21 de diciembre de 2018: Justicia demoniaca

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Klaus Ednes

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Klaus Ednes. Conocía aquel nombre, no por una relación intima en el pasado. A decir verdad, cualquiera que habitara en el mundo infernal o angelical, tenía muy en claro quién era aquel chico, estaba en los libros de historia, al igual que Garelie Wrondelle y Nicholas Wrondelle.

Klaus Ednes era el primogénito de Gredd Ednes, el primer demonio en habitar la tierra, el primero en forjar una alianza con Georgia, Gregory y Gerard, los gounsters, ángeles y desterrados que arribaron al mundo en la soledad, los creadores de la Unión.

En su mundo, ellos eran como los dioses de alguna lejana mitología que representaba sus costumbres.

Haber escuchando el nombre del joven le había producido una súbita emoción y un subidón de adrenalina. Significaba demasiado para él estar frente a un Ednes.

-¿Te comió la lengua el gato?-preguntó el chico de pronto. Lo miraba con una sonrisa mientras se acomodaba los guantes de cuero, con su pequeña pelea se le habían desacomodado. Demetrie frunció la frente, mirándolo con detenimiento. Pero estaba claro, desde el principio.

Esos dorados cabellos y esos extraños ojos verdosos, solo un Ednes verdadero tendría aquella apariencia. Pasó saliva con dificultad, casi sin poder creer a lo que se estaba enfrentando.

¿Bilmah ya sabía que aquel chico pertenecía a esa familia y por eso lo quería mantener cerca? ¿Qué le haría si llegara con él a la academia? ¿Aquella absurda misión significaba algo más que detener a un simple asesino mundano?

Demetrie entreabrió los labios.

-¿De verdad eres un Ednes?-ni siquiera entendió por qué preguntó aquello. Sus verdes ojos azulados lo decían todo. Hasta su manera de caminar, entre arrogante y misteriosa. Le recordaba mucho a Daemon, el mejor amigo de Joyland del futuro.

Klaus frunció la frente. La palidez de la luna se reflejaba en su piel, como si fuese la cristalina superficie de un lago intranquilo. Y sus ojos, bueno, eran casi tan salvajes como los de Joyland. Demetrie se había acostumbrado a los absolutos cambios sentimentales de su amigo, pero Klaus se veía diferente: era como una bestia salvaje que necesitaba despedazar algo.

-¿No lo parezco?-su tono era burlón. Un mechón dorado acarició la comisura de su ojo. Demetrie no le quitaba los ojos de encima, sentía que cualquier movimiento en falso y el chico lo descuartizaría.

-No creí que el primogénito de Gredd Ednes tendría mi edad-dijo Demetrie, sintiendo un cosquilleo extraño dentro del estómago.

-¿No parezco tener 600 años?-Klaus removió entre su túnica. A pesar de no estudiar en la academia Noctum, tenía muy en claro el código de vestimenta de los demonios: unos pantalones ajustados de cuero negro, con un cinturón que abarcaba gran parte del pecho, casi como si se tratara de un corsé, y una larga capa de terciopelo. La de Klaus era verde oscura. Cuando la hizo a un lado, Dem se percató de lo que había en su cinturón de armas. Al menos tres dagas de diferentes tamaños. Dagas que alguna vez pertenecieron a demonios. Eso solo significaba una cosa: que Klaus había asesinado al menos a tres demonios. Demetrie pasó saliva, viendo su reflejo asustado en la hoja de la daga de acero que Klaus desenvainó. La agitó cuidadosamente entre sus dedos, con una descomunal agilidad. De verdad que tenía un aire a Joyland.

REINA DE COPAS ©Where stories live. Discover now