C I N C O

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Esta vez, primero doy una vuelta por la boutique, Sandra, la administradora, levanta su mano para saludarme, me quito los lentes de sol y finjo que los ojos no me ruegan cerrarlos, sonrío.

—Buenos días, Sandra, ¿como van las cosas por aquí?

—Bien, en unos minutos abriremos la boutique, señora.

Miro las creaciones de Freddy, y maniquíes con los primeros diseños que yo imaginé, dibujé, moldie a mi figura, produje, las exhibí y promocioné.

—Sigan así, me avisan si hay algún cambio, tenga buenos días, Sandra.

Llegan más trabajadores, así que después de hacerle una leve despedida, subo al auto que me llevará a mi ofinica.

Reviso mi teléfono exclusivo para el trabajo, recibo un correo de Jackie, quien se supone está averiguando nuevos proveedores en Madrid.

Camino sin mirar al frente porque sé que todos están esperándome, siempre están al pendiente, así que me abren paso.

—Buenos días, chicas.—Saludo a las secretarias en recepción.

Dejo mi maletín sobre mi escritorio, pulso un botón que abre todas las persianas y golpeo suavemente mi pie con la rueda de mi silla, eso hago cuando me concentro en algo.

—Señora, Salvatore...

Levanto la vista a el guapísimo hombre trajeado esta vez de azul, sonríe por mi escrutinio.

Dejo mi pie quieto y mi celular en el escritorio, guardo mi bolsa en una gaveta a mis pies.

—Señor...—Recuerdo su nombre perfectamente, también su porte y su perfume, pero me niego a aceptar eso.

Sonríe con más ganas.—Evan Beily, no es tan difícil, a ver repite después de mi.

Me doy la vuelta, mirando hacía la ciudad, y sonreír disimuladamente, lo escucho caminar hacía mi, así que dejo de sonreír y ajusto mi reloj a juego con mi camisa rosa de hoy.

—Me encanta la vista de este lugar.

Veo de reojo que me mira, es casi intimidante su forma de mirar, hace que me sienta poderosa, deseable, me da una confianza en mi misma, que aunque suelo confiar, su mirada multiplica la sensación.

—Sí, es preciosa.

Se gira a mirarme descaradamente cuando lo dice con ese acento tan neutral pero tan...nuevo, y ese tono de voz tan grave pero nada obsceno.

Carraspeo, necesitando salir de su hechizo.

—Entonces, señor Beily...¿Que le hace venir hasta mi empresa?

Recargo mi trasero al escritorio, es mi turno de observarlo, sigue mirándome, así que sonríe. Trato de evitar el impulso de acomodarme el cabello tras la oreja, Jackie dice que eso la desespera, que es una manía que refleja inseguridad.

—Nada en específico más que obsevar...te.

Trago grueso al verlo caminar hacía mi, aparto la mirada de él, es hipnótico, es un hombre casi hecho a la imaginación, su mirada atrae, se ve intelectual con sus lentes, sexy con esa barba y cejas pobladas y sus cabellos firmes por la evidentemente goma de cabello.

—Entonces mejor evite eso, no es apropiado, y tengo mucho trabajo para perder el tiempo, ahora si me disculpa...

Suelta una risa ronca y corta.—No, no te disculpo, ¿siempre eres así de...obsesiva con tu trabajo, Lexy?

Este hombre me hace perder los estribos, me hace enfurecer, arder en coraje y enojo, es como si tocara una fibra sensible, pero no es una sensación fea, es un poco refrescante, ser un simple cuadrado a cambiar según este hombre me vaya amoldando y ni siquiera tiene que tocarme para eso.

Pierdo el control y eso no me gusta.—¿Está tratando de decir que estoy loca solo porque me gusta mi trabajo?

Pasa su lengua por su incisivos, cosa que me hace desviar mi atención a ese lugar, distrayéndome.

—Estoy tratando de decir que luces preciosa en esa silla, reina del imperio Moda según Salvatore, dueña y señora de todo lo que te rodea, eso te hace tan interesante, tan...

