D I E C I N U E V E

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Lexy.

Me despido de Martha, quien ya lleva su pijama, como siempre ella me regala una sonrisa cómplice, llena de picardía.

—Ahora vuelvo, cuídala por mí.—Le murmuro, para no despertar a Mía, aunque ya hace horas que mi hija se quedó dormida. Son más de las once, me encargué de dejar todo listo antes de salir.

Me subo a mi auto, el cual casi nunca uso.

Mi abdomen se siente pesado, mi respiración es entrecortada. Evan me dio la oportunidad de tomar esos papeles y destrozarlos con mis propias manos, con esa actitud tan...¡Aghh! ¡No lo sé, ¿okay?! No logro nisiquiera entenderme. Me desorienta, me hace temblar, no lo entiendo, sin embargo, no puedo negar que no estoy dispuesta, no quiero soltarlo tan pronto, quiero más, no estoy lo suficientemente satisfecha de él. Por eso, estoy a punto de bajarme de mi auto para tocar su puerta luego de unos cuantos minutos de carretera.

Ni siquiera sé que voy a decirle. Ni siquiera sé a que vine.

Toco el timbre. Soy una mujer que ha lidiado con los tiburones, con las serpientes en el ámbito en el que laboro, siempre con las palabras correctas, el mentón en alto y luciendo confiada, y es que en ese momento, en el que tengo que dejar en claro lo que deseo obtener, siento los pies sobre la tierra, sé lo que tengo, lo que puedo dar y lo que estoy dispuesta a aceptar de la persona con la que esté hablando. Pero ahora...no me siento de ese modo, estoy nerviosa, y no es por él, al contrario, Evan me trasmite una calma incomprensible, una que jamás me había sido mostrada, más bien creo que es lo inestable de la situación, lo innovador me asusta.

—¿Alexandra?—Salgo de mis pensamientos cuando escucho su voz. La garganta se me seca al verlo, sin camisa, en un pantalón largo de rayas rojas y negras, un pijama, claramente, sin sus lentes y su cabello despeinado.—Ven, pasa, está haciendo demasiado frío ahí.

Es cierto, solo que no lo había notado hasta que él lo menciona.

Me doy la vuelta una vez dentro, mirándolo, Evan espera pacientemente a que diga lo que sea que haya venido a decir. Aunque claramente no lo sé. Me siento en el sillón y lo veo recostarse a la pared, y cruzar sus brazos sobre su pecho desnudo, admito que sus músculos tensos nunca dejan de alterarme.

Abro y cierro la boca, haciéndolo reír.

—¿Vienes aquí sin nada que decir? Pues muy interesante decisión.

¡No sé que decir, carajo!

Evan.

Estoy incómodo, alterado y con demasiadas cosas que expresar. Soy hombre que se considera detallista, lo que le dije es cierto, no veo a Alexandra como un juguete inflable, únicamente usado para mi placer, y claro, el de ella. En el pasado he compartido encuentros casuales con personas, responsablemente, y no he sentido la necesidad de tener esos detalles, pero con Alexandra es diferente, es una mujer importante, inteligente, independiente, soberbia y tan sencilla para lo que es, no se siente correcto apartarla una vez me haya corrido.

No pierdo detalle de como me observa, más bien, como me devora con sus ojos verdes. Antes de responderme, se pone de pie, luego de dejar su bolso en el sillón.

Quiero decir que no noté sus intenciones, pero sí lo hice. Ese short crema camisa blanca medio abierta, y el pequeño pañuelo atado delicadamente alrededor de su cuello me llaman. Mientras se acerca, seductora, atrevida, con sus ojos fijos en mí, cada vello de mi cuerpo se eriza en cuanto su dedo índice pasa por mi brazo derecho.

Me mira bajo sus pestañas, una mirada demasiado tentadora para mi ser, estiro mis brazos y rápidamente se enredan en su cintura, la jalo hasta que está pegada a mí. Su nariz acaricia la mía.

Bella Donna [COMPLETA]Where stories live. Discover now