V E I N T E

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De camino al lugar, muy temprano, aún sin el sol alumbrando, es silencioso, es tranquilo, relajante. Mi hija venía dormida en su silla especial, mientras que Matt conduce, observo el perfil estético de Evan, su nariz malditamente perfecta, sus pestañas descansando pegadas a sus mejillas. Admito que también estoy cansada,  anoche fue arrasador, cada célula de mi cuerpo disfrutó de los toques, los temblores, los gemidos.

Siento mis mejillas hirviendo de solo recordar.

—¿En que piensas, angelito pervertido?—Pego un salto que lo hace reír. Su aliento fresco en mi oído me da escalofríos.—¿Recordando algo en específico?

Lanzo una mirada rápida a Matt, aunque sé que es la persona más discreta que conozco y casi que crecimos juntos, confió en él, es solo que...no lo sé. Me siento juzgada por todos, por fin empiezo a disfrutar de mi vida, de las relaciones sexuales, y que mejor que con alguien como Evan, aún más sabiendo que hay un contrato que me salvaguarda de un posible sentimiento.

—Estoy agotada.—Susurro y él ríe.—No te rías, es en serio.

—¿Debería disculparme por haberla cansado, sra. Salvatore?

Lo observo con los ojos entrecerrados, gracias a que mi cuerpo reacciona por el tono en el que dijo mi apellido. Es el tono en el que lo dice para provocarme.

—¿Conoce usted el significado de la palabra pudor, señor Beily?

Hace un gesto demasiado tierno, encogiendose de hombros y sonriendo de lado.

—En efecto, conozco el significado, señora Salvatore.

Acaricia mi hombro con su nariz.—Parece que no lo comprende del todo.

Contiene una carcajada.—Por el contrario, lo comprendo bastante bien, lo cual no implica que lo posea.

Sonrío.—Puedo notarlo, sí.

Mira mis labios y los cuales ya sabarean los suyos. Al parecer nunca es suficiente y este coqueteo me vuelve completamente loca.

—¡Mira mamá, ya llegamos!

Brinco del susto, golpeando la nariz de Evan, que sisea del dolor.

—¡Jesucristo!—Murmuro, con mi mano en el pecho.

—Joder.

—Mamá, Evan dijo una palabrota.

Mi corazón corre desbocado luego del susto y porque algo me posee cada vez que veo a mi hija junto con el mencionado.

—Evan, no digas palabrota frente a mi hija, por favor.

—Casi pierdo la nariz, pero lo lamento, princesa Mia.

Toma su mano y la besa dándole un guiño, mi hija se ríe a carcajadas, con las mejillas rojas como tomate. Veo que ciertos ojos no solo me conquistan a mí.

—¿Puedo tomar tus lentes?

Niega.—No, princesa Mia, ¿sabes porque?

—No.—dice fascina por la voz de Evan.

—Mis lentes fueron fabricados por los ángeles con el mismo metal que el tridente de Poseidón, los gané por salvar a un ser vivo de su muerte, y solo yo puedo ver a través de los cristales.

—¿Puedo obtener unos iguales, mamá?

—No lo sé, mi amor.

—¿Evan? ¿Puedes darme unos iguales? ¡Que brillen como el sol!—Grita feliz, creyendo la historia que Evan le contó.

—¿Si brillan más que el sol como podrás ver?

Lo piensa seriamente, haciéndome reír.

—Señora, ya estamos llegando.

Bella Donna [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora