12 de agosto de 1868: Recuerdos de un cumpleaños.

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Deméter. Deméter. Deméter.

Ella siempre había sido su salida.

Pero era una farsa, nunca había existido. No realmente. ¿No realmente?

"—La otra parte de su alma viajó a un tiempo anterior a nosotros. A la inquisición, más específicamente, cuando estaba en su mayor auge. Viajó en el cuerpo de la verdadera Deméter. Así que sí, tu verdadera hermana vive en otra línea del tiempo. Probablemente este huyendo por su vida. O probablemente esté muerta."

Recordaba las palabras de Joyland. Habían quedado taladradas en sus sesos, grabadas con fuego. Y si...¿Y si existiera la posibilidad?

¿La posibilidad de que su familia no estuviera del todo extinta?

Bridget se dejó caer junto al fuego de la ardiente chimenea del vestíbulo del tercer piso: donde los estudiantes solían refugiarse después de clases, besarse en las esquinas, donde la luz no alcanzaba a prevenir a los demás.

Donde los estudiantes solían correr a refugiarse después de una grotesca pelea con sus novios...

¿Novios?

Bridget chasqueó la lengua. Sus celestes ojos se perdían en las llamas de la chimenea. Llamas normales. De fuego normal. Fuego. Fuego. Fuego. Ella había asesinado a sus padres.

¿sus verdaderos padres? ¿Acaso los señores Jones eran realmente sus padres? ¿O todo era parte de aquel misterioso plan de Demetrie de su revoltijo de vidas misteriosas?

Brid lo pensó un momento.

Ella había asesinado a sus padres. ¿Por qué? No recordaba mucho de aquel día, el día de su cumpleaños número siete. Pero recordaba algo. Algo pasajero.

Algo que había olvidado durante muchísimo tiempo, tanto que ya era incontable.

Deméter había deseado morir.

Deméter había deseado morir.

¿Acaso habían sido palabras de Demetrie pidiendo ayuda? ¿Queriendo acabar con el secreto?

Tomó aire. Había algo en sus latidos que le causaba cierto pavor. La manera en la que su sangre corría dentro de ella, apurada...apurada, apurada.

Lo único que sabía era que Deméter había deseado morir, que sus padres habían muerto esa misma noche y que diez años después Deméter misma moriría. Al menos por un tiempo.

¿Qué mierda significaba todo aquello?

Lo cierto era que Demetrie Fliends le debía un favor. Él mismo se lo había dicho aquella vez. Un favor a modo de disculpa, y Bridget sabía exactamente que favor quería. Uno que solamente él podía hacer. Y más le valía mantener la boca cerrada.



—¿Qué pasó con ella? —fue la voz de Klaus la que finalmente sacó a Joyland Jedenth de sus abismales deseos y pensamientos fantasiosos sobre números, chicas y gatos. Joy frunció el ceño. Estaban ambos chicos sentados en el acojinado sillón de la ventana, viendo hacia el patio, donde las viejas esculturas de las primeras brujas bailando alrededor de una hoguera hacían presencia. Sus pieles descascaradas de porcelana y yeso eran aun perceptibles desde aquella distancia, y Joy había pasado la última hora contando las finas líneas que cruzaban sus pieles, como poros abiertos.

—Se enfadó...¿Por qué se enfadó? Mierda, ni siquiera lo recuerdo...

—No hablo de Bridget. —cuando dijo aquello, Joy contuvo el aliento. Nunca nadie jamás le había preguntado explícitamente lo que había sucedido con Megan. Demetrie no había preguntado mucho en sus cartas, por miedo a ser irrespetuoso, y a Bridget no podría importarle menos. Pero ahí estaba Klaus, con su sarcástica sonrisa impresa en el rostro y sus ojos verdosos ardiendo de deseo por escuchar la historia. Y Joy pensó que era lo justo, tomando en cuenta la manera en la que las cosas habían sucedido entre ellos dos, en el pasado.

REINA DE COPAS ©Where stories live. Discover now