Carta #5

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La espera del juicio se alargó un mes más.

En ausencia de Hera y su dote en la manicura, optó por usar barniz de uñas con sabor a cianuro, así evitaba cortárselas con los dientes.

Lo último que supo, una semana atrás, es que a causa de las trifulcas con el resto de reos, han cambiado a Eros de pabellón, a uno más privado.

Aún le parecía una locura un juicio con jurado y toda la parafernalia, cuando no debía pasar más de dos audiencias, o uno abreviado; pero en palabras de Andrea, los antecedentes de Eros y la prensa presionando por un veredicto, la ley deja caer todo su peso sobre él.

Les parecía entretenido tener al hijo del precursor de la violencia armada, en sus palabras, encerrado con la misma violencia que ellos generan.

Sol tenía el billete del avión comprado y la maleta a mano, viajaría con los chicos, así se reencontrarían con Hera, luego de los largos meses sin ella.

El ocho, Sol recibió la carta del mes, para su sorpresa y algo de desilusión, el papel solo rezaba:

‘No cierres la puerta’

E.H-T.

 

No se preocupó en contestar, ella lo comprendió.

La mañana del quince de septiembre, exactamente cinco meses después del tiroteo, cinco meses sin verlo, tocarlo, aspirar su perfume y cinco meses con el monumental reclamo cubierto de lágrimas estancado en la garganta, Eros fue declarado inocente de todos los cargos, menos uno, porte ilegal de armas.

Eros fue a casa, Sol al hotel.

Y esa misma noche, luego de evitar encontrarse con él, o siquiera ser vista en la calle, mientras se bebía una cerveza para aminorar las subidas y bajadas emocionales y el ataque despiadado del desastre de sentimientos revueltos en su interior, todo en ella se contrajo al oír la manilla de la habitación, un latido luego, la puerta cerrarse con pestillo.

Sol deja de peinarse, se arranca los parches de las ojeras y bebe un trago de la lata, su pobre esófago sufriendo el arrebato emocional.

Se mira al espejo, tratando de organizar las ideas, de apilar los pensamientos para desechar los de menos importancia, y se prepara para regurgitar las palabras que había repetido hasta el cansancio, un ensayo donde mencionaba como se sentía, y la manera de resolverlo, pero al divisar la mano con sus anillos de vuelta, empujando la puerta del baño, su mente se tragó las palabra, colapsando a la par de su corazón.

A Sol se le olvidó como respirar, cuando encontró la mirada de Eros, a través del espejo.

Eros no sabía cómo actuar. Tenerla tan cerca le era un sueño, otra de sus cientos de fantasías, lo sabe, porque ella sigue siendo la protagonista. Jamás se había sentido ahogado de tantas emociones apabullantes atrapadas en su interior. Era como estar sumergido en aguas infinitamente profundas, turbulentas y mañosas, se sentía sobre pasado, aturdido y perdido, justo antes de conocer que podía respirar bajo ellas.

Un mes le pareció una tortura, cinco, un eterno castigo.

Encerrado, tenía mucho tiempo libre que se encargó de no transformarlo en ocio. Pensaba, siempre lo hacía, incluso cuando ejercitaba en el sucio piso de la celda, no paraba de hacerlo ni dormido, no tenía descanso.

Pensó en Jamie, la carta que le envió. Necesitaba desviar la atención, no sabía si funcionaría, si sería una ganancia de tiempo o al contrario, era escarbar su propia sepultura. Pensó en su madre embarazada pisando ese lugar repugnante por llevarle comida decente y regalarle un poco de calor. Pensó en su hermana, demasiado sosegada para que no resulte intrigante.

The Right Way #2 Where stories live. Discover now