Suspira llegando a mi, retraigo mis piernas para que ninguna parte de su cuerpo toque el mío, sin embargo, él toma mi mano y acaricia mis nudillos, como hizo en la presentación de la colección. Sin despegar sus ojos de los míos, vuelve a llevar mi mano a sus labios, suaves y cálidos.

—No tengo tiempo para sus tonterías, Señor Beily.

Trato de liberarme de su agarre, de hecho lo logro pero no completamente, porque en un movimiento ágil, sostiene mi cintura y pega a el bruscamente, y he de aceptar que mi cerebro manda corrientes de electricidad a todo mi cuerpo ante su toque y agarre firme y seguro. Pongo mis manos en su pecho y forcejeo para que me suelte aunque mi mente y cuerpo deseen otra cosa.

—Todo eso te hace tan atractiva, toda mis células quieren ir hacía las tuyas, como cargas eléctricas, buscándose, anhelándose, atrayéndose, buscando una única forma de unirse entre ellas.

Dejo de moverme, porque su cuerpo está muy pegado al mío, temo que algo más suceda si me muevo, que ya no haya un retorno, porque ahora, estoy en un semáforo en verde que me da señales de que deje que siga acercándose, que sus labios sigan moviéndose así, tan sensuales e hipnóticos hacía los míos.

—Creo que discrepo con usted.—mi voz me traiciona y lo que digo sale como un susurro que se pierde en su sonrisa y su cercanía.

—¿En que discrepas? ¿Con que argumentos? Quizás puedes alegar que tu cuerpo no quiere que me acerque, que quizás quieres que no te toque, pero ya lo estoy haciendo—acaricia con sus pulgares mi espalda, para afirmar lo que dice.—O quizás no quieres que haga lo que muero por hacer, y que realmente tu también deseas que haga.

Siento mis labios y boca reseca, así que dejo que mi lengua pase por ellos, eso hace que Evan Beily come una fuerte inhalación.

—¿Y que es eso que yo tanto deseo que haga?

Sonríe, deja que una de sus manos suba por mi brazo, acaricie mi cuello suavemente, cosa que me hace apretar la mandíbula, se siente bien, y al final termina en mi rostro, su pulgar gueso y suave queda frente a mi, casi tocando mi labio inferior, mira mis ojos y entre abre sus labios antes de tocar mi labio, escucho el rechinar de sus dientes al apretarse entre ellos, no puedo evitarlo y levanto delicadamente mi cabeza para que siga haciéndolo.

—Quieres que te bese, estas deseosa de que lo haga, puedo verlo en tu rostro, puedo notarlo en tu respiración, en la tensión que sientes en tus hombros.

Mi lengua pasa sobre mi labio superior, casi rozando su dedo y él suspira. Mierda, no debí hacer eso. Bueno, no debí permitir que todo esto sucediera, ahora su cuerpo está ceñido al mío, recargado al mío, sin darme oportunidades de separarnos.

Aparta su dedo, y lo deja sobre mi mejilla, sonríe apenas antes de recortar la distancia y cuando sus labios están a dos milímetros de los míos, el teléfono suena.

Nos cuesta darnos cuenta de que hemos sido interrumpidos, digo, he sido salvada. Aclaro mi garganta y lo empujo suavemente para apartarme y contestar el teléfono.

—Señora, la señorita...—Escucho su grito, así que no hace falta que me diga quien es. Jacqueline. Mierda.

Acomodo mi cabello, mi blusa y bebo de mi café para tratar de quitarme todo este momento de la boca. Lo observo, su mirada está perdida en el cuadro gigante de mi en una de las paredes. Y no es porque yo sea egocéntrica...bueno, he de aceptar que me veo poderosa en ese cuadro, pero es porque mi diseñador insistió muchísimo en ponerlo.

—Debe irse, Sr. Beily, tenga buenos días.

Xx

Uyuyuyuy, casi casi.

¡Buenas, chiquitxs!
Ojalá estén bien.
(Aunque no sé a quien le hablo)😂

Bella Donna [COMPLETA]Where stories live. Discover now