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˝You ask me where I've been?
I been everywhere
I don't wanna be no where but here"

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Advertencia: contenido erótico.


   Si hay una cualidad que adoro en las personas, es lo feliz que se les ve ser con simples detalles. Esas que puedes regalarles un hoja que conseguiste de camino y te gustó su forma, y ellos la reservarán como un tesoro dentro de un libro viejo. Y eso, es una dote que Troy posee.

La chica de cabello estilo pixie, ojos marrones que le abarcan la mitad de la cara y boca pequeñita, no ha dejado de admirar los dos llaveros de la Torre Eiffel en miniatura que le he traído, las pupilas vastas refulgen bajo la poca iluminación de las lámparas bamboleando encima de su cabeza, brinca loca de contenta, lo que me pone los nervios terriblemente agudos, considerando que se encuentra dentro de una barra de vidrio que a su vez, resguarda botellas de licor.

Bebo un trago de la cerveza que me ha servido, saboreando la amargura helada y la canción de Britney Spears que comienza a sonar.

—Uno para el auto, otro para la casa. Están pesados—los zarandea, sin tiempo a pedirle que no lo haga y que apriete el botón dentro, ella ya lo hace—. ¡Alumbran!

Salta con más fervor, sacudiendo la cabeza. Estiro el brazo para tomarla del hombro y pedirle que se tranquilice, la ansiedad se me ha disparado al verle trastabillar.

—Para que no las pierdas acá, otra vez.

Acaba la celebración, dejando los detalles en el mesón luego de apagarlos.

—No te pases, es el mejor puto regalo del puto mundo, Sunshine—musita, colocando las manos sobre su corazón—. Gracias.

Le muestro esa sonrisa extraña que Hera llama de payaso, escondiendo el labio superior bajo el inferior. De la mochila que he traído, extraigo la segunda bolsa, esta es mucho más grande y pesada que la primera.

—Y traje...—levanto el regalo a la altura de mi cabeza, expandiendo la sonrisa—. ¡Esto!

Tan pronto recibe la bolsa, la abre y rebusca en ella. Los ojos le comen la expresión, se muerde los nudillos sofocando el grito fino que seguramente me acribillaría los tímpanos.

—¡La puta madre de cualquier maldito enfermo en este jodido mundo!—exclama, sacando un paquete amarillo—. ¡Dulces franceses!

—¡Baja la voz!

Sacude la mano para que me calle.

—Estamos a salvo, Igor no ha llegado—comunica, ubicando una mano en su cabeza—. Ay, me dio un mareo.

Bueno, con esos gritos...

—Trabajas como dieciséis horas al día. Me preocupas, Troya.

Me apunta con el chocolate, empequeñeciendo la mirada. Odia su nombre, yo al contrario, lo considero heroico. Casi se me sale una carcajada, recordando cuando le dije ese pensamiento y ella me contestó que dejaría de hablarme si repetía esa mierda. Se llama así porque su padre es fanático de esa película y su madre adora a Brad Pitt, así que llegaron a un acuerdo, y Troya se quedó.

—No me llames así, perra—reclama, sobándose la frente—. Cuando comiencen las clases dejaré este trabajo, pasaré hambre, pero el semestre pasado por poco me quitan la beca, no puedo descuidarme otra vez.

The Right Way #2 Where stories live. Discover now