ojos y ellos están teniendo un momento porque las manos de Erica acarician su nuca y él apresa su cintura.

No tengo el derecho. No tengo potestad. No es mi problema. No me importa. No me incumbe. No me duele. No me lastima. No me hace enojar. No me hierve la sangre. Y definitivamente no estoy celosa.

Quiero irme para llorar un poco en la habitación, sin embargo, él es el primero en notar mi presencia, no la suelta de inmediato, ella lo disfruta.

—He aquí tu bella donna, me retiro.—ella sonríe y sale, yo en cambio observo los árboles a través de la ventana y repito cosas sin sentido para no mostrar cuanto me afecta eso.

—¿Necesitas algo?

—Necesito ver a mi padre, ¿donde puedo conseguir un taxi?—Digo con cero amabilidad en mi voz.

—Le diré a alguno de los muchachos para que te lleven al hospital.—asiento e intento irme.

—¿Sabes cual es el hotel más cercano al hospital?

Él aprieta la mandíbula.—No tienes que irte.

—No quiero estar aquí, lo acepté solo porque mi padre era la prioridad, mi madre me acaba de escribir que él ya está mejor, lo sacaron de cuidados intensivos, así que ya no necesitas soportarme ni un minuto más.—El nudo en mi garganta me amenaza con hacerme débil. Me doy nuevamente la vuelta pero me detiene.

—¿Te crees con el derecho de enojarte?

—No estoy enojada, sr. Beily, no se crea lo suficiente para hacerme sentir algo.

No otra vez.

Lexy, herir no es necesario para alejarte ni defenderte.

—No vas a venir a mi casa a decir que no valgo un maldito peso.

Sonrío por su cinismo.—Yo no te pedí tu maldita ayuda.

—Entonces debí dejarte sola.—Ataca y me duelen sus palabras, si me quedo un segundo más voy a llorar frente a él.

—Siempre he estado sola, sr. Beily.—Él detiene el tamborileo de sus dedos, como muestra de su estrés y me mira, él más que nadie sabe que es cierto.—Y no se preocupe, no va a cambiar ahora.

—No tienes derecho...

—No estoy enojada, no siento nada, después de todo siempre he sido una perra fría.—Sonrío con dolor al recordar que esas palabras me marcaron, siempre dolarán, incluso cuando vinieron de una persona como Mauricio.

—¿Estás intentando darme lastima?

Creo que el conjunto de emociones me abruman, por lo que termino derramando una lágrima que quito con asco, mis ojos están fijos en los de él, quien luce frío, cuando sus ojos me miran así, me asusta, es terreno incierto.

—¡Mamá!—De inmediato, mi atención, dolor y cualquier cosa desaparece al ver a mi hija correr hacía mí, mientras la abrazo y sostengo, río al ver la mandíbula desencajada de Jackie viendo la casa, Martha silba pero no demuestra más sorpresa.

Bella Donna [COMPLETA]Where stories live. Discover now