4. Locuras vulnerables

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Sábado

Narrador externo

A Lana le encantaba pasear con su madre.

Desde que era pequeña, su madre y ella iban de paseo a la zona comercial de la ciudad en torno a una vez al mes

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Desde que era pequeña, su madre y ella iban de paseo a la zona comercial de la ciudad en torno a una vez al mes. Era un momento únicamente entre las dos en el que podían hablar de verdad, pues no tenían prisa y dejaban sus obligaciones a un lado durante unas horas. Siempre habían tenido una relación cercana.

Al ser una fría tarde de invierno, finalizaron la tarde entrando a una cafetería a tomar chocolate caliente. Lana, se debería precisar, pues su madre se pidió un café con una pequeña cantidad de leche. Se sentaron en la mesa próxima al cristal, que les permitía ver a los coches y a los transeúntes caminando por el exterior.

— No me gusta nada el invierno - Aseguró Elisa tras quitarse el abrigo y colocar las bolsas con las compras en la silla restante. Rápidamente se cruzó de brazos para tratar de mantener el calor.

— Te lo recordaré cuando el asfalto esté echando humo en julio.

Soltó una risita. — Qué extremista eres.

Lana encogió los hombros con una sonrisa ladina. Enseguida, una camarera les repartió los menús. Sabían con claridad lo que querían pedir, pero aún así les echaron un ojo por si acaso había algo que les apetecía más. A los pocos minutos, pidieron lo que habían querido todo este tiempo y esperaron sin ninguna prisa.

— Creo que estarás muy guapa con lo que te has comprado. Siempre te he dicho que te queda muy bien el rojo - Dijo, recordando como el acogedor jersey y la falda se ajustaban al cuerpo de su hija.

— Gracias, mamá.

—Mientras te lo probabas, no podía evitar pensar en lo mucho que has crecido. Hacía mucho tiempo que no te veía entrando a un probador.

— A ver qué vas a decir... - Lana rió.

— ¿Recuerdas lo pequeñita que eras? Tan flaquita, solo te vestías con sudaderas.

— No hace muchos años de eso.

— Es cierto - Sonrió. - Pero estoy muy orgullosa de ti. No por haberte dejado de vestir solamente con sudaderas, sino porque ahora, si lo haces, es porque te apetece, no porque sientes que tienes que hacerlo.

Lana mordió sus carrillos y asintió, rememorando su adolescencia. Se acordaba con todo lujo de detalles del momento en el que se compró su primer vestido. Tenía dieciséis, y había pasado toda su vida creyendo que los vestidos no eran para ella. Ni las faldas. Ni nada corto que mostrase demasiado de su cuerpo.

Pero, a partir de ese momento, y gracias a la ayuda de sus amigos y nuevos que llegaron por el camino, ese vestido se multiplicó en número, las camisetas de tirantes se unieron a su armario y pudo dejar su pelo al aire. Porque tenía derecho a ser vista y a ocupar su propio espacio, pese a que durante muchos años estaba segura de que no era así.

Good To Love 2 | Han JisungWhere stories live. Discover now