11. El inicio de la primavera

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"— No puedo creer que hace un año estaba aquí para recibirte.
— Espero que vuelvas a estar cuando vuelva.
— Lo estaré, hermana".

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Lana

Como si fuera el primer verso de tu canción favorita, llegó el inicio de la primavera.

Marzo estaba acercándose a su fin. La fría brisa que venía de las montañas fue cediendo poco a poco. En los árboles aparecían brotes verdes, nuevas flores crecían de la tierra y los pájaros que se acercaban al jardín de casa eran de distinta especie.

Cuando hacía buen tiempo, me gustaba sentarme en la hamaca del jardín a leer. De fondo se escuchaban los gritos de los nietos de los vecinos unas casas hacia la derecha, el ladrido de un perro y el zumbido de una jodida mosca que juraba que...

— ¿Qué tal, cariño? - Preguntó mi madre a lo alto de las escaleras.

— Bien, bien - Respondí mientras movía mi mano de arriba a abajo. - Pero hay una mosca rondándome.

Mi madre soltó una pequeña risita y bajó las escaleras. Tenía una bandeja en mano con dos vasos llenos de lo que parecía ser batido de frutas. Se sentó en la hamaca a mi derecha y dejó la bandeja en la mesa del centro.

— Fresa y plátano.

Ñam - Me relamí los labios y enseguida cogí un vaso entre mis manos. Ella cogió el restante.

— ¿A qué hora te vas?

— Voy a ir en metro. Sabes que es imposible aparcar por el centro. Saldré hacia la parada dentro de unos quince minutos.

— Vale, pero no llegues muy tarde a casa. Recuerda que los tíos vendrán sobre las siete.

— Sí, mamá - Esbocé una pequeña sonrisa.

Naomi, Alicia, Oliver y yo habíamos quedado en el centro de la ciudad para despedirnos. Alicia y yo cogíamos nuestro vuelo a Seúl mañana a medio día, y ellos cogían el suyo hasta Estrasburgo el viernes por la tarde.

Este iba a ser nuestro último encuentro aquí en Madrid antes de marcharnos.

Mi madre se quedó charlando conmigo hasta que me terminé el batido y se hizo la hora de irme a la parada del tranvía. Subí rápidamente a mi habitación para ponerme una sudadera y cuando guardé todas mis cosas en un pequeño bolso, me despedí de mis padres y salí de casa.

Había estado pensando mucho estos días. En cómo iba a ser vivir sola, en cómo el espacio iba a ser solo mío, en cómo debía organizarme para lavar mi ropa, en cómo planificar bien la compra de la semana.

Aunque mi padre siempre me decía la gracia de ser joven era cometer errores; meter un calcetín rojo en una lavadora llena de ropa blanca, comprar muy poca comida, o demasiada, tal vez quemarte planchando una camisa...

Teníamos toda la vida para intentar cosas nuevas, fallar, volver a intentarlo. Así nos conoceríamos poco a poco. Si supiéramos quiénes somos, crecer no tendría ningún sentido, ¿no?

Había cambiado. En definitiva, la Lana de dieciséis años que se subió a un avión sola no era la misa Lana que era hoy en día. Había vivido incontables experiencias, había conocido a personas increíbles con pasados diferentes, había visitado lugares maravillosos, había leído, visto y escuchado cosas que nunca podría haber imaginado.

En tan solo cuatro años, aunque mi existencia externa no hubiera cambiado demasiado, mi existencia interna se había distorsionado hasta formar quien yo era hoy por hoy. Había conocido la más pura felicidad y el más puro dolor. Y aún así, todavía quedaban muchas cosas por aprender.

Good To Love 2 | Han JisungWhere stories live. Discover now