7 de agosto de 1868: Rituales y cosas mal.

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Bridget entró al comedor

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Bridget entró al comedor. Conocía a ciencia cierta las etiquetas formales que los alumnos del Noctum se cargaban, era por eso que había desechado el absurdo camisón que tanto había llevado antes. Casi se sintió ridícula al recordar.

Llevaba un ceñido vestido celeste con encaje cubriendo sus muñecas. El rojizo cabello caía en cascada por sus hombros y sus pies estaban descalzos. La falda era lo suficientemente larga como para cubrirlos, y le gustaba la sensación del frío mármol perforando su piel.

Entonces lo encontró. Al chico que menos ganas tenía de ver, pero a fin de cuentas el único al que podía acercarse, pues era bien sabido que los alumnos del Noctum no soportaban mucho la presencia de Bridget. Eso se debía a los múltiples arranques feministas que Brid había tenido en el pasado. Con solo recordar su huelga desnuda en frente del comedor era suficiente para saber la razón de aquellas miradas pesadas que se clavaban como cuchillas en su piel.

Las ignoró, y se dejó caer en la mesa frente a Demetrie. Le lanzó una mirada penetrante durante varios segundos antes de hablar.

-¿Dónde está Joyland?-preguntó ella.

-Está dormido.

-Bien por él-susurró Bridget, raspando la mesa con su dedo chueco.-Espero que no vuelva a jugar al suicida.

Demetrie soltó un suspiro.

-¿Cómo estás?

Bridget lo miró con una sonrisa bobalicona.

-¿De verdad te importa?

Demetrie entrecerró los ojos. No le gustaba pelear, Bridget lo sabía. Deméter había inventado millones de juegos cuando Brid se enfadaba solo para hacerla olvidar sus problemas.

-Sí. Claro que me importas.

-Vaya, pues deberías demostrarlo más seguido-Bridget dio un sorbo a su humeante taza de café. Se había materializado frente a ella de la nada, pero eso ya no le sorprendía en lo absoluto.

-Fui un imbécil.

-Claro que sí.

-Y no te lo merecías.

-Que bien que lo entiendas.

-Yo solo quería estar contigo.

-Pues creaste bien a tu personaje. Quiero decir, a Deméter-Bridget lo miró un momento. Había maldad en su voz. Era como si de pronto toda la timidez de la antigua Bridget se hubiese evaporado.

-Deméter no fue un personaje. Era real. Lo que sentía...lo que siento por ti, es real.

-Eso es demasiado turbio. Se supone que eras mi hermana.

-Y te amaba como si fueras mi hermana. Y también como si no lo fueras.

-Estás mal de la cabeza Demetrie-aseguró Bridget, tamborileando los dedos sobre la madera de la superficie. Sus azules ojos se encontraron por un breve instante y Bridget sintió el conocido golpeteo de su corazón contra las costillas. Lo ignoró por completo.

REINA DE COPAS ©Where stories live. Discover now