10 de agosto de 1868: El pasado sigue cantando.

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Las luces del pasillo se estremecieron cuando Joyland pasó junto a ellas. Su capa de terciopelo barrió el aire y apagó unas cuantas llamas. Pero no iba a parar. Lo vio entre la penumbra del pasillo: estaba recargado en un muro con un cigarrillo entre los dedos. Aun a pesar de estar prohibido el consumo de aquellas sustancias dentro del recinto académico, a Klaus no podría importarle menos. Pero Joy hervía en furia, llamas celestes cubrían sus negros mechones de cabello, y sus manos se apretaban en un par de puños que esperaba usar más tarde.

—Klaus Ednes—comenzó Joyland. No había nadie alrededor, así que no tenía que fingir que no se conocían. Y eso le llenaba de emoción, de poder. —¿Qué mierda te crees que estás haciendo?

—Fumo un cigarrillo—susurró Klaus, lanzando una voluta de humo al aire. Esta subió y llegó hasta el rostro de Joy una vez que se puso frente a él.

—¿Qué mierda haces aquí?

Klaus dio una calada al cigarrillo y lo miró un momento. La cicatriz surcaba su rostro, pero aun a pesar de eso seguía viéndose como el ser más atractivo sobre la faz de la tierra.

—Tu tonto amigo me trajo aquí.

—No lo creo...eres más poderoso que cualquiera dentro de estas paredes...pudiste escapar en cuanto él te encontró...

—¿Crees que me agrada estar aquí, contigo? ¿Crees que me causa satisfacción verte el rostro en cada maldita esquina? —Joy lo miró un momento. Klaus sonrió un poco. —Bien, de vez en cuando si que lo hace. Pero esto no es mi culpa, ni mi problema. Si te incomoda mi presencia puedes irte a la mierda.

Klaus se dispuso a apartarse del muro, sin embargo, Joy lo tomó por los hombros y lo estrelló contra este, de nuevo. Klaus lo miró desde su misma altura. Sus verdosos ojos brillaban con el fuego que estaba tras Joyland, y este creaba un halo alrededor de los cabellos del demonio pelinegro.

—¿Quieres recrear escenas del pasado?

Joy soltó un bufido en cuanto Klaus terminó de escupir su sarta de palabrerías.

—Sé la clase de persona que eres, Klaus Ednes. Si le haces algo a Dem...o a Brid, te cortaré la garganta.

Klaus sonrió con ironía. Las manos firmes de Joy seguían aprisionando sus hombros, y sus ojos estaban unidos en una antigua danza de recuerdos enterrados.

—Tu debilidad, Jedenth, es creer que no amas a las personas que más amas en el mundo. Eso te llevará a tu propio infierno. —Klaus entrecerró los ojos—Y no sabes cuánto me alegraría ver eso.

—Te arrastraré a él si es necesario, Ednes.

Klaus inclinó la cabeza hacia delante, quedando a unos cuantos centímetros del rostro del demonio. Joy intentó no apartar la mirada. No quería mostrarse vulnerable. No más de lo que ya se había expuesto ante él.

—Otra de tus debilidades...creo que estás lleno de ellas, Joyland. Amas a los Ednes tanto como amas a esos dos tontos amigos tuyos.

Joy se apartó de golpe y lanzó a Klaus lejos de él.

—No amo a los Ednes. Solo a uno de ellos, y no eres tú. Así que si te metes con alguno de ellos, te juro que te mato.

Klaus sonrió con falsedad y Joy se alejó de él, perdiéndose en el pasillo de la academia Noctum, con las llamas celestes acariciando cada poro de su ser.

REINA DE COPAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora