13 de agosto de 1868: Verdadera Deméter.

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Demetrie despertó al día siguiente con el cuerpo ardiendo y el cabello hecho un desastre. Cuando abrió los ojos, no encontró a ninguno de sus amigos en la habitación.

A nadie, excepto a Klaus. El chico estaba a los pies de su cama, con sus guantes de cuero en las manos y una larga túnica que escondía su camisa de lana con olanes. Y lo miraba, con esa profundidad característica del mar.

Demetrie se incorporó con los ojos ardiendo y más confundido que nunca.

—¿Qué pasó? —preguntó Dem, de pronto sintiendo la enorme necesidad de frotarse la cabeza. Le dolía, como si miles de personas lo hubiesen golpeado. Justo entre los ojos, en el medio de la frente.

Klaus se cruzó de brazos y sonrió.

Era el mismo chico del callejón, el joven que lo había acorralado contra una pared. Demetrie sintió un nudo en el estómago.

—Te desmayaste.

—¿Me desmayé? ¿Cuándo?

—Ayer, en el desván.

Demetrie inclinó la cabeza e intentó mirarse el cuerpo. Llevaba puesta la ropa de Joyland. Una camisa de lana y unos pantalones hechos a base de listones de colores. Rojo y dorado. Y un toque de celeste.

Era obvio que su amigo lo había ayudado a vestir, y no sabia si estaba agradecido o aún más confundido.

—¿Y mi ropa?

—Se llenó de sangre—confirmó Klaus, encogiéndose de hombros.

—¿Sangre?

De pronto, sintió un pinchazo en las costillas. Algo no iba bien.

—Alguien invocó tu alma. Joy intenta averiguar qué sucedió: se fue hace un par de horas con sus gatas a...no sé a dónde, pero dijo que iba a descubrir qué sucede contigo.

Demetrie se apartó las mantas del cuerpo y se sentó en la orilla de la cama. Sentía el cuerpo pesado y como...como si no le perteneciera, no lo suficiente.

—Joyland no necesita ir a ningún lugar para averiguar lo que me sucede, me necesita a mi para encontrar a Deméter.

—Entonces me mintió.

—Eso parece...

—¿Quién es Deméter?

Demetrie soltó un suspiro y se encogió de hombros.

—Mi hermana, supongo.

Klaus frunció la frente, pero decidió finalmente no decir absolutamente nada.

—Entonces será mejor encontrar a Joyland, podría estar en problemas.

Demetrie sonrió con cansancio.

—Joy siempre está en problemas.

—Sí, lo sé. —susurró Klaus más para si mismo que para Dem, aun así, si Demetrie lo escuchó y dudó, no lo demostró.

—Una cosa más. —recordó Klaus, acercándose a la puerta. Su túnica negra revoloteó en el aire a su paso. Dem se giró a mirarlo. Había un extraño brillo en sus ojos. —La pelirroja quiere verte. Dijo que te espera en su habitación.





La daga centellaba en medio del mármol del suelo. La luz del candelabro se estrellaba en su superficie negra. Obsidiana. Los celestes ojos de Bridget mostraban su reflejo.

Aquella noche llevaba un largo vestido de terciopelo con anchas mangas hasta las muñecas. Un brilloso vestido verde, que contrastaba en la profundidad del escarlata de sus mechones.

REINA DE COPAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora