10 de agosto de 1868: En medio de la noche.

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El mismo sueño

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El mismo sueño.

Demetrie estaba bañado en sangre, con la luz de la luna perforando su piel, reflejándose en esta como un choque de agua cristalina contra rayos de plata. Al girarse encontraba a Joyland, con una espada de cristal surcando su pecho, su espada de cristal. La sangre del joven creaba un rio en el agrietado suelo y acariciaba los dedos de sus pies. Estaba en medio de la noche, con la oscuridad surcando sus ojos y el frio calando sus huesos. Con el miedo perforando sus entrañas y con la sensación de estar siendo vigilada apelmazando sus nervios.

Bridget se incorporó de golpe, con el rostro enrojecido y los pulmones rogando por aferrarse al aire nocturno y veraniego. Se llevó una mano al pecho envuelto en el blanco camisón y descubrió que estaba empapada en sudor. Se apartó los cabellos de la frente y se dispuso a levantarse de su lecho. No soportaría ni un segundo más en aquella enorme cama solitaria. Cuando sus pies acariciaron el suelo, la sensación de hundirse en un lago de sangre se apoderó de ella.

Ahogó un grito y se acercó a la puerta, con los pies descalzos y el camisón de lana acariciando su cuerpo, ceñido al mismo por el sudor de las pesadillas de una larga noche de malos sueños.

La oscuridad del pasillo la invadió, al igual que el silencio. Todos en el Noctum dormían, todos excepto ella. Pero no se podía permitir continuar en aquella habitación un segundo más.

Avanzó a trompicones por el pasillo penumbroso y tropezó, pues la oscuridad era impenetrable. Un manto que cubría su cuerpo y desorientaba su mirada y sus sentidos.

En medio de la desesperación, la idea acudió a su mente demasiado tarde, pero aún así lo hizo. Con las piernas enrolladas en el suelo, el chasquido de sus dedos iluminó a su alrededor con lenguas de fuego escarlatas. Sin pensarlo, el recuerdo de ella y Joyland, la primera vez desde su renacimiento en el que las llamas de su alma acudieron a ella...le fue imposible apartarse aquel recuerdo, aquella escena.

Se levantó con dificultad del suelo, sintiendo su cuerpo temblar y su sudor correr sobre su piel como un rio de gélido hielo. Se aferró a los muros del pasillo y dejó que sus llamas iluminaran su camino. Ni siquiera sabía a dónde quería llegar, de lo único de lo que estaba segura era de que no quería estar sola aquella noche. Las pesadillas no la habían abandonado. Había una parte de ella, la que no se aferraba a demostrar valentía todo el tiempo, que le aterraba la sola idea de tener aquellos sueños.

Sus pasos la llevaron al lugar donde inconscientemente y para su disgusto se sentía más tranquila. Reconoció el picaporte despostillado y la placa de metal caída con la inscripción: Jedenth Fliends.

Bridget trató de ahogar su chiste sobre el matrimonio que parecían sus amigos, y se obligó a abrir la puerta. Ni siquiera se molestó en llamar primero, estaba completamente segura de que Joyland estaría dormido, ni siquiera lo molestaría. Solo se metería en las mantas de su vieja cama y trataría de dormir en medio de la tranquilidad que su amigo ofrecía.

REINA DE COPAS ©Where stories live. Discover now