14 de agosto de 1868: Soldado prisionero.

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Lo primero que vieron los alumnos del Noctum entero fue a un chico de cabellos dorados, las lenguas del sol estrellándose en ellos, enredándose y balanceándose con cada dificultoso paso que daba. Lo segundo que lograron vislumbrar, en la llanura del patio empedrado, fueron dos cuerpos. El cuerpo de una joven problemática que había arrasado con todo el Noctum de haber querido. Y el cuerpo de un chico pelinegro que la habría ayudado a arrasar todo el aquelarre.

El chico de rizos de oro los arrastraba con dificultad, la sangre se esparcía por el suelo y sus mejillas enrojecidas tenían sangre seca.

Sangre vieja.

Posiblemente ajena a su cuerpo.

Fue Bilmah la que salió de entre el gentío de mentes asombradas y se llevó la mano a los labios. Sus rizos rubios se menearon con la brisa de la mañana que comenzaba a cubrirlos.

Era un día fresco, para ser agosto.

Sus pieles se enchinaban y enrojecían, pero no supieron decir si era a causa de la perturbadora imagen o del clima.

—¿Qué sucedió? —preguntó la directora, acabando con la distancia que la separaba de Klaus y los otros dos chicos. El joven Ednes la miró un momento. En sus ojos se leía desolación y dolor. Llevaba de la mano a su antiguo amor, y lo arrastraba por el patio como si fuese una masa sin vida. Sin sentimientos.

Oh, cuantas veces Joyland Jedenth había alegado no poseer sentimiento alguno.

Cuántas veces había dicho que era incapaz de amar.

Y Klaus lo había visto en el campo de batalla tantas veces que lo había olvidado. Lo había visto pelear por las personas que amaba. Lo había visto ofrecer su vida incontables veces, y seguía alegando que no sentía nada.

Pero sujetando su mano inmóvil y fría, se preguntó cuántas de sus palabras habrían sido mentira.

Supuso que la gran mayoría. Joyland Jedenth era una fachada del verdadero ser que residía en su interior, vulnerable y sentimental.

Pero ya nada de eso importaba.

Klaus sintió los ojos escocerle cuando entreabrió los labios.

—Baudelaire...Baudelaire está muerta. La Inquisición tiene a Demetrie Fliends y...y...

—Déjame llevarlos a la enfermería. —susurró Bilmah, acercándose para acariciar los rizos de Bridget.

—No creo que...

—Haremos lo que sea necesario. —interrumpió la directora. Dos chicos se acercaron y apartaron los cuerpos de Klaus. El chico bajó la mirada y se encontró con que sus manos temblaban. Contuvo el aliento y sus verdosos ojos celestes se unieron a los de Bilmah. Tal vez, después de todo, no fuese tan mala.

—Dem...—susurró Klaus. —No pude hacer nada.

Bilmah asintió lentamente y apretó la mandíbula. El silencio fluía sobre el patio del Noctum como un manto de oscuridad. El día estaba claro, soleado, pero todo se sentía tan antinatural que calaba en los huesos y en el alma.

—¿Le hicieron daño antes de llevárselo? —preguntó la mujer. Por primera vez Klaus se dio cuenta de las pintas que tenía Bilmah: llevaba su camisón de dormir y unas elegantes pantuflas. Había despertado a todo el Noctum con sus aventuras mañaneras. Miró sobre la mujer y encontró rostros confundidos y otros tantos tristes. Era bien cierto que todo el Noctum conocía a los tres chicos que hacían de la academia un circo de desastres.

—No lo sé. Desapareció mientras me atacaban. Tuve que irme, lo tuve qué hacer. Encontré a Joyland herido, pero no encontré su espada. No encontré la espada de Bridget. Y me fui. Lo tomé y me fui. Y...Michigan...fue Michigan quien encontró a Brid. Volaba sobre la carretera con ella y...la depositó a mis pies. —y entonces Klaus se quebró. No lloró. Simplemente fue el momento en el que su cerebro lo entendió todo. Entendió que posiblemente Joyland nunca regresaría de la muerte.

—Bien, bien. Encontrar a Dem. Eso es lo que harás. —susurró la directora, posando una débil mano sobre su hombro. Klaus la miró un momento, sin comprender. Estaba ensangrentado y herido y cansado. Venia de pelear una batalla que no le correspondía y... ¿se atrevía a pedirle aquello?

Iba a protestar, a decir que no era asunto suyo, pero entonces el rostro contristado de Demetrie Fliends apareció en su cabeza y se aferró tanto a ella que incluso pudo sentirlo. Y asintió, sin pensarlo. Porque se lo debía.

Demetrie Fliends le había salvado la vida, y nunca le había dado las gracias.

—Cuando mejores, partirás. —susurró la mujer, sonriéndole con tristeza.

—¿Y qué pasará con Joy?

Bilmah contuvo el aliento.

—No lo sé.

Klaus asintió lentamente.

—¿Y con Jones?

Bilmah lo miró un momento y sus ojos se oscurecieron. Había un deje de misterio en esas cuencas y Klaus deseó poder entender.

Le tomaría un millón de años entender los propósitos de los demonios, ni siquiera siendo uno podía hacerlo.

—No podemos perderla. No podemos darnos ese lujo...ella es...

—La reina de copas. —susurró Klaus, mirándola atentamente.

—Lo es. Cuando regresó por ese espejo...conjuró una runa y viajó en el tiempo. Michigan no la ayudó aquel día. Ella lo hizo, lo hizo y lo ocultó.

—Tal vez deberíamos ocultarlo. —susurró Klaus, encogiéndose de hombros. —sabemos lo que sucedió con la última reina de copas.

Bilmah asintió débilmente.

—Su madre no merecía ese destino. Volverse loca...crear toda una organización para cazar niñas con el único propósito de encontrarla y...

—Y hacer con ella lo que quería...

—Bridget no puede saberlo, Klaus. No puede saber que es la reina de copas y tampoco puede saber que Baudelaire es su madre.

Klaus contuvo el aliento. El día en el que llegó al Noctum después de su rapto por parte de Fliends, su única manera de permanecer dentro había sido canjear información con Bilmah. Quería saber qué suelo pisaban sus pies. Y ella le había contado todo, con detalle.

Y él había pasado los últimos días observando a Bridget Jones. Con su carácter temperamental y cambiante. Sentía la energía de la chica aun a su lado siendo que hacía minutos se había marchado tal vez de aquel plano terrenal.

Tal vez vagaba ya por el mundo de los muertos.

Tal vez sujetara la mano de Joyland antes de sumergirse en un lago de almas errantes en los confines del infierno. Y no le agradó la idea.

REINA DE COPAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora